Por Pedro Martínez Serrano
Ayer se cumplieron los primeros dos de gobierno, de la administración que se supone de 6 años, de Graco Ramírez Garrido Abreu. Han sido 730 días con sus noches, de la más rabiosa ola de inseguridad, con estadísticas a la alza en materia de secuestro, asesinatos, robo de vehículos, con y sin violencia y más y más delitos que golpean a todas las familias de la entidad.
La impunidad con que actúan todo tipo de delincuentes en Morelos, nos hace ver que el sistema de justicia está quebrado y se ahoga, en una pestilente ola de magistrados, jueces y consejeros de la judicatura profundamente corruptos, ladrones y tramposos.
El signo de la ingobernabilidad lo corona el Congreso del Estado, en donde una fauna de legisladores y legisladoras (como subraya la condición de genero el payaso Graco y su gato, Jorge Messeguer), vociferan y critican de día y cobran de noche. Agarran millonarias gratificaciones, para dejar hacer y dejar pasar, todo lo que le venga en gana al tabasqueño que hoy desgobierna el Estado.
Mientras que el señor Graco Ramírez anda extraviado y actúa como un pelele, lo mismo del gobierno federal, que de familiares y amigos, que tienen secuestrado al gobierno del estado, ante quienes se arrodilla o inclina, según le impongan, sus secretarios, sus hombres y mujeres de confianza, no se cansan de hacer y/o provocar estupideces. Compiten, para ver quién es el más imbécil, aunque ese reconocimiento ya lo ocupa su jefe.
Desde que asumió la jefatura del Poder Ejecutivo, Graco Ramírez se ha cobijado con el escándalo, ha actuado a capricho y complacencia de caprichos de familia. La pésima y mala, tanto como excesivamente cara reconstrucción del estadio de fútbolAgustín Coruco Díaz, es un claro ejemplo de que hoy, aquí, las cosas se hacen de acuerdo a ocurrencias, más allá de la funcionalidad y servicio a los morelenses.
La integración del Mando Único, como lo he repetido hasta el cansancio, fue una decisión que no tuvo otro propósito, que asumir el control de los recursos destinados a la operación de las instituciones de seguridad pública en el Estado, especialmente las policías municipales. Lo único que se ha conseguido con la integración de ese monstruo amorfo, sin pies ni cabeza, es que los abusos policiacos se multipliquen y que una pandilla de delincuentes uniformados, venidos de Tijuana conAlberto Capella Ibarra a la cabeza, se dediquen a atarragarse las bolsas de dinero producto de protección a criminales y/o el atraco a transeúntes y conductores que tienen la desgracia de cruzarse a su paso.
Así en dos años de des gobierno, en Morelos se ha tenido al frente de la administración a un monigote que ha sido incapaz de cumplir la palabra empeñada. Van 24 meses, seis más de los que originalmente comprometió para devolver la seguridad a Morelos y, por donde se vea, las cosas van de mal a peor.
Y mientras el estado se desmorona y ya no le quedan casi ni cachos buenos, Graco Ramírez sigue culpando a los que se fueron, de lo que es su obligación resolver. Vive obsesionado en su pelea con el pasado, sin darse cuenta que el presente se le hizo agua en las manos y el futuro, su futuro, es más incierto que nunca.
Su última ofensa a los morelenses, es acusar que parte del multimillonario crédito que se le autorizó el año pasado en el Congreso del Estado, algo así como 2 mil 806 millones de pesos se utilizaron para pagar deudas anteriores, lo que significa que la obra social está paralizada. Por lo que toca a la populista y cacareada Beca Salario, se debe entender que los recursos provienen de la federación en un 97 por ciento.
Así las cosas, en estos dos primeros años, los errores y el latrocinio se han exponenciado hasta colocar al gobierno en banca rota y al borde de multiplicar acciones estúpidas, para tapar las que ya han marcado al gobierno y al estado. Afortunadamente, falta menos para que esto termine.