Por Javier Jaramillo Frikas
Una historia con origen
La actividad del crimen organizado en Morelos es añeja, existen antecedentes de los años sesenta con la explosión de un laboratorio en Morelos Sur, de esta ciudad, donde muere uno de dos hermanos cubanos dedicados a la elaboración de cocaína, droga que entonces y hasta los años ochenta, era lejana del común de la sociedad y hoy se consigue en cualquier sitio. Conocimos en su vejez a uno de los dos antillanos del primer evento que conmocionó, vivía en nuestro barrio, era culto, recorrió el mundo, y estaba establecido, en paz, con una modesta familia de comerciantes, ya lejos de cualquier estridencia.
Se fue dejando hijos morelenses y dedicado al comercio, muy modesto, y tuvo tiempo de dar enseñanza de su andar por el mundo en largas pláticas con los muchachos. Terminó en la ruina. El conocimiento de la cocaína era escaso y en este estrato social, imposible. Se decía que solo la usaban artistas, empresarios, políticos y policías, que era exquisita y cara. Nunca tocaba el tema don Ramón González, optó por enterrar una juventud y vida dura para pasar en paz con sus hijos pequeños con él ya en una edad muy madura. Así murió, como uno más.
Quién imaginaría el boom del narcotráfico en México y Morelos. Pero no pasó mucho tiempo, unos cinco, seis años, para que se oficializara el trasiego, recepción e inicial consumo de esta droga codiciada en aquellos y recientes tiempos. Hoy otros modelos hacen estragos, las metanfetaminas y, un tema que deseamos tratar breve pero con atención: la heroína, siempre cerca de esta entidad, pero no imaginábamos la generación de intereses y muertes que trae consigo. Nos impresiona la aparición de un libro del colega José Reveles, veterano también y respetado más –cercanísimo al nunca olvidado Carlos Reynaldos–, titulado Échale la culpa a la heroína. De Iguala a Chicago, en extractos que autorizó publicara la revista Proceso la semana anterior.
Hay que comprarlo, pero para abrir un poco la idea de lo grande que es el tema, tomamos partes que Iguala (cuya población es menor a la mitad de Cuernavaca) es el gran surtidor de heroína a los Estados Unidos, que su producción rebasa en 300 por ciento al opiáceo que siembran en Colombia, que en Estados Unidos existen poco más de un millón de usuarios e Iguala está detrás solamente o a la par de Afganistán. Antes de entrar en una cronología que sugerimos a nuestros amables lectores la partan en dos o tres partes, si es que se nos alocan los dedos y lo alargamos, compartimos dos últimos párrafos de la obra de Pepe Reveles, que cada quien puede darle su interpretación:
En este infierno cayeron los normalistas recién ingresados a la Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa aquella noche del 26 y 27 de septiembre del 2014, cuando simplemente iban a tomar autobuses para hacer sus propios ‘trabajos de observación’ de la escuela y luego retener los camiones para trasladarse a la Ciudad de México en ocasión del 46 aniversario de la masacre de estudiantes del 2 de octubre en Tlatelolco.
Además que el jugoso negocio ilegal no acepta testigos ni miradas extrañas, primero corrió el rumor, y luego se publicó en varios medios y redes sociales que uno de los autobuses que finalmente fue tomado por los normalistas ya estaba “cargado” con mercancía ilícita para ser enviado a Reynosa, Tamaulipas. No se especifica si era alguno de los dos Costa Line o el Estrella Roja del Sur.
Vale la pena adquirir este libro, Échale la culpa a la heroína. De Iguala a Chicago de Editorial Grijalbo, escrito por el periodista José Reveles. Y los que conocemos Iguala, que hemos vivido la fraternidad de los dos estados históricamente, la buena vecindad, entendemos que siempre ha sido común la siembra de amapola, pero no conocemos el trasfondo, porque aun a sabiendas que es ilegal, los circundantes a la tierra igualteca, la zona montañosa, la sierra, el Filo Mayor y toda la intercomunicación que se da en las serranías hasta llegar a las costas, los lugareños ven normal lo que hacen, lo que devengan, y entendemos que los negocios, también desde siempre, lo hacen personajes que pueden ir desde delincuentes conocedores hasta altos mandos del poder. Hablamos de hechos consumados. No especulamos, porque no se sabe, justo porque no sabemos, y qué bueno.
Intento de cronología
Mencionamos el suceso de los cubanos González por los años sesenta con el laboratorio de cocaína, y la sociedad local supo y no entendió el tamaño del asunto: ya Morelos, en este caso su capital, era escogido por los negociantes de narcóticos como sitio estratégico geográfico, pegado a Guerrero y el Pacífico, a la mayor ciudad de América Latina y quizá, en ese momento, del mundo, paso de Oaxaca y de aquí hacia allá Puebla y Veracruz. Los privilegios tan presumidos de la gran naturaleza, bondadosa, chocaban con su posición en el mapa nacional… Y luego internacional con lo siguiente:
El arribo de Armando León Bejarano Valadés, un médico ortopedista integrante del pentatlón que fundaron, entre otros, varios mexiquenses de la política como Jorge Jiménez Cantú, fue una imposición del presidente Luis Echeverría Álvarez a petición de ese conjunto encabezado entonces por Carlos Hank González, que construía un grupo entre jóvenes que hace poco y actualmente dominan el escenario político. La posición de colocar a Bejarano era estratégica: un médico con nombre, hecho director de Adquisiciones en la secretaría de salubridad con Jiménez Cantú, llevaba la intención de cerrar un círculo de poder y otras cosas, una de ellas por los hechos y a los años, el manejo de droga llegada de países sudamericanos como Bolivia, Perú y Colombia, específicamente cocaína.
Bejarano llegó sin conocimiento pero para ello le impondrían a casi todos sus funcionarios, en posiciones clave: en finanzas a un experto, Raúl Morales del Río, a los Baz, a los Orrico Toledo, a su propio hijo que hizo secretario. Pero en áreas especiales no le dejaron hacer nada, sobre todo en lo de seguridad pública. Llegó un policía con mala fama, vertebrado en la escuela que finalmente se apoderó del ya presente negocio del narcotráfico, se llama Luis Villaseñor Quiroga, gente enviada por el secretario de Gobernación de José López Portillo, el hidrocálido Enrique Olivares Santana. La jefa de seguridad del ministro era la conductora de Imevisión, Patricia Panini, esposa de Villaseñor Quiroga.
Este arriba con policías desconocidos y sin la menor idea de Morelos y su geografía. Tipos rudos y criminales, en su mayoría como Álvaro Fernández, Aurelio Salinas Urrutia, Eduardo Sahuaya y Alberto Pulido El Pegaso, responsable de la zona de Cuautla y hasta los límites poblanos. Traían una misión: facilitar lo que el día de hoy es trágico, el paso de narcóticos, en especial cocaína. La parte más plana de Morelos, es el oriente, colindante con Puebla. Ahí se construyeron de manera artesanal pero eficaz, pistas de aterrizaje para aviones más o menos ligeros, en lo que fue el municipio de Temoac, instaurado precisamente en los primeros meses de Bejarano. Pero tanto la judicial de Morelos, la delegación de la PGR, tenían un jefe: el delegado de la Dirección Federal de Seguridad –la DFS–, que se acreditaba como morelense y con familia aquí, Rafael Aguilar Guajardo.
Abiertamente, con pretextos de retenes, las policías federales y locales de Morelos, se instalaban en varios puntos del oriente. El objetivo era preparar los terrenos para los arribos de aeronaves desde Sudamérica. Esto lo mencionamos porque lo vivimos como reportero y no alcanzábamos a entender el porqué del gran interés en esa región. En tanto, otras áreas policiacas en sus ratos libres, secuestraba y robaba bancos, El gobernador Bejarano, frívolo, un pelele. Incluso cuando algún sector social lo conminó a echar a su policía Villaseñor Quiroga, mando traer a este sin guion previo, lo regañó y el jefe policiaco le dio una bofetada al gobernador frente a todos. Se fue Villaseñor, bejarano dijo que lo había cesado y cinco meses después estaba de nuevo impuesto por Olivares Santana. El negocio era más importante que el tímido gobernante y sus molestias. Increíble pero así fue.
Estamos hablando de 1976 a 1982, el sexenio bejaranista. Un dato que nos duele pero fue corroborado por gente de allá mismo, es que los primeros consumidores del enervante sudamericano fueron campesinos y oriundos del lugar, que al llegar el otro gobierno, el de Lauro Ortega, corrieron a sitio seguro los policías, excepto Luis Villaseñor Quiroga, que fue encarcelado en el penal de Atlacomulco y luego transferido dúctilmente a una cárcel de la Ciudad de México, donde lo liberaron.
Para evitar la continuación de Morelos como plataforma de abastecimiento de droga a los Estados Unidos, el gobernador Ortega tuvo que buscar a otro de los artífices de la pandilla, un militar de alto nivel llamado Román Poblano, quien encaró a Ortega, lo retó. Y don Lauro movió su presencia en el poder para que se tomaran medidas. Y así fue: los movimientos de cargar combustible se recorrió unos kilómetros y lo hacían en Puebla. Asunto arreglado, y una certeza limítrofe con la contundencia: El Estado, sus Fuerzas del Orden, estaban al frente de todo.
No era coincidencia, entonces, que a principios de los ochenta, reconocidos jefes de cárteles posteriores eran madrinas o agentes tanto de la Judicial Federal como de la DFS, y hablamos de los ya muertos, de los que ancianos siguen en la cárcel y de uno que otro vivo. Todos iniciaron en la policía, en preparación para su tarea posterior.
Esta parte la concluimos con un elemento que sustenta en parte lo anotado:
El primer Jefe del Cártel de Juárez, desde mediados de los ochenta, que se abre a la sociedad un poco el tema del narcotráfico, es Rafael Aguilar Guajardo, al que ya comentaremos cómo, dónde y quiénes lo asesinan años después y otro punto para revisar a tanto tiempo: ¿Porqué Bejarano candidato y gobernador de Morelos, si era desconocido, si no era oriundo, si no tenía ninguna querencia por la entidad y sus habitantes. También el tiempo ubica las piezas: su yerno Rafael Ángel Calderón Fournier, hijo de un ex presidente de Costa Rica, era ministro del Exterior de ese país clave en la geografía de los negocios.
Se entendías entonces que cualquiera de los países surtidores en el Sur, Colombia, Perú o Bolivia, tenían que hacer una parada técnica en Centroamérica, que mejor Costa Rica y de ahí, sin escala al centro de México, y a la medida Morelos, para que llegaran a su destino final. Ya los proyectos enmascarados de la política, tenían fines oscuros en este caso el naciente narcotráfico que no se acaba.
Por eso el pentágono: Sudamérica—Costa Rica—Morelos—Estado de México y Distrito Federal. Dicho en nuestro caló: Coca—
Calderón Fournier—León Bejarano—Jiménez Cantú—Hank González.
Listo lo que le sigue a estos hechos consumados, ni especulamos ni señalamos quiénes son. La historia así lo consigna, cuestión de armar las piezas. Y seguimos andando… o sea continuamos con la parte que falta hasta hoy.