Por Javier Jaramillo Frikas
Quince años bañados en sangre
El laboratorio de cocaína en los años sesenta que explotó en la avenida Morelos Sur de dos hermanos cubanos, la operación de policías federales y estatales presumiblemente ordenadas por gobiernos de Morelos, Edomex y el Distrito Federal, con escala en Costa Riva de droga procedente de Colombia, Perú y Bolivia, con la participación directa del mandatario local Armando León Bejarano –1976-1982–, una aparente tregua en la segunda mitad de los años ochenta, la instalación de capos del narcotráfico que toman a nuestra entidad como zona de confort familiar sin violencia con otros cárteles geográficamente establecidos por una especie de federación, y lo que se constituye en los peores años de sangre, terror y violencia jamás recordada en estos cincuenta años, a partir del año Dos mil, recrudecida hasta el 2012 y con presencia en este momento.
Es casi contundente que bajo los regímenes priistas, el tema del narcotráfico si no totalmente controlado si tenía tintes altos de institucionalidad, que mandaban funcionarios de todo nivel y que no permeaba en bajas humanas de la sociedad civil. ¿Qué hacía eso posible? La demanda de consumo de los Estados Unidos le daba figura oficiosa y se toleraba. Era un gran negocio para los participantes, pero aunque los clientes dejaron de ser ya en los noventa los habituales de alto nivel económico, se retenía de alguna forma para que no se desbordara la violencia generalizada.
El cambio del 2000, desde la óptica del que escribe reacomodó los intereses de los grupos de poder en el narco. El presidente Vicente Fox pasó los primeros tres años su sexenio son mayores exabruptos en este rubro, pero se agudiza en el instante mismo que asume la presidencia Felipe Calderón Hinojosa. Allí se rompe la cadena, la geografía nacional inicia un baño de sangre que aún no termina. Declara la guerra a los cárteles sin los amarres suficientes al interior y no hace caso al modelo anterior que permitió la construcción de un sólido crimen organizado que aunque parezca extremo, traían consigo tratos que respetaban a muchos sectores. El negocio era el trasiego de la droga a la Unión Americana y a países europeos en menor escala.
Y Morelos cubre su injusta cuota
No obstante las décadas que nuestra entidad fue partícipe en algunos de los trazos históricos del narcotráfico (abastecimiento de combustible, laboratorios en colonias populares, casas de descanso de los capos), no se dirimían aquí los ajustes. Todavía en el sexenio de Sergio Estrada Cajigal Ramírez en sus primeros cuatro años, la noticia nacional estaba en otros lugares, pero ese y el siguiente sexenio del doctor Marco Adame Castillo, fueron públicas las presuntas relaciones con Barones de los Cárteles, en especial de la familia Beltrán Leyva. Y estos, hechos en la vieja escuela, buscaban permanecer con perfil bajo. Es a partir del 2007 que elevan la violencia, ajustan en este piso y se comienza a perder el control.
Hubo ejecuciones de comandantes policiacos como Victor Payán que trató de extorsionar a gente de este grupo criminal, la detención de los padres de los hermanos Alberto El Borrado y Mario El MP Pineda Villa en la zona residencial de Reforma, la ejecución de ambos en nuestro territorio –uno en Huitzilac y el otro delante de Cuautla— esto llamó la atención nacional, los mapas de riesgo incluyeron a Morelos, pero es el 16 de diciembre del 2009 cuando los reflectores se quedan estacionados alumbrando nuestra pequeña geografía, como una zona de alto riesgo en el país, y se dan alertas internacionales. Si bien la sociedad local percibía movimientos extraños dos o tres años atrás, aquí se viene el escándalo y con esta la sangre por todos lados.
Dolorosamente somos un Estado del que ya no deja de hablarse en medios y redes sociales, y aunque la excusa es que no a niveles de otros sitios como Tamaulipas, Chihuahua, Sinaloa, Durango o Veracruz, el estigma se estableció y es difícil eliminarlo. Y en entidades de por allá, está probada la baja en los índices de este rubro, aunque nadie afirma que ya no existan los cárteles. En este momento se habla aquí en Morelos de carteles de menor envergadura, algo así como desprendimientos de los grandes, pero se dan eventos con el sello de crimen organizado. ¿Menos? Quienes hemos estado desde siempre en esta tierra, podemos dar una opinión que podrá no ser compartida, que ha bajado el nivel de la batalla y que sin el conocimiento pleno de causa, son menos los muertos por razones del tráfico de drogas, lo que es diferente a que no sea el mismo trasiego o consumo. Es un tema que inmediatamente se politiza, así que vayamos a la cronología somera porque aferrado el que escribe a la terca memoria, no hay una hoja con anotaciones.
Y es que dadas las graves condiciones que ha vivido Morelos y los que aquí vivimos, es punto menos que imposible no politizar un tema como el de la seguridad pública. Si en los años sesenta, setenta, ochenta, noventa, dos mil y lo llevamos de esta nueva decena, medio siglo conviviendo con un negocio ilícito que no hacían los morelenses, las batallas sangrientas en las calles no sucedían, cuál es la explicación que a partir de la llegada de Fox, pero sobre todo Calderón, Morelos haya contribuido con un alto número de los más de cien mil en el país muertos el pasado sexenio federal, cifra espantosa, inconcebible.
Obviamente no es un tema que se resuelva por decreto, lo han dejado hacer raíces, han logrado permear a diversos sectores de la sociedad, cada vez es más común que aparezcan entre los caídos por esta lucha gente que en algunas colonias conocían como personas normales, o pequeños delincuentes. No es fácil. Un asunto que parece banal no lo es: entre sectores medios y altos de nuestra sociedad son cada vez más comunes que los jóvenes opten por los narcorridos que por el Pop. Familias tradicionalistas, conservadoras, se asustan. Es parte de este proceso de descomposición en el país, y Morelos siempre hemos sido una porción, pero nunca, nunca, nuestra imaginación llegaba a los hechos sangrientos de los últimos quince años.
Bueno, la cosa es de tal tamaño, que lo que hace veintitantos años una exclamación espontánea hecha frase en este y otros espacios del queridísimo colega, amigo y hermano ya adelantado, Carlos Reynaldos Estrada, esa de ¡Ya Basta de Realidades, Queremos Promesas, en este contexto no cabe. Tendremos que buscar Pescadores de Ilusiones o que la Divina Providencia nos regrese lo que bárbaramente nos han quitado: la tranquilidad.
Este tercer comentario de un tema real, lo hacemos bajo nuestra entera responsabilidad, con hechos consumados y donde entra, a fuerza, lo que el periodista cree. ¿Existe confianza que por piedad nos saquen a Morelos y sus habitantes de este esquema tan doloroso? Un servidor tiene la posibilidad de compartir parte de lo vivido desde un quehacer informativo y lo realizamos sin el conocimiento de detalles. Es una cronología como ya lo dijimos antes, somera, pero es necesario ubicarnos en una realidad madura, para no heredarle a las futuras generaciones un Morelos desgarrado de su tejido social y con las entrañas expuestas.
Como que no es justo…
Sin falta, en unas horas juntaremos las tres columnas y las pondremos en un link para quien guste leer de corrido. Lo único que garantizamos que serán varios minutos en alguno de sus descansos. En tanto, un abrazo fuerte a los que nos hace el favor de seguir este inconstante espacio.