- PUBLICACIÓN DOMINICAL
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- “POR LA LIBRE” DEL PERIODISTA IGNACIO CORTÉS
- MORALES>>
///DOMINGO 10 DE JULIO/2022///>>
Dom, 21:34>>
Nacho>>
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- La comandante>>
Por Ignacio Cortés Morales>>
Cuarta entrega El oscuro mundo del modelaje.>>
Capítulo III 10-07-24 – ¿Comandante, ya nos vamos a ver al tal Alfonso para que nos explique lo del pasadizo y del estudio? – No Ruperto, no tiene sentido. ¿Qué le vamos a decir?, que descubrimos el pasadizo, un nuevo estudio?. Vamos a descubrirnos. Tal vez tengamos que regresar en las mismas condiciones y no tiene caso advertirlo. Además, te lo reitero, pasadizo y estudio puede decir que se debe a que para las fotos se requiere de toda la tranquilidad. Ahora parece algo menor. – Pero tiene una salida y, por lo tanto, una entrada, por ahí pudieron llegar las dos jóvenes, Que nos explique. Además, comandante, déjanos a Enrique y a mí que lo apretemos un poco y ya verás lo que nos dice. – Entiende que no, él no debe saber que lo descubrimos en nada, porque nada es el pasadizo, porque lo único que sucederá es que lo vamos a poner alerta. Mejor esperemos. Yo insisto en que estamos buscando por el lado equivocado. Por sí o por no, vayan a pedir las grabaciones de las cámaras de vigilancia que hay en la calle. Analícenlas y me presentan el informe sobre el particular. Tú también, Enrique, vayan por el otro lado del edificio y pongan atención en los detalles. Yo voy a buscar a un contacto para que me hable de Alfonso, algo se debe saber de él si es que está metido en cosas turbias. En ocasiones la policía es la última en enterarse sobre lo que sucede a nuestro alrededor. Nos vemos más tarde en la oficina para intercambiar información. Yo creo que seguimos investigando donde no es o lo estamos haciendo mal porque, hasta ahora, no hay nada. Analicemos las cosas con calma; de manera frontal, vamos a tardar años y nada se resolverá. Algo estamos haciendo muy mal. Salieron los tres y en la puerta se despidieron para cumplir con sus misiones. La comandante subió a su casi desvencijado auto rumbo a una colonia popular, donde se encontrará con Felipe para que le dé información sobre el caso. “Algo sabrá; en el ambiente en el que se desenvuelve se saben muchas cosas. El vino saca cosas que el hombre se calla, diría Alberto Cortez, y es cierto, afloja la lengua, envalentona y se empieza a alardear, incluso hasta la fantasía, pero algo queda y este hombre lo recopila. Dice que un día escribirá sus memorias con todo lo que en ese bar de lujo se habla”. Al llegar al lugar, una casa de medio pelo de dos pisos; tocó. Pasaron algunos minutos para que le abriera Felipe, quien todavía tenía los efectos del alcohol de la noche anterior, pero la vio; con gusto la invitó a pasar, se dieron un abrazo y ella pasó a aquella casa en desorden, “perdona, la señora del aseo viene hoy, pero más tarde. Sabe que a esta hora estoy durmiendo, pero después de las tres llega, hace el aseo y la comida, pero ahora, mira el tiradero. Disculpa, siéntate. ¿Quieres tomar algo?”. “Es muy temprano, déjalo así; no tardaré mucho. Necesito que me ayudes, saber si sabes algo de la agencia de modelos de Andrés Alfonso”. Nora le adelantó unas fotografías de Alfonso y de la fachada del negocio, para ayudarle a recordar. Felipe observó las fotos y le dijo que Andrés Alfonso es un cliente frecuente del bar en el que trabaja como mesero. Siempre llega con una mujer joven, guapa, va a una mesa donde está un hombre mayor y tras de uno o dos tragos, él se retira, la joven se queda y después de dos copas, salen. Sólo una vez llegó con dos jóvenes y se sentaron junto a cuatro hombres más. Él salió, ellas se quedaron, pero algo sucedió porque en media hora, hubo jaleo. Cuando los hombres quisieron pasarse, ellas se pusieron de pie, salieron apresuradamente, pero los guaruras las regresaron, mostrando sus armas con discreción; yo me di cuenta. Iba a intervenir, pero el capitán de meseros me lo impidió. “¿Dónde vas?; no es asunto tuyo, no hagas escándalo porque hasta este día trabajas aquí. Esas muchachas vinieron por su pie, que lo resuelvan. Parecen mayores de edad”. “Pero no podemos ser cómplices. Si algo pasa con ellas van a saber que aquí estuvieron y tendremos problemas, así que mejor déjeme acercar para saber si algo sucede. Voy a ver si algo se les ofrece y palpo cómo están las señoritas”. El jefe de meseros me pidió que esperara unos minutos y que después me acercara con discreción, y así lo hice – Señores, ¿todo bien?. ¿van a pedir algo más, ustedes, las señoritas. – No gracias; la cuenta por favor. Salieron, las chicas fueron apoyadas por los guaruras, se veían ya más tranquilas y un poco mareadas y me acerqué para ofrecer ayuda, pero los guadaespaldas se interpusieron y salieron rápidamente. Se acercó el jefe de meseros para intervenir, “los señores ya se van, hay algún problema”. Todos dijeron que no y salieron. El capitán me miró con advertencia cuando yo intenté salir. “Ve a atender aquella mesa”. No me quedó otro remedio que ir. Nora sacó unas fotos y se las alcanzó a Felipe, “¿eran ellas?”. – Ellas no, las dos chicas que iban con ellos no eran las de las fotos, pero ellas sí estuvieron en el bar, llegaron otro día, con otra persona; fue la primera y última vez que les vi, a él y a ellas. El hombre, elegante, con un traje de buena alzada. Llegó con las jóvenes que iban con vestidos cortos, bonitos, uno verde y el otro azul, llamativos, las hacía ver estupendas, con un maquillaje que les venía de encanto, peinado que enmarcaba sus rostros apenas morenos, apiñonados, que llamaban poderosamente la atención. Son de esas caritas divinas; de verdad, no estoy exagerando. En las fotos que me das se ven bonitas, pero con maquillistas y peinadores profesionales, se mejora. Se emperifollan con expertos. – ¿Él cómo iba vestido?, ¿cómo era? – Joven, de unos 25 años y con traje gris, corbata roja. – Dices que no regresó, pero ¿sólo iba Alfonso a dejar chicas o iban otros? – Sí, otros – ¿Podrías decirme si a esos otros los volviste a ver?, ¿volvieron a ir?. – Sí. Fueron como cinco y todos enviados por Alfonso; lo supe porque entregaban tarjetas de la misma agencia de modelos. – ¿Me estás diciendo que a los personeros de Alfonso los viste varias veces, y a las chicas también?. – Eran varias chicas, todas ellas fueron, por lo menos, dos o tres veces, incluidas las dos que se pusieron difíciles la primera vez; para la segunda ocasión hasta se les impidió que subieran a la mesa porque quería bailar arriba de ellas; los hombres pagaron y se las llevaron. Como que le encontraron el gusto. – ¿Cómo le van a encontrar el gusto a irse con desconocidos?. Una bola de borrachos, irrespetuosos, hasta perversos, potencialmente peligrosos, oliendo a alcohol y tabaco, aunque, en tu bar, todo fino, pero el alcohol es alcohol y el tabaco igual, lo mismo que alimañas que pagan con dinero lo que no pueden conquistar como hombres. Pero volvamos al punto, el caso es que estas mujeres y estos hombres volvieron varias veces, pero las dos jóvenes que busco y su acompañante no regresaron nunca. Ellas están desaparecidas y te puedo apostar que él también. Te mandaré al dibujante para que lo describas y lo busquemos. – No es necesario. No se te olvide que casi todo lo tengo registrado; quiero escribir mis memorias o palabras de borrachos. Les tomé una foto a las jóvenes y él estaba con ellas. Permíteme, traeré mi celular y te enviaré la foto, aunque creo que a ninguno de los tres lo vas a encontrar vivos. – Eso me temo, y hasta te puedo decir por qué. Es territorio de Alfonso. El negocio de la trata de blancas es altamente productivo, y que también reclama sus espacios, así que no permite que nadie se acerque o pagará las consecuencias con la vida, porque creo que los tres, como dices, ya no son de este mundo. Pásame la foto para checarlo en los archivos, y lo buscaremos. Él nos llevará a la otra agencia que negocia con esclavas sexuales o algo parecido. Además, nos servirá para que el tal Alfonso, cómplices y jefes, lo paguen en la cárcel. Los proxenetas como los narcos no merecen contemplaciones, y mira que lo está diciendo una pacifista, aunque sí, con las leyes en la mano; no se puede combatir la violencia con violencia. No debe ser la venganza, sino la justicia lo que nos debe mover como policías y como seres humanos, pero envenenar a las juventudes y/o prostituirles, es lo peor que se puede hacer y voy por ellos. No sabes cómo agradezco tu apoyo. ¿No sabes a que agencia de modelaje pertenece él, verdad?. – No, no dejó ninguna tarjeta. En realidad, cuando llevó a las jóvenes, apenas sí tardó; tomó una copa de prisa y salió. Tal vez sabía que no era su territorio y temía por su vida. – Pero no por las jóvenes, a las que abandonó a su suerte. ¡Maldito!. Él sabía que estaba en territorio ajeno y ahí llevó a las jovencitas. Pero voy a destruir su agencia; no les van a quedar ganas de volver a abrirla, ya lo verás. Bueno, me voy, tengo datos, pero ahora a probarlo. Seguramente nos veremos esta noche en el bar para cazar a Alfonso. Déjame pensarlo, porque cuando lo detenga será para que no se pueda escapar así compre a esos jueces que más que penales, deberían llevar el título de venales, aunque seguramente habrá algunos decentes. – Igual puedo decir de los policías, comandante, o de los curas, ya ves ahora, exigiendo balazos en lugar del perdón. Pues que lo apliquen a sus pederastas o a los que reciben las narcolimosnas. Deberían ligarse con los priístas que exigen que las familias se armen para que la violencia crezca, como en Estados Unidos; niños y jóvenes robando las armas que sus papás tienen en casa para asesinar a sus compañeros. Algunas familias primero les enseñan a disparar a sus hijos que a caminar. En fin. – Te encanta la política. Tienes razón. Gracias. Nos veremos muy pronto. – Si vas a ir esta noche, me avisas para que te aparte una mesa desde donde puedas ver todo lo que suceda sin que te expongas. Con suerte el tal Alfonso tiene alguna entrega por ahí. – Te aviso, y gracias por la información. Ya no tomes tanto. Supera lo de tu mujer, déjala descansar en paz. – Tú sabes cuál es el remedio – ¡Vamos!, ya lo hemos hablado. Ya sabes todo el cariño que te tengo, pero en mi profesión es imposible. O tienes familia o eres policía. Nuestra vida es terriblemente aburrida, pero cuando entras en acción, sabes que en cualquier momento quedas tendida con un balazo en la cabeza. – No pierdo las esperanzas. Ella se acercó a él para darle un beso en la mejilla, combinado con un abrazo sincero. Seguramente él le inspiraba algo encantador, pero el trajín de ser policía no lo cambiaba por nada. “Yo nací para ser policía”, se decía, “para remediar un poco lo mucho que está mal en este mundo, el mundo que todos hemos contribuido a que esté en las condiciones actuales, aunque no todos lo acepten, pero la culpa es de todos. – Gracias por tu sinceridad de siempre. – Déjalo así, permíteme que te tenga este cariño; no vayamos más allá, no nos lastimemos, no nos hagamos daño. Nuestra amistad es grande y siempre me ayudas en los casos. Te estoy muy agradecida. De verdad. Nuevamente gracias.