Por Javier Jaramillo Frikas
Es noticia que Jorge Meade González sea el coordinador general de la campaña de Jorge Messeguer Guillén a la presidencia municipal de Cuernavaca. Y merece el corto análisis de los por qué sucedió. Ya nada es descabellado ante los brincos de las acciones partidistas, por ejemplo que el PRD –partido de Messeguer y hoy de Meade González— no termina por aterrizar en el pie—calle. Intuyen que el PRI les aventaja. Involucrar a Meade González pareciera no un acto de fortaleza por los atributos que pudiera tener el hijo del priista tradicional Jorge Meade Ocaranza, delegado federal de la Sedesol en Morelos, porque en las entrañas priistas conocen que la función partidista de Meade Junior no ha sido de trabajo, de lucha, de entrega, de convicción. No es, probado, un operador de nivel para la envergadura del encargo: alcanzar la llamada Joya de la Corona.
Así, los del PRI, PAN, todos los demás, deben respirar tranquilos ante la designación perredista. Parte de una familia tradicional, respetable, con una madre de excepción y un padre que conoce de las tareas tradicionalmente básicas de su partido, Meade Gonzálezes un adulto que toma sus decisiones y como suele suceder en muchos, hace las cosas sin preguntar ya no digamos solicitar consulta y orientación. Coloca en estado de riesgo el trabajo de su padre más que la batalla de su hermana Cecilia en el primer distrito local por el PRI en Cuernavaca. Esta joven señora cuenta por sí misma con las herramientas para dar puntos a su partido y regresar al Congreso Local. En los hechos, Jorge Chico, está en la esquina contraria y ha colocado bajo los reflectores locales y federales al referente familiar con larga trayectoria, exitosa, larga, que es Meade Ocaranza.
¿A quién se le ocurrió que acomodar a Meade González le va a abonar a un Jorge Messeguer que en los hechos lleva más de un año en campaña? Dicen, los que andan calles, pueblos y colonias de esta capital, que el ex secretario de Gobierno no logra aterrizar. Sin embargo, lo saben en los mandos medios y altos, las elecciones se ganan con estructura y dinero, además de buenos candidatos. Quizá el PRD tenga dos de estas tres condiciones, renguea el abanderado pero arman su estructura y el dinero va a aparecer en los registros del órgano electoral para cumplir lo legal y se desparramará en los surcos de despensas y prebendas tradicionales de estas contiendas constitucionales, lo que no es nuevo ni asusta. Así ha sido.
Si se trataba de un golpe mediático, se ha logrado (incluso nos levantó obligadamente de la poltrona), pero no es, de ninguna forma, un golpe político. Es diferente. Quizá quede en el anecdotario por la rapidez como llegan y se pierden estas noticias, pero seguramente ha generado un conflicto de intereses y sentimientos que va más allá de un hogar o una familia, que ya debe estar en los escritorios de quienes en la ciudad de México conocen a Jorge Meade Ocaranza y saben qué función juega en su administración. Sí, está en riesgo, porque localmente hasta sus propios correligionarios van a dudar que no apoye las acciones de su carne, de su sangre, desde la importante dependencia gubernamental. Puede no hacerlo –es, además de experimentado, del viejo corte institucional—pero la duda sembrada hace daño, y él lo sabe.
Sabemos del tema, recién lo vivimos en familia y de ahí que las entregas de esta columna hayan sido espaciadas o casi nulas durante un buen tiempo. El desconocimiento propio de lo que hacía una querida hermana en un proyecto electoral, obligaba a respetar su decisión y que cada quien encontrara su sitio. La historia es conocida y se encuentra en el lugar que uno –y ojalá ella misma– desea estar, aunque el fervor por la política hizo su parte y generó desconcierto interno. Son, como en el caso que nos ocupa de los Meade González—Ocaranza—López, situaciones que van más allá del control. Se diría, acciones irresponsables o, en su caso, libre albedrio.
Pero la política—política no es de ocurrencias ni invenciones. Es una práctica que los que se dedican a ella, saben requiere de la máxima seriedad. Llegar a ella jugando o llenos de esperanzas es hándicap en contra. Es de vertebración y compromiso. Este último se trae natural, el otro se logra a través de largas y añosas jornadas.
Jorge Meade Ocaranza ocupa un cargo estratégico de la administración federal. No sabemos si haya puesto ya su renuncia en el escritorio de su jefe inmediato, si haya dado explicaciones a sus contractos en el poder nacional, pero lo que sucedió ayer con su primogénito, le ha generado conflictos, tampoco imaginamos de cuanta gravedad, pero ya se verá y pronto.
La tarea de Meade González, ya lo experimentarán los perredistas que respaldan a Jorge Messeguer, no lleva la consistencia de una carrera en la operación política. Hoy las sorpresas son constante, este joven uso pañales, creció jugando con bicicletas, estudió y creció hasta ocupar un cargo de elección popular por la gracia de un padre político y de un partido, el revolucionario Institucional. Quizá no lo sepa y se encuentre en el crucero de la decisión: ¿Es político u hombre de negocios?
A simple vista, el primer asalto y antes de sonar la campana lo gana Maricela Velázquez Sánchez. Y si nos metemos en lo que tanto gusta a los políticos técnicos de hoy que son las encuestas, el PRI marcha arriba con varios puntos de distancia. Y si escuchamos la voz de la calle, las condiciones hacia el PRD son adversas. Todo esto hoy, este día. ¿Va a cambiar? No inician las campañas, pero de que se siente, se siente…
Este tema es de sentarse a reflexionar hasta dónde vale insertarlo como columna. Si lo vale, es público completamente, es atípico si de otros tiempos habláramos, pero también es un indicador de cómo se encuentran las cosas en los cuarteles electorales—políticos de los partidos y sus candidatos, así que como bautizaría el tremendo y rasposo Chacal: Comentario Obligado.