Política e Improvisaciones

Javier_JaramilloPor Javier Jaramillo Frikas

Justo en la previa para que se desate la carrera por los próximos cargos electorales, el juego de los aspirantes es de todo por todo, incluidas triquiñuelas que asaltan públicamente códigos y leyes como la publicidad disfrazada en espectaculares y medios de comunicación. Lo de cada tres y seis años. El asunto es que en esa multitud de personas con aspiraciones, buscamos quiénes sean practicantes de la política—política y cuesta trabajo. Este quehacer, ciencia o como le llamen los estudiosos ha tenido en Morelos un estancamiento de lustros, décadas si nos remontamos a 1994 que aparece el primer no político ganando la gubernatura, Jorge Carrillo Olea. Experto en tareas de seguridad nacional, don Jorge manejó con desdén su responsabilidad como ejecutivo y comenzó a romper reglas históricas que avisan la posibilidad de gobernar y hacerlo bien. Llegó con un numeroso grupo de fuereños ofendiendo a los locales. No conocía la realidad de Morelos.

No es el jojutlense el tema, porque sucesivamente Morelos ha sufrido la improvisación que desde los máximos cargos han hecho los que ganan la elección. Y tan no es el tema central —más bien el primer referente— que las causas que lo llevaron a la renuncia fueron menores a los que lo sucedieron y terminaron tristemente el encargo, específicamente Sergio Estrada Cajigal y Marco Antonio Adame Castillo, ambos del Partido Acción Nacional. El actual, Graco Ramírez Garrido Abreu ha tenido dos años de aprendizaje sin contar con la aprobación media, pero hasta el momento, en su favor, no se conocen de lo que sus dos antecesores vivieron y no supieron enmendar: la presencia en los cargos policiacos de personajes tan ligados al crimen organizado que o sufren largas condenas o han muerto en la cárcel. Y hablamos de los responsables de brindar seguridad a los morelenses. La lista es larga y penosa:

Con Carrillo, el subjefe judicial y principal mando de operación en esa corporación, Armando Martínez Salgado, sigue desde enero de 1998 —hace ya 16 años con diez meses— en el penal de máxima seguridad de Almoloya de Juárez. Y ahí llegaron en calidad de presos Agustín Montiel López y Alberto Pliego Fuentes, los dos primeros coordinadores de la Policía Judicial, un subdirector, Raúl Cortés Galindo, alias El Mico y un comandante apellidado Pintado, además del secretario de Seguridad Pública en ambas administraciones Luis Ángel Cabeza de Vaca y el jefe de la policía metropolitana Francisco Sánchez —este ya libre pero purgó varios años en una prisión federal—. Lo anterior es un indicativo que sus jefes, los gobernadores, eran rebasados por los policías y se anidó, como nunca, el crimen organizado. Esa es una realidad que solamente anotamos para entrar en el terreno de la alerta obligada: ¿Por qué designaciones sin la menor investigación de quienes serán corresponsables con ellos, los mandatarios, de cuidar la integridad y el buen vivir de los morelenses? ¿Quiénes y cómo se los impusieron? ¿Por qué no aplicar el sentido común y la calidad de estadista obligada para un gobernante?

Con el escandaloso y dramático caso de Iguala y los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos y sin visos de encontrarlos, es el reflejo no solo de la improvisación de los partidos políticos sino la invertebración de cuadros en esos mismos institutos. Hoy, es común la mezcla de dirigentes, mandatarios, con personas públicamente conocidas por su relación con cárteles o grupos que han hecho de México una geografía de sangre. El fugado alcalde de Iguala era conocido por toda la población por dos cosas: su falta de capacidad y su íntima relación con un grupo criminal de alta envergadura. Y lo postularon. En ese preciso momento que en el PRD y su coalición lo investía, era evidente que en cualquier momento se daría un suceso que ha dado una y otra vez la vuelta al planeta. México es referencia de barbarie. Claro que hay más responsables que el presidente municipal y su familia, que los dirigentes estatales del PRD y del propio gobernador Ángel Aguirre que así como llegó la primera ocasión al máximo cargo, se fue, en medio de un baño de sangre inocente. Aguas Blancas e Iguala. Hoy ha renunciado. ¿Y?

La obligada revisión

En Morelos existen expedientes abiertos en contra de presidentes municipales, es el caso del diputado de Amacuzac, Alfonso Miranda. Lo dan por hecho, pero las leyes de este país protegen hasta lo evidente. Así ha sido. El famoso fuero impera encima de la legalidad y la razón.

Por ello hablar de políticos y de política se ha convertido en un vacío para los medios informativos. Años tenemos metidos en la nota roja, cuyos titulares opacan cualquier acción de los gobiernos en sus tres niveles. Y por lo tanto, los partidos políticos tienen la obligación de aplicar no solo los requisitos de ley para sus nominaciones, sino medidas que parecen casi imposibles: conocer la vida desde el vientre de sus madres de los que van a postular, si es preciso. Miramos hacia un lado y otro y predomina la improvisación, la vieja costumbre de la espera de los tiempos como simple excusa y la decisión absoluta de las dirigencias nacionales que deben someter a sus elegidos a la exhaustiva investigación previa de los órganos federales y estatales de los premiados. El Caso Iguala puede repetirse si no se aplican las medidas preventivas. Y nos metemos en otro punto:

¿Determinarán los partidos enviar a la arena electoral a personajes honorables o volverán a ganar los intereses?

Existen los políticos, pero son los menos, o han llegado a la edad que les quita atractivo clientelar en la batalla electoral. Quienes han habitado esta tierra los últimos 40 años los conocen. Se cuentan con los dedos de una mano. Años hace que dejaron de renovarse los cuadros y la reglamentación de igualdad de género también es producto de cochupos, lesionando y frustrando a mujeres talentosas. Partidos de edad media —Convergencia, Verde Ecologista, el PT— se enlazan con los llamados grandes para conservar canonjías y prerrogativas legales pero evidentemente inmorales. Existen los dueños de franquicias que pasan los años y no despegan: el mercantilismo en su máxima expresión. En su mayoría, estos personajes, en la lejanía de alcanzar un estatus de políticos vertebrados y pueden ser tres veces diputados o senadores, siempre desde su percepción de mercado, nunca como la responsabilidad social de apoyo a sus representados. Están a la vista. Y desde las legislaturas últimas se toman decisiones para colocar a los funcionarios del Poder Judicial, otro atraso que genera desconfianza y alimenta la corrupción en todos lados.

Hechos, solo hechos…

En el 2000, la caída del PRI fue vislumbrada por los mexicanos que deseaban el cambio, como la panacea. A 14 años de distancia el resultado es adverso, predominó la ocurrencia, la improvisación y la frivolidad. En los 70 años del priato en el poder, el país sufrió convulsiones graves, todas están en la mente del mexicano, pero las nuevas generaciones, nuestros hijos, los hijos de ellos, han vivido sin las libertades que un país debe crear para los suyos. Es la alerta roja —ni siquiera amarilla— que las calles y sus centros de esparcimiento pueden ser su último escenario. No hay manera de desmentirlo. Se suman por cientos y miles —nos sumamos— quienes han perdido uno o más familiares ya por la delincuencia organizada o por la cada vez más galopante delincuencia común. Esto no lleva a decir que es el PRI quienes tienen la mejor fórmula de soluciones inmediatas. Pero un tema anterior de esta columna, relacionado al manejo institucional durante décadas del tráfico de drogas, tiene que interpretarse como acciones delictivas y la semilla que dejaron crecer, en 12 años, los invertebrados que gobernaron. Con Vicente Fox era casi un vacile. Alguna ocasión, el que escribe fue invitado a acompañarlo a una breve gira por Zacatecas para conversar con él. Tipo agradable, de esos que caen bien, cuando entramos en la entrevista y tocamos Morelos, sus respuestas eran increíbles: Es un Estado líder, en agronomía, ganadería, en tecnología, es rico en historia, bien gobernado y que vive en paz.

Seguramente hablaba de un lugar europeo o norteamericano. Incluso, cuando en el menú del desayuno la azafata del Estado Mayor la colocó en la mesita, venía un platillo nuestro: Cecina de Yecapixtla con chilaquiles. Eso pedimos. Y al tenerla a la vista nos encontramos que la cecina si era morelense, pero de Puente de Ixtla y se lo comentamos al presidente: los morelenses la saben distinguir a simple vista. La rica cecina de Yecapixtla, normalmente, llega refrigerada, en bola, de los Estados Unidos, y nuestros paisanos la preparan. Es más gruesa y con grasa. La de Puente de Ixtla es producto de ganado de la región, más delgada y menos grasosa, un poco más rojiza. Se lo explicó el reportero a Fox, mandó llamar al chef del jet presidencial y este contestó con lógica: Todos los mercados de la ciudad de México la anuncian como cecina de Yecapixtla.

Lo anterior puede ser una banalidad, una anécdota, sin embargo, lo mencionamos porque el jefe del ejecutivo de un país, tiene la obligación de conocer con quién va a hablar, así sea el director de un diario de provincia como era el caso. Y qué decir del liderazgo de Morelos en casi todo, cuando aquí se gobernaba con jefes policiacos en convivencia, tratos y negocios con el narcotráfico. Nada fuerte en el agro, tampoco en la manufactura, menos en la ganadería. Fue un viaje corto y punto. Nos quedamos con la seguridad que Vicente Fox era una casualidad, producto del hartazgo social como lo definió el grande Carlos Monsivais y sin la vertebración que requiere un político mediano. Ya los morelenses lo sospechaban pero faltaba la contundencia de las aprehensiones de estos, en plena función, sus procesos rápidos y su confinamiento en penales de máxima seguridad. ¿Alguien podrá creer que no lo sabían?

Entonces…

El proceso electoral de Morelos no se dará en las mejores condiciones, vivimos prácticamente un estado policiaco, es la prioridad y solamente una reflexionada y minuciosa decisión de los responsables directos de partidos, gobierno, podrán dar buenas cuentas, con los que ganen. Es la advertencia de revisar a fondo quiénes serán los enviados a la competencia, seguro ante la ausencia de la política, el tiempo de la formación, la vertebración obligada no viene en esta que sigue. Pero debe sembrarse la esperanza, porque solo con políticos profesionales podrá cambiarse el estado de cosas. En el caso concreto del gobernador Graco Ramírez es su oportunidad de mostrarse como el estadista imparcial en el momento crucial. Podemos nombrar a algunos personajes con vertebración política de Morelos, incluido el mismo gobernador , José Luís Correa, Jorge Messeguer Guillén, Fidel Demédicis Hidalgo y Guillermo López Ruvalcaba —que el columnista no sabe si ahí sigue— en el PRD, en tanto el PRI cuenta con Rodolfo Becerril Straffon, Víctor Samuel Palma César, Jorge Morales Barud, Jorge Meade Ocaranza, Guillermo del Valle, Maricela Sánchez, y el PAN hablemos del que para el columnista parece el mayormente capacitado, Liborio Román Mejía. Hay más, pero en tanto anotamos a estos cuantos. Qué bueno sería hacer una lista tan larga que nos llenara la habitación donde redactamos esta lista, pero no hay forma ni existen estos milagros.

De entrada que los partidos hagan su parte y cumplan enviando a sus mejores mujeres y hombres, que el gobierno realice un manejo neutral impecable y que las autoridades electorales sanciones sin presión o legitimen con razones legales. Podrá ser mucho pedir, pero hay que hacerlo para dejar constancia, ya allá los que lo anoten, entiendan o lo desechen. Como siempre, el que les escribe es responsable de sus acciones que compartimos a nuestros queridos y fieles lectores.

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