Nubes de Morelos, Por Gabriel Vazquez.
Una de las razones por las que pienso que el cielo existe es que nos dejaron un pedacito llamado mamá. Aprovecho para felicitarlas, aunque un poquito tarde, pero deberíamos celebrarlas todos los días del año. Hoy les voy a platicar de los taxis y como se piden en diferentes lugares, pareciera muy sencillo pero tiene sus diferencias. Resulta que el español además de la riqueza que tiene para que expresemos nuestras ideas y pensamientos, es un idioma bastante adaptable a cada lugar donde se hable. Es importante cuidar nuestro lenguaje, estoy convencido de que determina mucho lo que somos, al ser capaces de explicar con claridad lo que queremos comunicar. No se trata de hablar un español sofisticado, complejo o adornado; más bien se trata de hablarlo con un mínimo de decencia para no cometer errores. En lo particular disfruto mucho la gente que conecta su pensamiento con su boca y finalmente con sus acciones, eso es ser auténtico. Así que cuando les digan que son muy ocurrentes y no saben con que van a salir o decir, tómenlo como un halago porque quizá la conexión se esté dando.
Hablando de adaptabilidad del español. En México tenemos que varía de región en región y es interesante. Por ejemplo, una rotonda en el centro del país le decimos glorieta, en el norte la plaza principal es la que se considera el centro de la ciudad, pero en el centro del país es el zócalo. Por cierto, una vez en la frontera salen unos turistas de la aduana mexicana y le preguntan a la persona que vende raspados: “Señor, ¿Donde está el zócalo?” y le responde: “Pues muy lejos joven, se tiene que ir hasta el DF”.
Si entre regiones dentro del mismo país se da estos cambios, ¿Se imaginan entre países? Por ejemplo, en Colombia para pedir un taxi decimos “¿Me puede colaborar con un taxi?; en Venezuela “¿Será que necesita un taxi?”; en Ecuador “¿Tal vez necesita un taxi?”; y bueno pues en México ¿Me puede pedir un taxi?. Una vez me sucedió, mientras estaba de visita en la oficina de España me acerqué a la recepcionista y le dije cuidando de ser educado y suave: “¿Podría pedirme un taxi? Ella me respondió que sí con mucho gusto. Pasó una hora y no me llamaba para avisarme que el taxi había llegado. Me levanté. Le pregunté: “¿Sí solicitó mi taxi?. Me responde: “Usted me dijo que si podría, no que lo pidiera. Pero con mucho gusto lo solicito y llega en 10 minutos”.
¿Qué es lo que queda? Pues divertirse con el español y disfrutar su riqueza.
Los invito a que me escriban sugiriendo temas a mi correo gabriel.vazquez.morelos@gmail.com
Nos vemos hasta dentro de dos semanas.