Gerardo Fernández Casanova
LOS ERRORES DE PEÑA NIETO
Nadie puede darse por sorprendido; todos supimos de la incapacidad de Peña Nieto desde los días de su campaña electoral. Bien decía Carlos Fuentes que un iletrado no podría ser un buen gobernante y lo advirtió, de manera directa, respecto de la persona de Enrique Peña Nieto. La propaganda perdonaba como pequeños dislates propios de una intensa campaña los frecuentes errores del candidato de Televisa. La realidad confirma la razón de la advertencia del desaparecido escritor. Se oye mal, pero con pleno derecho López Obrador puede externar un sonoro “se los dije”.
Lo de la invitación a Trump es solamente la punta de una pirámide de errores, cuyos efectos no se borran por la simple renuncia de Luis Videgaray, quien fue su principal promotor. En todo caso la decisión fue del propio Peña y debiera correr con la misma suerte. El remplazo a cargo de José Antonio Meade confirma que sólo se castiga el último error, pero se mantiene intocable el resto de la pirámide cuya construcción lleva ya más de treinta años ininterrumpidos, durante los cuales el nuevo encargado de las finanzas públicas ha jugado un rol importante, como secretario de hacienda con Calderón y de relaciones exteriores con Peña.
Pero Peña no sólo cometió el error de aceptar la propuesta de la invitación a Trump, sino el aún más grave de su personal desempeño durante ella. Hoy resulta que el diferendo con el republicano es por quien debe pagar el muro, lo que significa que Peña no ofrece objeción a que se construya y se materialice la ignominiosa ofensa al país; tampoco debe culparse a Videgaray del comportamiento de lerdo y acomplejado mostrado por el de Atlacomulco que, en términos prácticos, quedó en calidad de tapete para el extraño enemigo que osó profanar con su planta nuestro suelo. Habrá que reconocerle a Peña que guarda absoluta coherencia en sus errores: es integralmente erróneo.
Todo lo que va del sexenio Peña ha traicionado a la Patria; la ha entregado en todos los rubros. Ha cumplido a cabalidad su palabra a quienes lo encumbraron, a costa de violar la Constitución y apuñalar a la sociedad y la economía mexicanas. Merece la defenestración y el repudio mostrado por una enorme mayoría de la población. Los veintisiete meses que restan sólo auguran mayores daños a México.
Por lo pronto, Peña tendrá que buscar la manera de desagraviar a la Clinton, razonablemente ofendida por el dislate Trump, y tratar de salvar al PRI del desapego de la futura presidente de los Estados Unidos; ello significa el otorgamiento de más concesiones y prebendas al imperio y acabar de entregar al país. Incluso si el tal Trump resultara ganador, la estabilidad del régimen priísta tendría el costo de aceptar sus muy aviesas exigencias para recuperar la fortaleza de los Estados Unidos: cero exportaciones automotrices e importación de todo el maíz gringo, por ejemplo.
México requiere un severo golpe de timón que derruya la pirámide de errores; que asuma una política económica de revitalización de las fuerzas productivas propias; que privilegie a la gente en vez de hacerlo a los grandes capitales; que regrese al estado su condición de garante de la justicia y el bienestar, para corregir los defectos del mercado; que ejerza la soberanía para decidir sobre su propio destino, en vez de dejarlo en manos de los organismos financieros internacionales de sello “made in usa”.
Ni el PRI ni el PAN, como tampoco el PRD desdibujado, pueden ser los actores de un cambio como el país requiere; ya lo han demostrado fehacientemente. Que sirvan las pésimas experiencias vividas por la sociedad para enseñarnos los errores y los horrores del camino seguido, para hacerlas valer a la hora de votar y, en las urnas repletas de votos, dar lugar al Proyecto Alternativo de Nación, o como ahora se le quiera llamar, encabezado por Andrés Manuel López Obrador. Urge la Regeneración Nacional.
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