Ojos Ciudadanos Por Martín Pérez ojosciudadanosmorelos@gmail.com
Integrantes del Cabildo de Cuernavaca deben ser llevados a juicio político por haber vendido parte del patrimonio de la ciudad sin autorización del Congreso local
Mucha razón tiene el presidente de la Barra de Abogados del estado, Alejandro Smith Vázquez, cuando dice que “no puede enajenarse el patrimonio público, como una calle, sin la autorización del Congreso local”.
De esta manera reaccionó luego de saber que el Cabildo de Cuernavaca vendió en 18 millones de pesos la calle que comunica a la calle Domingo Diez con la avenida Vicente Guerrero.
La denuncia pública la hizo el diputado local y legislador federal electo por el primer distrito electoral federal, Javier Bolaños Aguilar.
La operación comercial se publicó en el Periódico Oficial Tierra y Libertad número 5308 del 22 de julio en curso, en donde se establece que dos empresas inmobiliarias tenedoras de cuatro unidades condominales –COSTCO, MEGA COMERCIAL, PAPALOTE MUSEO Y RESTAURANTE CALIFORNIA– solicitaron conforme a derecho la regularización de sus predios, mediante una fusión de 15 de ellos con superficie de 91 mil 114.68 metros cuadrados.
Conforme a la ley dichas empresas están obligadas a entregar en donación, al municipio el 10% de terreno de la superficie total fusionada, es decir 9 mil 111.46 metros cuadrados, norma que es aplicable a toda persona o física o moral que constituye un condominio. Ese espacio correspondería a lo que es la calle o avenida que atraviesa el predio y que comunica la calle Domingo Diez con la avenida Vicente Guerrero, toda vez que el resto de la propiedad se encuentra totalmente construida y ocupada por las unidades comerciales mencionadas y sus estacionamientos.
María de los Ángeles Chimal señala que de por si esa calle era cerrada durante la noche y abierta hasta el otro día, de acuerdo a los horarios de las tiendas departamentales.
Esta práctica ilegal de cerrar una calle a la circulación era conocida por todos los vecinos de la ciudad y por ende por parte de los integrantes de este Cabildo y de los anteriores, desde que fue puesta en operación la plaza comercial, pero nunca fue atendida por la autoridad para hacer valer el estado de derecho y hacer que se respetase la propiedad del patrimonio de la ciudad.
El diputado local Javier Bolaños Aguilar al hacer la denuncia pública sólo tomó en cuenta lo relacionado al destino que tendrán los 18 millones de pesos que cobró el ayuntamiento capitalino a las empresas, pues pretende que no vayan a parar a pago de nóminas, liquidaciones de personal o rentas de oficinas lujosas como la del alcalde Jorge Morales Barud.
En opinión de este columnista el legislador local debió ir más allá y pedir que sea anulada la operación, porque precisamente como decía el presidente de la Barra de Abogados del estado, Alejandro Smith Vázquez, fue una venta ilegal de parte del patrimonio de la ciudad, porque no fue avalada por el Congreso local como lo mandatan las leyes.
Además, procede el inicio de un juicio político en contra de todos los integrantes del Cabildo capitalino por la venta irregular, además de iniciarles una carpeta de investigación en la Fiscalía General del estado.
Este debe ser uno de los temas de inicio que debe tomar en sus manos la LIII Legislatura local, puesto que no debe quedar un antecedente histórico en Morelos de ese tamaño.
El mal ejemplo puede cundir entre los demás presidentes municipales porque seguramente están viendo que calle, avenida, terrenito y demás bienes inmuebles del patrimonio municipal pondrán a la venta en los próximos días, “como una solución a la deuda del municipio”.
No nos extrañe ver que se remate la escultura ecuestre del general Emiliano Zapata que está en la glorieta de Buena Vista o la escultura de piedra de José María Morelos y Pavón, que se ubica a un costado del Palacio de Cortés.
A la mente de este columnista se viene el chiste popular aquel de que el entonces Presidente de la República, José López Portillo, le decía a su mujer: ya pagué la deuda externa de México; ella sorprendida salta de la cama y le dice: “Pepe eres un genio, ¿cómo le hiciste?”. El mandatario nacional le comenta: “si ya todo está arreglado, lo único malo es que tenemos tres días para que todos los mexicanos abandonemos el territorio nacional, pues se lo vendí a los gringos”.
Si este columnista está mal que los historiados me corrijan. El entonces Presidente Antonio López de Santa Ana, al verse apresado por los gringos y poner en riesgo su vida, se vio obligado a firmar la rendición y un documento mediante el cual el gobierno mexicano cedía a los Estados Unidos la mayor parte del territorio nacional.
Por esta acción, el general Antonio López de Santa Ana fue destituido y por ende, el Congreso de la Unión se reunió para nombrar como Presidente interino al entonces ministro de Relaciones Exteriores, Manuel de la Peña y Peña, a quien le correspondió negociar los términos de la rendición ante los estadounidenses y se encargó de salvar la península de Baja California y el Istmo de Tehuantepec, así como la liberación de las reclamaciones de particulares anteriores a la guerra, mientras Estados Unidos se obligaba a defender las fronteras de las incursiones indias y respetar los derechos de propiedad de los mexicanos de las tierras arrebatadas. Se acordó el pago de 15 millones de pesos como indemnización por los 2 millones 400 mil kilómetros de territorio, cantidad que no llegó completa a las arcas nacionales. El Congreso de la Unión avaló el Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado el dos de febrero de 1848, y por ende la pérdida de la mitad del territorio nacional.
Este columnista en otra entrega dio cuenta de una parte del patrimonio en el Centro de la ciudad que está concesionado a particulares para que realicen actividades comerciales, pero esto de vender una calle a unas empresas ya es otro asunto más serio ¿no le parece?
Al final de su mandato, Jorge Morales tendrá las opciones de regresar a su natal Puente de Ixtla o reunirse con su familia en los Estados Unidos, poco le importará el destino de la ciudad capital.
Hasta aquí llegó la tinta por hoy.
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