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Javier Jaramillo Frikas
Dos rutas de exhibición, paralelas, pero de diferente contenido vive el gobernador de Morelos, Graco Ramírez Garrido Abreu:
La real, que tiene a la entidad pendida de un hilo en confianza por la evidente criminalidad, la probada ineficacia administrativa de su equipo junto con su escaso nivel, y el correo ciudadano que indica se terminó la gasolina de la llamada Nueva Visión.
La fabricada, que emana de una prensa que retrata actividades exhaustivas del jefe del ejecutivo, inexistentes varias, multiplicadas en el mismo sitio en diferentes páginas, pobres otras y medio funciona solamente en el manejo personal de un hombre que supo impactar en sectores sociales desde su posición de combatientes de regímenes priistas y panistas pero en funciones de mandatario, no ha podido subir la escalera de seis años que parecen podrían no terminar.
Síntesis: Morelos no soporta una agresión más a su sociedad, más engaños y de la aparición excesiva de una imagen que no prende. La suerte de Morelos es incierta y de la mano camina la administración estatal. Obligado un golpe de timón. Gracotiene que acomodarse en la realidad de esta tierra, la conoce hace muchos años que llegó, pero desde la perspectiva del político a la pesca de los errores de ejecutivos en turno, Hoy está en la esquina opuesta, con sectores múltiples que por más que los subestime, están ahí y multiplican. Debe inquietarle afirmaciones osadas como la que publica en la entrevista con Reforma. El aceptar ser evaluado oficialmente por la población, implica el camino de la verdad. No el suyo, tampoco de sus detractores permanentes, sino las razones del ciudadano de a pie sobre si lo consideran un gobernante eficaz o un fracaso en la función. Bajo ese ejercicio se dilucida si es como lo muestran, con dudas sobre sus capacidades, en las redes sociales, si trabaja con esfuerzo de la manera que los medios de información locales lo enseñan día a día o una vez más los votantes nos equivocamos y esa es una responsabilidad compartida con él, como personaje central.
El gobernador de Morelos está obligado a respetar a sus gobernados, a todos, sus colaboradores igual. Se ubica justo en el centro de la esfera que todos ven desde ópticas diversas. Si la decisión fuera de los que lo exhiben ineficaz en las redes sociales, tiene que irse. Si la condición está en lo que publican los medios, tiene que validarse la reelección y ser el ejecutivo de Morelos en los siguientes 20 años. Las miras chocan, Graco se enoja con facilidad, su temperamento lo aleja del estadista que a Morelos urge y se va encima de todo aquel objeto o persona que mueva la voz o sus articulaciones en su contra. Prueba de ello es la lectura de sus actividades del segundo año en un evento de invitados especiales. Ahí, arremetió en contra de diputados que han sido uno de los diques para que el todopoderosismo siga ignorando las voces y posiciones disidentes. Aunque Morelos vive con sus habitantes en zozobra, se han ido los Mussolini, los Hitler y con ellos el fascismo. Existen acciones desde el ejecutivo que indica o están a mi favor o en contra mía, y por lo tanto son mis enemigos. No queremos imaginar las consecuencias si no impera la cordura en las acciones de gobierno. Vivimos en un Estado de Leyes, simplemente. Y caer en lo antes escrito es un serio exceso, gravísimo.
Lo que vale más allá de la insistencia de una generación de imagen del gobernador, son las razones y los argumentos. Es válido exigir que en la tabla de tareas de dos años, que se ha hecho en favor y que no se ha realizado para que Morelos permanezca en los primeros sitios ingratos y en los últimos de avances. Razones y argumentos valen, no más. Nunca es ocioso el numeral de acciones policiacas a favor, que paralelamente con las fallidas, imposible que aquellas se acerquen, en mucho, a estas últimas. La vecindad con el estado de Guerrero ha sido un escenario de lucimiento para el corredor del PRD gobernado a partir de Satélite, llegando a Tlalpán, pasando Tres Marías, circulando por Chilpancingo y terminando en Acapulco. La escasez de recursos políticos nos hacen, en palabras del gobernador de Morelos, un municipio más de Guerrero. Estos días de tragedia, de barbarie en Iguala en contra de casi media centena de jóvenes, la vecindad no funciona, entra el deslinde y se colocan sellos de seguridad.
No, la tarea de gobernar no es con ocurrencias para satisfacer egocéntricamente a los gobernantes vecinos y luego, ante la terrible realidad de los de más abajo geográficamente con sangre joven derramada, enterrada, inerte ante la criminalidad oficial, llega el comunicado de condena, esta sí discreta. Pero estamos hablando de Morelos, su sociedad y el gobernante de este solar. Pero unos metros nos separan de aquellos actos tan duros que paralizan los sentidos y rebasan la capacidad de asombro. Morelos sigue siendo mencionado entre los estados con mayor índice de inseguridad, con el narcotráfico enquistado desde hace 20 o más años. Que son herencias, sí en descargo de Graco, pero que se sostengan este mal es su responsabilidad, ni siquiera de los encargados por él para abatir los malos hechos y con ellos los números rojos que nos exhiben, lastiman y avergüenzan.
Morelos, tan pequeño geográficamente ha sido demasiado grande para los últimos gobernadores en el Siglo XXI. Esa no es una noticia fresca, menos agradable, pero es, es y es. ¿Cómo desmentirlo? Todos aquellos que jugaron por la gubernatura conocían los retos, ganó Graco y es oficialmente quien debe funcionar. No valen, a 24 meses, las descargas contra antecesores inocuos, solo regresarle a los morelenses su tranquilidad. Es el principal reclamo. Y ningunas de tantas fotos o notas, gira a favor del gobierno, al contrario, lo exhibe. Es demasiado. Graco ha sido contagiado del refugio en la prensa capitalina a modo, carísima, para venderse en el centro del poder aunque en la tierra de Zapata se multiplican los incrédulos, con ellos los dolidos por sus víctimas y el temor con terror se generaliza. Tampoco estamos anotando algo nuevo.
Vale, ante las reacciones furiosas del gobernador Ramírez Garrido Abreu, que el columnista marque su posición: la vida sigue pero que no sea trastocada por un, hasta ahora, fallido mandatario y su equipo de trabajo, donde se suman los acomedidos para hacer pagar cuentas a los que difieren. Razones y argumentos, eso vale, no prácticas que la intolerancia y la cercanía con la frontera de la insensatez, nos lleven a un escenario donde el responsable de posibles obras, el director de la escena, el que maneja la tramoya y cobra las entradas, es Graco Ramírez. ¿Amarrarse el dedo? No, va más allá: atarse el cuerpo entero y solo dejar los ojos abiertos, con los recursos que una prensa cada vez más rendida, obliga.
¿Un golpe de timón salva a la entidad? Quizás. Pero podría oxigenar una administración de malas cuentas en 24 meses.
Y seguimos andando por el ciberespacio porque, lastimosamente, los medios tradicionales en Morelos, su mayoría, han dejado de existir. Son, para la lectura de los que multiplicadamente aparecen cada día y a cada momento, con la figura de sonrisa forzada de un gobernador al que la ansiedad lo delata y, en estos casos, las razones y argumentos se esfuman junto con la cordura. Graco Ramírez tiene detractores, seguramente enemigos por su encargo, y esperamos que el manejo de medios que lo ha caracterizado junto con su oficio político, lo regresen esgrimiendo, nada más, RAZONES Y ARGUMENTOS.