Por Alberto Miranda
Después de un desangelado Día de la Libertad de expresión, fecha que en su conmemoración se remonta a la época del Grande, del Indio de Guelatao, Lic. Benito Juárez García, (1857), los que nos dedicamos a servir a la comunidad por medio de nuestra actividad periodística, sabemos que desde siempre tener el oficio de escribir se convierte en peligroso porque son muchos los periodistas que a ultimas fechas han perdido la vida sin que realmente los gobiernos, ya municipales, estatales o federales hagan algo en serio por aclarar los crímenes o hacer justicia llevando a juicio a quienes se benefician con la muerte de estos compañeros que dejan en la orfandad a sus hijos en a toda la familia en total estado de indefensión. Son muchas las formas en que gobiernos autoritarios han callado las plumas críticas, o las tienen bajo amenaza o las corrompen con el clásico “chayotazo”, pero también y es lo que más molesta es que “funcionarios” que cuentan con varias carpetas de investigación porque son presuntos delincuentes, no reciban el castigo que merecen cuando han agredido a compañeros de la prensa, léase a Alfonso Miranda Gallegos, diputado petista, (no lo quiere ni el partido que lo llevó a la curul) que se regodea en la impunidad con la complicidad de todos los que cobran y cobran bien en la calle de Matamoros. El periodista merece el respeto de toda la sociedad, es un trabajo de tiempo completo que sacrifica a la familia completa y no para que se pitorree un personaje tenebroso como el ya mencionado. Hay personajes en la historia de México que son ejemplo en la valentía de hacer uso de la libertad de expresión, baste uno, Belisario Domínguez que por medio de las balas le negaron ese legítimo derecho, que no solamente es de los periodistas, sino de todos los mexicanos que alzan su voz en contra de todo aquello que viole los derechos que como ciudadanos nos consagra la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, pero sobre todo porque es el último recurso que tiene toda persona para exigir a los que ostentan el poder el fiel cumplimiento de su obligación. Hasta la próxima.