EL PANORAMA SE ESCLARECE: ESTÁ DEL CARAJO>>
Gerardo Fernández Casanova>>
Quienes están acostumbrados a pensar que no pasa nada, que el tiempo va a poner las cosas en su lugar y que no hay de qué alarmarse, ya pueden poner sus barbas a remojar y entender que hay cosas que sí pasan y que el tiempo corre vertiginosamente para llevar las cosas al mérito carajo. Por lo menos para México, aunque también para el mundo entero. No pasa un día en que el Troglodita del Norte (TN=DT) realice un acto confirmatorio de sus amenazas de campaña. El famoso muro es mucho más que un obstáculo a brincar; se trata de impedir el paso de personas y de mercancías, principalmente mexicanas, pero también chinas, coreanas y de todos los lugares en que se ha relocalizado la industria yanqui en busca de menores salarios y mayor flexibilidad gubernamental, entre muchas otras tropelías anunciadas y por anunciar. El panorama es claro de entender, pero tétricamente oscuro de vivir.
El TN no para en mientes legales; es más, las ignora supinamente. Tiene el poder y eso le basta para, con o sin apego a la legalidad, ejercerlo para imponer su voluntad. Es un negociante en cuanto a que sabe hacer negocios y los hace; pero no en el sentido de atender a la conciliación de intereses ajenos y contrarios, en tales casos lo único que priva es su voluntad y punto. Quienes piensen que van a poder entablar una negociación, del TLC por ejemplo, ya pueden ir preparando los discursos por los que van a anunciar que el cierre de las industrias maquiladora y automotriz es lo mejor que le puede pasar a México, gracias a la fortaleza de su economía y de sus instituciones. También podrán decir que los cereales cultivados por los farmers gringos nos garantizan una importante mejoría en el nivel nutricional del mexicano. Todo gracias a la atinada renegociación del TLC que logró perfeccionarlo.
Dos años de gobierno le quedan a Peña Nieto; justo los dos primeros del TN en el poder. Peor panorama no podríamos encontrar; ni cuando gobernaba Santana. Un pusilánime, corrupto y entreguista, frente a un atrabiliario poderoso, también corrupto, pero nacionalista y supremacista. Ya se tuvo un claro anticipo en el ominoso caso de la invitación a Trump a la casa presidencial de Los Pinos; el invitado se mofó a sus anchas de un anfitrión que sólo alcanzó a balbucear alguna defensa. Peña Nieto no sólo carece de los atributos necesarios, sino que registra una grave debilidad sistémica. Tal vez ahora puedan aquilatar el costo de la ilegitimidad electoral y de la falta del respaldo popular. No lo creo; son tan burdos que mantienen todas las formas de gobierno anti popular que impusieron desde hace tres décadas, sin borrarle una coma.
En su discurso por televisión abierta y en cadena nacional, con motivo del inicio de su quinto año de gobierno, Peña Nieto insiste en el discurso falaz de que sus reformas estructurales le serán de gran beneficio a nuestros nietos, ya no a nosotros o a nuestros hijos. Convocó a la unidad, pero no tiene autoridad moral para ser atendido, ni tampoco es la simple unidad lo que hace falta. No es por ahí.
Hace falta una gran convocatoria patriótica que tendría que ser hecha por un colectivo del mayor nivel político, incluyendo a personajes de todos los partidos, movimientos y agrupaciones. Desde luego que tiene que estar ahí Andrés Manuel, pero a condición de que se baje del pedestal y, entre pares, dialogar y negociar la formación de un vigoroso frente patriótico que, desde ya, explicite el mandato a Peña Nieto para dar un cambio radical a la política económica y a la forma de gobernar, de manera de estar en capacidad para hacer frente a la emergencia que provoca el nuevo gobierno en USA, contando con el respaldo y la exigencia del frente. En última instancia y sólo en esa condición, y de no obtener la respuesta necesaria, exigir a Peña Nieto que renuncie y que no estorbe.
Este mismo ánimo tendría que regir para el proceso electoral del 2018. Hoy más que nunca se precisa una elección incontrovertible por razones de seguridad nacional. Una elección fraudulenta o tramposa tendría consecuencias fatales para la nación, con el nada extraño enemigo empeñado en desaparecernos del mapa, sin subterfugios ni lindezas diplomáticas.
Es hora de que el patriotismo determine el resultado de la elección. López Obrador debiera intentar competir con el respaldo de un frente que lo enarbole, honestidad plena incluida, pero sin ortodoxias excluyentes. Eso sí sería por México