El Morelos del Graco

TERTULIA POLÍTICA, Por Pedro Martínez Serrano

El Regional

Serpientes y escaleras

 

El Morelos del Graco

 

Eolo Pacheco

Gobernar Morelos es fácil, dijo hace más de dos años Graco Ramírez en su calidad de gobernador electo. Hay que actuar con responsabilidad, estar del lado de la gente, gobernar escuchando a los ciudadanos y actuar con sensibilidad, dijo a Televisión Azteca el tabasqueño. Es tiempo de que el gobernador haga caso de sus propios consejos.

 

Está cabrón trabajar con Graco. Esta es la expresión de un funcionario de primer nivel del gobierno estatal, cercano al círculo personal del gobernador y partícipe de la mayoría de las reuniones que encabeza el jefe del ejecutivo. Las razones que da son claras: (Graco) tiene un carácter explosivo, está totalmente sometido por su esposa y es influenciado constantemente por su hijo (Rodrigo). Y agrega: ya no escucha, no ve más que su realidad y se ha peleado con todos: con el obispo, con el rector, con los maestros, con los médicos, con los campesinos, con los empresarios, con los medios de comunicación, con los transportistas, con los magistrados… Y no se deja ayudar; está convencido que todo está bien. Con esos argumentos la expresión es contundente: ¡está cabrón trabajar con Graco!

 

Algo serio debe estar ocurriendo en la mente del gobernador de Morelos. No es normal que un hombre de edad avanzada, conocedor de los pasillos del poder mexicano, avezado en política y muchas veces promotor de revueltas sociales no entienda el escenario que tiene enfrente. No hay forma lógica de entender la actitud de un hombre que insistentemente afirma que Morelos es un estado que contrasta con el resto del país, en donde la paz ha regresado, donde el desarrollo es pleno y la economía boyante. No hay manera coherente de entender una postura así.

 

En las últimas semanas los problemas delictivos se han incrementado en Morelos y delitos como el secuestro volvieron a repuntar; tan solo esta semana se han liberado a cuatro víctimas de plagio (previo pago de rescate) y han ocurrido varias ejecuciones a plena luz del día. A nivel nacional organizaciones como Alto al Secuestro describen a Morelos como una entidad peligrosa y los reportes del Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública mantienen a nuestra entidad en los niveles más altos en delitos como la privación ilegal de la libertad, homicidios dolosos y extorsiones. A pesar de ello Graco Ramírez presume: Hoy Morelos ha dejado de ser un estado conocido por hechos de violencia y se vuelve referencia turística y cultural.

 

La realidad que presume el gobernador es diametralmente opuesta a la que vive la mayoría de los ciudadanos de este estado. Al regreso de su viaje por Francia el mandatario presume que se trató de un viaje austero que traerá enormes beneficios para la entidad. Lo mismo ha dicho después de cada uno de los viajes que ha realizado por todo el mundo acompañado por su familia y hasta ahora no se percibe un solo hecho tangible que pueda justificar el enorme gasto que han significado para el estado las travesías de la familia gobernante.

 

El problema de fondo en lo que hoy pasa en la entidad no es sólo el discurso falaz del gobierno estatal; lo verdaderamente grave es que detrás de esos discursos triunfalistas sin fundamento hay una real convicción del tabasqueño de que Morelos es un estado con paz, desarrollo y crecimiento económico.

 

Al tomar posesión del cargo Graco Ramírez anunció el cambio de nombre del palacio de gobierno porque aquí no habría monarquías. La entonces Casa Morelos fue motivo de serios ajustes: se invirtieron varios millones de pesos en blindar las oficinas del gobernador, se colocaron cinturones de seguridad que incluyeron detectores de metales y se reclutaron muchos más elementos armados para resguardar la casa del pueblo. A partir de entonces la entrada se restringió a la gente, aunque pocas veces el jefe del ejecutivo despacha en esas oficinas.

 

Aún sin decirlo el gobierno de Morelos se ha convertido en una monarquía disfrazada de democracia. El jefe del ejecutivo arrebató a los municipios el control de las policías y concentra el manejo del dinero y de las obras. Recientemente el mandatario trató de hacerse del manejo estatal de la basura y también del alumbrado público con argumentos poco convincentes y una clara intromisión a las esferas de competencia de los municipios y del poder legislativo. Graco se llama a si mismo demócrata, pero se siente y actúa como un rey chiquito.

 

Hacia el exterior el perredista presume una entidad en plenitud, pone a Morelos como ejemplo de seguridad a partir del modelo del mando único y hace constantes llamados al gobierno federal a imitar lo que hace su administración. Más allá de nuestras fronteras el ciudadano quizá no percibe que el modelo del mando único de policía no ha funcionado, que los resultados de este programa son deficientes y los índices de violencia e inseguridad en lugar de bajar, aumentan.

 

A la mitad del sexenio el gobierno de Graco Ramírez ha comenzado a naufragar. Las finanzas estatales están comprometidas y el gobierno ha quebrado producto de una pésima administración y un sorprendente dispendio de recursos. El mandatario parece no entender la fragilidad de las finanzas locales y la absoluta dependencia que tiene el estado de los recursos federales. Graco actúa como si gobernara una entidad con un mayor nivel de ingresos propios y muchas menos deudas de las que hoy se tienen. Graco no acaba de entender al Morelos que tanto odia ni entiende a los morelenses que tanto desprecia.

 

No queda duda de que en los próximos meses, iniciada la nueva legislatura, se presentará una o varias solicitudes de juicio político en contra del gobernador. Elementos para sustentar estas peticiones existen en varios aspectos, desde la designación de funcionarios que no reúnen los requisitos de ley, hasta la constitución de fideicomisos sin pedir permiso al congreso o el desvío de recursos públicos estatales y federales.

 

En medio de todo este escenario volvamos al inicio de la reflexión: está cabrón gobernar con Graco, dice un funcionario estatal. Debe serlo porque además de que el jefe del ejecutivo sólo acepta su verdad y no ve más allá de lo que quiere, sus ataques coléricos, sus odios personales y su familia han marcado la forma de actuar de su administración.

 

El gobernador ha ido perdiendo terreno político nacional y ha quemado sus cartuchos locales. Sacrificó a su hombre de más confianza (Messeguer), ya aniquiló la credibilidad de un personaje que tenía reconocimiento (Matías) y ahora ha expuesto a la mejor aliada que le quedaba en la mesa (Lucía). La interlocución social y política de Graco Ramírez es poca o nula en varios sectores, su capacidad de acuerdos se ha reducido y hasta la fuerza de su operación con recursos se ha visto mermada.

 

Ahora viene la parte complicada de su gobierno, el momento en el que de manera natural su fuerza comienza a disminuir y los enemigos crecen y se multiplican. La crisis política del ejecutivo llegará en el peor momento, con un congreso que no le será fácil manejar y un ambiente social adverso con muchos enemigos formados y listos para enfrentarlo.

 

El Morelos que ha gobernador Graco hasta ahora ya no es el mismo que encontró luego de ganar la elección del 2012. Su credibilidad es nula, su fuerza política está diezmada y sus aliados se han alejado. Las finanzas de su administración están comprometidas, pero sobre todo arrastran problemas legales por su manejo. Frente al mandatario hay un bloque político que se ha decidido a expulsarlo del estado y a su alrededor tiene a un gabinete que no está a la altura de lo que los ciudadanos esperan y el estado necesita.

 

Como si eso fuera poco Graco Ramírez tiene un grave y casi irreversible problema de percepción: la gente no cree en la palabra de este gobierno ni confía en el gobernador… y hasta los funcionarios aceptan que la relación interna se ha descompuesto.

Está cabrón gobernar así.

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