EL INASIBLE VALOR DE LA DIGNIDAD>>
Gerardo Fernández Casanova>>
Digno es quien norma su vida conforme a principios y valores, que se respeta a sí mismo y respeta a los demás; que no acepta la humillación ni la falta de respeto. Ni como persona ni como pueblo acepto las humillaciones que nos ha hecho el presidente de los Estados Unidos; estoy cierto de que el rechazo es unánime o casi, aunque no todos lo manifestemos de la misma forma. Por ejemplo; no es posible indignarme por los improperios de Trump si no me indigno, aún más, por las traiciones de Peña Nieto, menos si el coraje contra el troglodita del norte sirve de escudo para desviar el coraje contra el vendepatrias del sur y sus antecesores y padrinos.
El domingo pasado un conjunto de organizaciones de la llamada “sociedad civil” convocó a marchar y manifestarse contra Trump y obtuvo una muy magra respuesta. De manera equivocada sus organizadores se quejan de la falta de participación de la gente, al grado de sentirse agraviadas por la convocatoria en contra que corrió por las redes sociales, la que advirtió para no caer en el garlito de no tocar la muy manoseada figura de Peña. Trampa en la que si cayó el rector de la UNAM, no sé si consciente o inconscientemente, pero que ha merecido el repudio de un amplio sector de universitarios porque afectó a la dignidad de la máxima casa de estudios.
No puede olvidarse el fiasco cometido por Peña de haber invitado al entonces candidato Trump para reunirse en la residencia presidencial, ocasión aprovechada por el invitado para mofarse del anfitrión, como la mayoría sabíamos que iba a suceder; que la reacción medrosa de Peña se limitó a pedir la renuncia de su querido Videgaray, para después convertirlo en canciller por el hecho de ser amigo del yerno de Trump y de saber cómo amainar sus embestidas anti mexicanas. Difícilmente puede encontrarse un mayor grado de falta de dignidad y patriotismo. Así, con el mayor de los cinismos, se atreve a convocar a la unidad de los mexicanos; ¿unidad en torno a qué? A él mismo y a su proyecto de país colonial que ha devastado a México y agraviado a los mexicanos.
Trump exige la renegociación del TLC porque, según él, es el causante de la desindustrialización de los Estados Unidos, en beneficio de México, sin importarle que aquí ha surtido el mismo efecto pero multiplicado. Amenaza con retirarse y, por tanto, matar al tratado a menos que se modifique a su gusto y conveniencia, o sea negociar con una pistola apuntada en la sien del contrario. En tales condiciones la respuesta digna y patriótica es la de no negociar; pero el gobierno de mi país manda una comisión de “alto nivel” para iniciar las pláticas de renegociación ¡Que indignidad! Eso con independencia de que lo que más nos conviene como país es acabar con ese maldito tratado que ha cancelado nuestra capacidad de desarrollo.
La muy deseable unidad de los mexicanos sólo puede ser la resultante de un proyecto de país digno; que le de vuelta de 180 grados a la política de entrega del país y de sus recursos a los particulares principalmente extranjeros; que recupere para el estado la capacidad de incidir en el proceso económico para garantizar la justicia y el desarrollo; que nos vuelva a la condición de ser internacionalmente respetados, no por la fuerza de las armas, sino por su apego a principios y valores; que nos regrese el orgullo y la dignidad de la pertenencia.
No se extrañen pues las organizaciones convocantes de la marcha del domingo, algunas muy respetables, por el desdén que sufrieron. En realidad el problema específico de México no es Trump sino Peña Nieto. El troglodita podrá decir misa que, con la fuerza de un gobernante digno, tendrá que aprender a respetar. México no estaría solo en una actitud de tal talante; cundiría la solidaridad internacional.
Por cierto que, hablando respuestas al troglodita, recomiendo mucho ver el video del discurso de López Obrador en Los Ángeles Cal. Sin aspavientos ni respuestas ofensivas, sino con plena dignidad, AMLO expresa el compromiso solidario con los migrantes, no sólo los mexicanos, sino a quienes en el mundo se ven obligados a dejar sus lugares por las guerras y el hambre, casualmente provocadas por quienes hoy se quejan por la irrupción de los extraños en sus países.
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