EL DOMINGO>>
DEDICADO A LA IGESIA CATÓLICA.>>
“Señor, ¿a quién iremos?”.
Todo converge hacia la comunión: un alimento tanto espiritual como material, vivir completamente de Jesús, llegando al punto de nutrirse de su carne y su sangre, pues son verdaderamente comida y bebida. Sin embargo esta comunión es difícil de aceptar. Los judíos la comprendieron así, alejando a Jesús, al igual que los discípulos, quienes encontraron el concepto problemático y optaron por retirarse.
Aceptarlo implica un desafío considerable que demanda decisiones firmes. Aquellos que habían recibido el pan de Jesús ya se habían ido, ya que la condición que Jesús les puso era difícil de cumplir: creer en él, confiar en él, buscar su voluntad y trabajar por la vida eterna. Los judíos conectaron más con la propuesta de Jesús como encarnación de la sabiduría de Dios, pero cuando se presentó como el verdadero pan, muchos también se apartaron.
Ahora, los discípulos enfrentaron una elección: aceptar a Jesús como el pan verdadero y nutrirse de él, o retirarse y renunciar a seguirlo. San Juan testifica que muchos se retiraron pero los Doce reafirmaron su fe en Jesús, reconociéndolo como el Santo de Dios que tiene Palabra de vida eterna. Este es el punto crucial al que el evangelista nos dirige: observar la decisión firme de los Doce y emularla. Reconozcamos que no hay otro camino de salvación, y tomemos la resuelta determinación de seguir a Jesús, confiando en él y fortaleciendo nuestra comunión con él, a pesar de los desafíos que implica creer.