EL DOMINGO.>>
“¡Qué bien lo hace todo”!
En medio de las dificultades del reino de Judá, el profeta Isaías anuncia la presencia de Dios. Él se manifiesta en las personas y en la naturaleza: Los ciegos ven, los sordos oyen, los cojos saltan, los mudos cantan, y las aguas brotan en el desierto. Dios está salvando a su pueblo, haciendo justicia alimentando a los hambrientos y liberando a los cautivos.
Las palabras de Isaías encuentran eco en el Evangelio: el “effetá” de Jesús muestra que Dios está con nosotros. La curación del hombre sordo y tartamudo es un poderoso testimonio de la obra de Dios en Jesús: sus oídos se abren, su lengua se libera y puede hablar con facilidad.
Después de debatir sobre lo puro y lo impuro, Jesús va a una región pagana y realiza un milagro, confirmando que para Dios no hay distinción entre personas puras o impuras. Todos son amados y necesitados de su ayuda.
En lugar de dividirnos en categorías de puros e impuros ante Dios, debemos reconocer nuestra necesidad de su ayuda. Él puede restaurar nuestro sentido de vida, enseñarnos a escuchar con compasión y darnos la capacidad de ser testigos de su obra salvadora. Jesús con plena autoridad de Dios, puede tocarnos y sanarnos.
Permitámosle acercarse a nosotros.