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///DOMINGO 9 DE OCTUBRE/2022///
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El oscuro mundo del modelaje Capítulo XII 9-10-22 Después de tres noches de esperar, al fin apareció el señor Costa, y tanto Ruperto como Enrique lo abordaron apenas se sentó; la mesa estaba en un lugar discreto, “¿viene de caza o le traen la presa ya lista para comerla, señor Costa?”. “No sé de qué hablan, ¿quiénes son ustedes?, ¿qué quieren?”. “Muy sencillo, sólo díganos ¿por qué mató a estas jóvenes?”, al tiempo que le mostraron las fotografías de las chicas asesinadas. “Yo no sé nada, ni las conozco”. “A que señor Costa, ¿no sabe que ya se inventaron las cámaras de seguridad?; son democráticas, graban todo lo que pase por ellas, y las de estos negocios son excelentes para proteger a los clientes, aunque algunos dicen que para chantajearlos; no lo creo, si los dueños son blancas palomas; todo lo hacen por gusto, son altruistas y generosos”, soltó Ruperto recalcando cada una de sus palabras. Enrique se le acercó, le explicó que las jóvenes fueron halladas muertas en los límites del estado, y que él fue el último con el que se les vio en vida, por lo que era el primer sospechoso, que si no quería cargar con algo tan importante debería cooperar, a lo que Costa, hombre de mediana edad, accedió y dijo que se fue con las chicas, pero que unas cuadras más adelante fue interceptado por tres autos, que se bajaron varios tipos con armas y se las llevaron, que les dijeron que no se preocuparan, que ahí estaba quien las había llevado, y me advirtieron que no dijera nada. – En el trayecto ¿ellas le dijeron algo? – Yo les pregunté que se me hacía extraño que dos chicas tan hermosas no estuvieran entre las modelos de Alfonso. – Quería pagarnos una nada, que porque estábamos de inicio, y del otro lado, les ofrecieron mucho más; que ya metidas en esto, se optó por la competencia. – ¿Cuado bajaron a las chicas no les dijeron nada?. – Ahí está su encaminador que quiere hablar con ustedes y a mí me dijeron que en cuanto se fueran, siguiera mi camino, que ahí no había pasado nada, que si quería compañía que ya sabía, que todavía estaba a tiempo de pasarla bien, que la noche era joven. – ¿Podría identificarlos?. – Traían cubrebocas y lentes oscuros, pero tomé la matrícula de uno de los tres coches, el mejor; aquí la tengo, lo guardé en la cartera, pensado que se podría necesitar. – ¿Por qué no fuiste a la policía cuado supiste que estaban desaparecidas?. – Porque no lo sabía. Comprendan ustedes. Yo me dedico a atender a las damas de la caridad y ahí difícilmente llegan noticias de nota roja, nada del mundo bajo. Pertenezco a una organización religiosa, al lado de mi mujer. Tengo dos niñas de siete y nueve años. Yo no sabía nada. Cuando se las llevaron y dijeron que estaba quien las cuidaba, quien las había llevado, ya no puse atención, pero, por lo que veo, fueron asesinadas. Ahí mi colaboración y estoy dispuesto a colaborar más, pero les ruego que sean discretos. Este es mi número, aquí la dirección de mi casa. Vamos si quieren, para que vean que no los engaño, le diré a mi mujer que son dos amigos de hace mucho tiempo para que no sospeche nada. No sé nada más, pero si me acuerdo de algo más, denme sus números y me pondré en contacto con ustedes. Yo no les miento. Era la primera vez que lo hacía, que salía con estas mujeres. Me entregaron en la calle una tarjeta. Ese día la saqué, la tenía al fondo del cajón, ya hasta me había olvidado de ella; fue de fatales consecuencias para ellas. No sé qué decir, estoy muy apenado. – Pero como que ya le agarró el modo, porque se le ha visto otras veces por aquí. – Sólo para tomar un trago, igual que las otras veces. Ahí están las cámaras de seguridad. Esperen en otra mesa y verán que no llegará nadie conmigo. Tómense un trago, yo invito. – ¿Cuando ellas bajaron para subir al otro auto se les vio nerviosas, alarmadas?. – Un poco, pero cuando vieron al hombre que las llevó se tranquilizaron y subieron. Ya o supe más, se arrancaron a toda velocidad. Sólo esperaron una hora más y salieron discretos; efectivamente no llegó nadie, auque le pidieron a su contacto que estuviera ateto por si algo sucedía. Todo hacía suponer que le tocó mala suerte. Quizá por ello llamó a la competencia, él no sabía que lo fuera, simplemente vio la tarjeta, le dio calentura, llamó y miren lo que pasó. Sintieron que era sincero el señor Costa. Al día siguiente llegaron con la comandante y le contaron lo ocurrido; la jefa dispuso; “Ruperto métete a las computadoras e investiga todo lo referente a los autos de la empresa y de Alfonso; estoy cierto que estas placas corresponden a uno suyo; vete por Andrés Alfonso y acertarás, o a nombre de la empresa; en el estacionamiento estaba el vehículo la vez que fuimos a verlo en la oficina. Enrique checa las cámaras de seguridad de la empresa y aledañas de la noche en que desaparecieron las chicas, el recorrido de los autos. Nos vemos mañana con la información; visitaremos a Alfonso”. A la mañana siguiente, apenas había llegado Andrés Alfonso, la comandante y sus compañeros se hicieron presentes y pidieron hablar con él. – ¿Vienen por el dinero ofrecido o están dispuestos a trabajar para mí?. – Le traemos unos regalos. Primero unas preguntas, para ir conociendo sobre la temática. ¿Conoce usted a estas dos chicas?. Ruperto había instalado su computadora y Enrique la pantalla. Las fotos de las jóvenes se proyectaron. Como era de esperarse, Alfonso dijo que no las conocía, por lo que le pasaron un vídeo donde él recibió a las chicas en esa misma oficina, a lo que alegó que no lo recordaba, que eran tantas a las que se recibía que podría pasarse alguien. Ante ello, fueron desfilando tarjetas informativas sobre las chicas, una diaria desde que salieron de la oficina hasta su desaparición. “Esta noche serán llevadas al bar que está en nuestra órbita con un tipo que no conocemos por el nombre” La respuesta “aquí llegan cientos de tarjetas”, dijo el implicado; “pero da la casualidad de que fueron a la computadora de su casa”, informó la comandante, y “esa noche, las chicas fueron arrancadas al cliente y subieron, junto con quien las llevó, al auto cuyas placas son éstas, y están a su nombre”. – Ese auto tiene reporte de robo de esa, en el municipio de Andrés Alfonso, aquí lo tiene. – Efectivamente, sólo que la cámara de seguridad del estacionamiento lo captan a usted subiendo al auto – Señorita, eso se explica porque, vea, tengo dos autos iguales y yo me subí sin checar las placas. Vea, aquí está los documentos y la diferencia en las placas es sólo un número final. El que se robaron y la policía de mi tocayo lo encontró tres días después, debió ser el otro y mis abogados dieron mal la matrícula, – Pudo ser y no, porque dos días antes de estos hechos, según las mismas cámaras, usted subió a ese otro auto y hubo una falla mecánica, no encendió, por lo que al día siguiente vinieron de la agencia por él. Aquí está el reporte con todos los detalles y usted lo sabía; firmó cuando se lo llevaron, y la noche de los hechos usted iba en el auto de las placas mágicas. – Sí, pero me pasaron a dejar; después regresarían por mí, pero nunca lo hicieron. Mire, el chofer se llama Pedro, y al día siguiente lo corrí por no pasar por mí. No sé lo que haría en el tiempo en el que no estuve yo. – Ya sabe cómo son los empleados, abusivos, pero en este caso, no hay un solo registro en el que usted se bajara del auto, en cambio, cuando interceptan al señor Costa, del auto de las placas, las chicas bajaron y las iban a subir al de adelante, pero usted sacó la mano y pidió que fueran con usted. – Señorita comandante, hay muchas manos. – ¿Con su reloj, con cuatro anillos y con mancuernillas tan finas?. La ostentación distingue. ¡Quieto!, deje las manos donde las vea. Apaga todo, el resto de las explicaciones las tendremos en la comandancia. Aquí está la orden de aprehensión. Llame al abogado de la empresa para que constate que todo es legal, que no le hemos tocado un pelo. Al llegar el abogado, checó los papeles y pidió acompañar a su jefe a la comandancia, “pero se va por su lado porque el covid sigue y la patrulla es muy reducida.