EL DIARIO DIGITAL “MUNDO MAGAZZINE”, TE INVITA A COMPARTIR LA COLUMNA POLÍTICA DEL  PROFESOR IGNACIO CORTÉS MORALES.

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La comandante.>>

 Por Ignacio Cortés Morales.>>

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 El oscuro mundo del modelaje Capítulo XIII 16-10-22 La comandante, Ruperto y Enrique salieron con Andrés Alfonso. Al bajar los empleados se quedaron boquiabiertos, no daban crédito. Otras veces igual llegaron a detenerlo pero nada se concretó, hasta ahora que iba delante de los tres policías. Subieron al coche de Ruperto y enfilaron a la comandancia, Alfonso ofreció cuatro millones de dólares, dos para la comandante y uno para cada uno de los policías. “No siga hundiéndose; usted nos quiere sobornar. Vamos a hacer como que nunca ofreció nada”, a lo que el empresario replicó que mensualmente habría, además de lo ofrecido, 50 mil dólares para los tres, y al darse cuenta que nada lograba, fue por otro lado: “¿sabe cuántas personas dependen de la empresa?, como 700, es decir, son 700 familias que no tendrán qué llevar a su casa. En este negocio no es fácil encontrar trabajo; aquí se les paga bien, en comparación a otras empresas de este tipo y se tendrán que ir a la calle. Piense en las repercusiones sociales y económicas que mi detención implicará”. La comandante lo miró, sonrió y le dijo: “pero a qué precio. Su negocio es la trata de personas, no se engañe. Varias chicas han sufrido golpes, tratos humillantes y hasta lesiones de por vida y usted no presenta denuncias ni deja que lo hagan.”. El empresario se defiende y asegura que él las lleva porque le hablan de contratos para sus jóvenes, y que no puede hacerse responsable de lo que hagan, que él no sabe nada, que cuando se ha presentado casos como ésos se les indemniza generosamente. Algunas, al recuperarse, regresan. Nora lo vio, mientras Ruperto manejaba y Enrique lo vigilaba en el asiento de atrás y le dijo que tenía los papeles de indemnización que se les dio a las jóvenes heridas para que no hablaran. “Todo lo tenemos documentado, pero más que indemnizaciones eran pago por su silencio, siempre acompañado el dinero con amenazas directas o veladas. Sobre que da usted trabajo, ¿a qué costo?, es como aquellos alcaldes que presumen obras y la inseguridad está a tope. Entregan dádivas y las cobran exigiendo lealtad e información sobre los vecinos, en un halconeo disfrazado. Siembran discordia, temor, muerte y todavía quieren que se les agradezca. Lo hacen sus paleros a sueldo, pero también estamos tras la pista de tres de ellos. Tenemos información suficiente, sólo esperamos la luz verde de la federación para actuar. Si creen que se van a ir impunes, están bien equivocados. La justicia llega a tardar, pero siempre se hace presente, como en su caso. Mire usted, se acabó su suerte”. El empresario sonrió y le dijo que venía el proceso, que tendría excelentes abogados; además, mi conciencia está tranquila; no asesiné a nadie, ayudo a las jóvenes, las proyecto, les doy herramientas para la vida, las preparo y las dejo volar…” La comandante lo interrumpió, “después de explotarlas o que se encuentren un padrino más poderoso que usted, que le rivalice y las deja ir, pero cuando las dejan del otro lado, menospreciadas, enfermas, de las cinco, dos fueron asesinadas sin que se sepa quién lo hizo, pero se le apunta. Todo apunta a usted, y las otras tres no son ni la sombra que fueron. Usted nunca les prestó ayuda”, y en respuesta, “se fueron, que les vaya bien, y de los dos crímenes, se supo desde el principio quién lo hizo”, y Nora atajó: “casualmente los criminales, los dos, se “suicidaron” en la cárcel. Alguien manda asesinar y luego ejecuta al criminal para que se corte el hilo, es decir, estamos hablando de profesionales, no de carteristas; ¿estamos hablando de usted?”. Alfonso sonrió abiertamente y lanzó, “ahora tienen que probarlo. Le decía, viene el proceso y saldré en libertad, o le quede la menos duda”. La comandante, “lo que quiera, pero mientras aquí está, esposado y a la cárcel”. “Todavía no llegamos, señorita comandante”, y justo en ese momento, una bala se estrelló en el auto; Ruperto lo atravesó y bajaron los cuatro, mientras seguían las balas desde distintos lugares; los policías se parapetaron y cubrieron a Alfonso, quien le dijo, “vienen por mí, déjeme ir y nadie saldrá herido”, Nora le preguntó “no que muy seguro de salir libre por la vía legal”. “Desde luego, señorita”, pero me presentaré amparado, no pisaré a cárcel, seguiré en libertad y manejando mis negocios que son lícitos. Mis padres me enseñaron a trabajar fuerte y lo hago todos los días desde las cinco de la mañana. Déjeme ir y recibirá una compensación, de lo contrario, van a morir”. La refriega se generalizó, las balas silbaban por todos lados, los policías estudiaban la situación, no tenían las armas de ellos; eran apenas tres pistolas y del otro lado armas largas.”Miren, ahí están dos muy peligrosos, ambos están apostados allá arriba; primero el de la derecha, cuando asome, Ruperto dispara dos veces, lo distraes y le respondo, saldrá el de la izquierda y tú Enrique lo bajas. ¡Listos!”. Así se hizo y los dos criminales cayeron. “Señorita, excelentes tiros y mejor estrategia, ya ven cómo debemos ser equipo, nadie nos detendría”, dijo Andrés al tiempo que se lanzó al lado del coche, pero la mirada lo delató y los policías reaccionaron, dieron media vuelta, dispararon y dos sicarios más cayeron heridos de muerte. Nora se volvió y le dijo, “buen intento que usted frustró al volver la vista; no se le olvide que en un escenario, el espectador sigue la vista de los actores, éste es un escenario, escenario de guerra, pero escenario. Le falta cultura Alfonso; es usted muy elemental. Por lo pronto ya cuatro de sus hombres cayeron, llevamos seis balas. ¿Cuántos faltan?. ¿No sería mejor que se rindieran?. La balacera fue interrumpida por el chirriar de vehículos que llegaron a la escena; cuatro camionetas, uso 20 hombres armados hasta los dientes. “Ésos vienen a levantarme. Me ven en malas condiciones y no quieren perder la ocasión. Deje que mis hombres se pasen de este lado y nos ayuden, de lo contrario moriremos todos. Va a tener que confiar en nosotros”. “Está bien, pero donde los tengamos en la mira; o quiero sorpresas, que los tengamos ubicados. Llámeles”. En un momento los tres pasaron de este lado”. Son muchos; vamos a irnos. Miren, a unos cien metros atrás hay un mercado. Enrique te vas por la derecha disparando para atraer su atención, Ruperto y yo por atrás, con discreción; no quiero que nos sigan al mercado, sería una matazón”. “No me deje”. “no se apure, usted viene con nosotros”. “Gracias, señorita”. “Listos, a las tres se inicia la operación”. Así fue, Enrique disparó y corrió a la derecha, Nora, Alfonso y Ruperto a la izquierda. Tres sicarios saltaron y fueron acribillados por elementos de Alfonso, pero dos más, detrás, mataron al hombre del empresario, corrieron donde los policías, al tiempo de que sus compañeros los cubrían para que los dos allegados a Andrés no sacaran la cabeza, pero la comandante se tiró al piso y de dos balazos los liquidó, se puso de pie y a seguir corriendo. Enrique hizo maniobras pensado en distraer y acabó con un maleante; fue todo, corrió para salvarse, al ver que sus compañeros habían logrado escapar. Diez minutos después llegaron los refuerzos y los maleantes huyeron; de Alfonso todos murieron; sólo un hombre herido de una pierna, pero seguía defendiendo la plaza como todo un guerrero, del mal, si se quiere, pero valiente el hombre, había que reconocerlo. “Sería excelente compañero policía, pero con los sueldos que aquí pagan, es imposible. ¡Lástima!”, diría Nora si estuviera. Nora corrió por delante, atrás, muy cerca, Alfonso y Ruperto. La comandante habló con un comerciante al que ayudó a liberar su mercancía cuado lo quería extorsionar y le pidió su camioneta; inmediatamente le dio las llaves y quedó de pasar más tarde por ella a la comandancia. En ella llegaron. Familiares y abogados de Andrés Alfonso ya esperaban en la comandancia, igual que el jefe. Nora descendió llevando a Alfonso por delante y Ruperto al lado; la esposa y las hijas del empresario se le abrazaron. La comandante pidió que entraran porque no se descartaba otro atentado. Así lo hicieron. Los abogados impidieron que declarara su cliente y exigieron garantías, por lo que se le asignó una celda especial y tres custodios afuera. Quedó casi como si se tratara de un hotel, con ropa limpia, una colchoneta y comida de envidia. Desde el inicio, la comandante pidió a Ruperto que localizara a Enrique, quien apareció sano y salvo diez minutos más tarde, así que Nora tuvo una preocupación menos. Se reunió con sus compañeros y salieron a descansar, que mañana sería difícil porque vendrían algunas diligencias y había que aportar pruebas. A las cinco de la mañana la comandante llegó apresuradamente; le habían hablado, encontró la escena, los tres custodios en el piso, muertos y Alfonso igual, sobre la colchoneta. No le dieron tiempo de nada. Los policías envenenados, el empresario con tres disparos. En las cámaras de seguridad se veía que un policía se acercó, les ofreció refrescos a sus “compañeros”, y al darse cuenta del efecto, sacó de entre sus ropas una pistola con silenciador y disparó tres veces. El cuerpo de Alfonso dio saltos y quedó sin vida. Enseguida Ruperto y Enrique. “Debí quedarme”, dijo Ruperto, “y a estas horas estarías muerto. Estos son profesionales”. “¡Yo también!”. “Ya pasó, nada se puede hacer. Perdimos a quien pudiera hablar de sus “amigos” y negocios. Le hubiéramos ofrecido mejorar su trato y una condena menor si delatara a sus cómplices, quienes, por cierto, no confiaron en él y por eso quisieron llevárselo ayer y en la madrugada lo ejecutaron. Se hicieron las diligencias, y mientras se analizaban los vídeos de las cámaras de seguridad, les llegó la noticia que la comandante esperaba, para su desgracia. – Comandante acaba de encontrar un cadáver de un hombre vestido de policía – Gracias, Enrique, pero pasa. Te apuesto el desayuno a que es éste. Vio la computadora y efectivamente, en un descuido al policía se le vio el rostro en las cámaras de seguridad, y sí, era el mismo que habían asesinado. La comandante, vio a Enrique y a Ruperto: “el crimen perfecto. Uno asesina y luego lo matan, sin relación aparente. Nos quitaron esta pista, pero ya vendrán otras. Mientras a su oficina y casa, tenemos órdenes de cateo”. En ese momento entró la secretaria. “Señorita comandante acaban de estallar las oficinas y casa de Alfonso. – Otra vez, llegaremos tarde. Nos volvieron a ganar los criminales. – Estamos salados. – ¿Así se llama a nuestra ineptitud?

 

 

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