Por Javier Jaramillo Frikas
Inocultable: las desmedidas inquietudes electorales por cargos públicos en un proceso que inicia, impide a los actores de este reparto ver lo que casi dos millones de morelenses tienen enfrente: el recrudecimiento de la violencia en delitos de todo orden. Aunque la nota de actos públicos sigue ganando portadas, lo único que de los medios nota el ciudadano común es lo rojo, que lleva sangre y violencia y que es un registro real de nuestra tierra, indica lastimosamente, que los grupos criminales de alto impacto, siguen con vigencia y en ascenso.
Dos hechos recientes lo muestran:
En Jiutepec con adolescentes víctimas, a quienes secuestran, negocian rescate, toman el dinero y matan al indefenso en plena flor de vida. Eso lo hacen solamente los llamados chacales, personas que no conocen ninguna línea de formación que, a pesar nuestro y de acuerdo a lo que sucede, son cobardes, viles, que normalmente nunca pagan a la sociedad sus enfermas actividades. Un jovencito en Tlahuapan, publican los medios, es secuestrado el viernes pasado, negocian las partes, al parecer pagan, y lo tiran, muerto, este miércoles, en una colonia de Jiutepec donde normalmente avientan a sicarios y que paradójicamente lleva el nombre de El Edén.
En Temixco cuatro hombres, jóvenes todos, comen en una taquería y son acribillados por un grupo: uno muere y tres quedan heridos, a la vista de decenas aterrorizados. Obviamente que es un ajuste de cuentas y eso se da en la delincuencia organizada. De la sociedad nadie desea saber quiénes son los que integran estos grupos, nunca lo ha buscado el habitante de Morelos. Y sin embargo, las acciones de estos sujetos nos tienen siempre en la lista de entidad peligrosa que contrasta geográficamente con estados seguros o menos violentos. En estos rubros, normalmente peleamos el liderato, en los otros lamentablemente no, siempre al final, de acuerdo a la dimensión territorial, rondando el penúltimo o antepenúltimo sitio. Y eso, claramente a ninguno de los que habitamos Morelos, gusta. ¡Cómo!
El trabajo policiaco tendrá que ser más eficiente y ello no quiere decir que hagan tantos retenes o maltraten a los que no son. Policías que vienen de una sociedad lastimada como Alberto Capella Ibarra saben lo que estamos hablando. Este señor, antes de entrar como jefe policiaco en Tijuana, fue dirigente social, gremial, comerciante, fue víctima de la delincuencia junto con los suyos. Es el claro ejemplo de los morelenses que el azar –léase crimen de toda índole– ha lastimado en sus querencias. Solo que Capella, como dicen en la jerga, se rifó y respondió. Morelos es una cosa distinta, ya lo debe haber constatado. Llegó bravo y hubo movimientos que indicaban que el rumbo era el indicado, tuvo una ausencia que nadie explica y, hoy viernes empezando el día, el resultado es grave: muchos muertos por lo que asegura es delincuencia organizada, una abogada decapitada, decenas de secuestros con un porcentaje preocupante de no regresados y asesinados. Quizá mejores tareas de inteligencia: se muestran grupos evidentemente extraños al modelo de vida de los locales, en su hablar, vestir, y no sabemos si son gente llegada para la instalación de células criminales, para fortalecer a los ya existentes… o policías… o militares. Ya no se sabe. Total indefensión. Tomar registro de hechos de los últimos días en Temixco y Jiutepec, la abogada decapitada. Otra vez un extraño clima que parecía alejarse. Cuando Capella, el comisionado de seguridad, desapareció nadie sabía si algo venía. Extraño pero la multiplicación de hechos sangrientos, de secuestros que son una pesadilla, va a remarcar a una sociedad ya de por sí rasguñada de sus entrañas y pensamientos. No vivimos los mejores momentos, cosa de ver que los tranquilos medios que esbozan los hechos rojos, son constantes, y la razón es simple: se trata de acciones tan públicas que imposible esconderlas. Lo demás, la administración, tareas de gobierno, pueden dejarse pasar, pero lo que la gente de a pie ve, no hay forma. Y eso vuelve a notarse en calles, caminos, carreteras, colonias y pueblos de Morelos.
En cada barrio, colonia, municipio, hay infinidad de versiones con vecinos sobre hechos violentos, robos, de gente sospechosa. Se instala el miedo de nueva cuenta luego de leve respiro. Que la prensa ha sido omisa en dar cuenta de la realidad aunque no justificable está el temor, porque igual que la sociedad en general no sabe, en su caso, de quiénes cuidarse o no cruzarse en su camino, pero que las fuerzas del orden carezcan de un mapa de la delincuencia sí es grave. Parecieran crímenes casuales si de tratarlo el ministerio público con su frialdad característica, pero un menor de 14 años es secuestrado y lo avientan en un paraje edénico, desgarra directo a la familia y deja secuelas serias en el resto de la población. O que una joven abogada, empleada del Poder Judicial del Estado, sea decapitada nos lleva al extremo. Ninguna autoridad explica móviles, estamos investigando, dirán, pero si un rotativo local como La Unión de Morelos cabecea en su contraportada con signos más que de admiración, de preocupación ¡Acatlipa bajo fuego!, es un indicativo que merece el análisis.
Son hechos que se están dando, como lo son igual de graves la multiplicación de secuestros o el comentario con pena de un comandante policiaco a las familias: Es mejor que vayan tomando conciencia que no va a volver con vida su familiar. Se dice que pagaron el rescate, fueron varios millones de pesos y cuentan tres semanas que no hay un solo indicio de la víctima. Caso este también en el municipio que desde la avenida Palmira de Cuernavaca, presuntamente gobierna Temixco el doctor Miguel Ángel Colín. Muestra clara que los ayuntamientos están rebasados, que ahí también viven el efecto del temor, qué importa que por ley sean los representantes de los ciudadanos.
Los datos de aliento no funcionan, menos que Morelos no se encuentra en los primeros lugares de la clasificación nacional de violencia. Esta sociedad que ha soportado gobiernos de todos los colores e ideologías no aguanta más como tampoco se conforma con la frase célebre del inolvidable Carlos Reynaldos Estrada: ¡Ya basta de realidades! ¡Queremos promesas!, acuñada en los días aciagos que Morelos entró, de lleno, en el mapa criminal con Jorge Carrillo Olea como gobernador.
Los ciudadanos no sabemos cuáles son los grupos hegemónicos y menos la forma de encararlos. Imposible. ¿Cómo y con qué? Pero las autoridades es su obligación y nos referimos a todos los niveles de gobierno. Imperativo que desde la presidencia de México vean hacia Morelos. Necesario que con alta moral y humildad los gobiernos municipales y estatal admitan el rebase del crimen, organizado y común y pidan auxilio a una sociedad cuya única herramienta dentro de su estado de indefensión, es el voto. ¿Quiénes querrán votar bajo condiciones tan adversas? Se multiplican los crespones de luto en las moradas de cientos o miles de familias y al mismo ritmo del miedo la certeza que los gobiernos han fallado en la prioridad mayor de todos: vivir mejor.
En pocas palabras: enfrascados en el inminente proceso electoral, desde todos los frentes políticos y partidistas existe un principio inmoral: preservar su estado de poder o incrementarlo. ¿Lo demás? Para ellos es secundario. Ni en el discurso funciona. La realidad es contundente: miedo, indefensión, que llegan a la peligrosa línea de la rabia. Quisiéramos que no fuera real, pero Morelos lo vive a cada instante vía el exacto medio de información sin cortapisa: el correr la voz ciudadana. ¿Los medios? Ya lo anotamos: no tienen más que informar lo que es del dominio público, han sido obligados a manejar, cuando menos, una parte de esta dura realidad.
Pendientes
1.- Las nominaciones de los partidos, sobre todo Cuernavaca, las diputaciones federales y cinco o siete municipios.
2.- Con mayor información dar a conocer el mejor acto público de Víctor Manuel Saucedo Perdomoen su carrera: la conmemoración de Cuernavaca como ciudad hace 180 años, con un diseño gráfico de nuestra capital en la carátula de los billetes de lotería que sortea el martes 14 de octubre próximo.