Desde El Chinelo a Woody Allen

Javier_JaramilloPor Javier Jaramillo Frikas

5 de agosto del 2015

 

Desde El Chinelo a Woody Allen

(con ruta a Anexas)

 

Minneapolis, Minnesota.- Desde la emoción de escuchar Honores a la Bandera de México y un sentido canto al Himno Nacional en la Calle Lake y la 14 de esta cálida y espectacular ciudad mientras la figura del general Emiliano Zapata Salazar nos ve a todos desde su majestuosa y de verdad venerada estatua que tardó años en ser instalada, con centenas de morelenses viendo danzar desde pequeños hispanos y norteamericanos de blanca y chapeada piel, pasar con Los Tecuanes y su cadencia histórica como el baile más tradicional de Axochiapan –líder de paisanos afincados aquí entre todos los latinos–, llegando al clímax con el emblema de Morelos, los Chinelos, hasta terminar postrados, impresionados y sin saber por qué, en la tercera fila del Theater Statal con el tremendo cineasta Woddy Allen y su clarinete junto a The New Orleans Jazz Band.

¿Cómo llegamos hasta aquí?, era la pregunta a Daniel. Jefe, es un regalo que viene no sé de dónde, porque ese revendedor nos de las entradas a 30 dólares, cuesta cada uno cien. Raúl Sánchez Ocampo, el ícono social morelense por estas tierras, amigo, hermano y anfitrión esmerado, contundente: Nos vemos en dos horas aquí mismo, mira este zapato, voy a casa y regreso, me aguantan que hay más cosas que ver. La suela se hizo trizas de varios kilómetros andados y volaba de un lado a otro. Y se apresuró.

Y sí, eran buenos los boletos y mejor el lugar: tercera fila, casi de frente y podríamos constatar si el conservado –79 años– director de Ordinary People y uno de los tres segmentos de esa extraordinaria cinta Historias de Nueva York (los otros son Martin Scorsese y Francis Ford Copola) era el mal músico que críticos le endilgaron hace años que se hizo pública su pasión por ese instrumento de viento, coincidente de su ruptura con Mia Farrow, la ex de Frank Sinatra y la huida con su hija adoptiva vietnamita que ese lunes reciente la alcanzamos a ver subiendo a la limusina antes que su marido—expadre la alcanzara huyendo de la multitud. Pero vayamos por partes…

¡Viva Zapata! ¡Viva Morelos!

El lunes primero de agosto del 2015 lo esperaron años los alrededor de 22 mil morelenses que aquí viven. El general Zapata es el ícono por excelencia de los héroes de la historia de México. Bueno, como sus paisanos así lo sienten y diría mi amigo de Xoxo: y yo también me añado. Hubo por ahí un busto, dicen, que no amaneció un día, alguien lo debe tener en su casa, pero Zapata siempre estuvo. Este lunes vivimos el amor y respeto que por él todos sienten. Esa estatua es, sin duda alguna, el primer espacio público donde un emblema latino tiene hogar, porque los aproximados 700 metros cuadrados de la avenida principal Lake y  la 14 con la figura del general dando la cara y el saludo a la calle, es una extensión no solo del Estado de Morelos, tierra, cuna y razón de don Emiliano y de los que aquí estábamos y los que se encuentran en la tierra tlahuíca, sino de los otros miles de latinos que quisieran y seguro buscarán que Simón Bolívar, Atahualpa, O’Higgings, tengan espacios donde tributen lo que merecen sus héroes.

La Ceremonia

Cada año celebran en esta ciudad el Open Street y se cierra a los vehículos la circulación en la avenida o calle principal, en este caso la Lake. Es larguísima, pero no fue tardado y menos cansado llegar a un mercado Midtown, un lugar parecido a cualquiera de los mercados de los municipios, impecablemente limpios pero cual si llegáramos al de Jojutla o Cuautla, donde como en galerías puede comprar su comida rápida y sentarse en sencillas sillas con mesas. Además, negocios bien establecidos, sucursales como La Salsa de las Salsas del representativo Lorenzo, un emprendedor hijo de morelenses de Quebrantadero nacido en el Estado de México pero con sus raíces paternas bien cimentadas en el orgulloso Axochiapan. Sin dudarlo ahí nos metimos y dos cosas llamaron la atención de Raúl, Daniel y su servidor: eran norteamericanos los clientes y la comida de alto nivel. La coincidente orden: dos tandas de pupusas salvadoreñas y mixiotes de pollo con nopales. Muy bueno. Se veían varios galardones de certámenes de alta gastronomía. Nos dijo Raúl que tenía varios establecimientos más en otras áreas de la ciudad gemela.

Dos cuadras cortas y se iniciaba el cierre. Era Lake y la 14 y brillaba la estatua de don Emiliano, el movimiento, las vestidas de Adelitas, los Tecuanes en espera, Chinelos con su hermoso colorido y los niños bailarines de las regiones mexicanas. Un entarimado cortito pero amplio, dos micrófonos de alta fidelidad y mucho protagonismo. Las corridas de acá para allá eran la primera impresión, y pronto nos dimos cuenta el por qué: pasaron mucho tiempo esperando el momento, años y meses, largas semanas. ¿Cuánto? Perdieron la cuenta. Pero ya estaban a minutos de consumar la tarea de muchos, todos mexicanos, gran mayoría morelenses. La honra al que lo merece, y corrían las historias familiares: mi madre fue gente del general, mi abuelo lucho siete años sin claudicar, dicen que mi bisabuelita tuvo por ahí un romance con don Emiliano. Pululaba una palabra de grandes dimensiones: IDENTIDAD

La tienen, y tan lejos de su solar natal. Y surgía otra condición que sobraba: ORGULLO. Emanaba del abuelo a los hijos y los nietos, de un joven y otro. Un paisano vestido con carrilleras de balas de verdad, doradas, un sombrero de paisano, botas con herraduras del Ejército Libertador del Sur, un gran bigote, moreno, la reencarnación de un guerrero zapatista. Con él salieron centenas de celulares, la foto obligada, su saludo especial en los Honores a la Bandera, su tono fuerte cuando el vibrante Himno Nacional. No alcanzamos a preguntarle su nombre, pero una jovencita activa nos adelantó: es un compañero nativo de Axochiapan, creo que de Tlacayo. No lo confirmamos con quien conoce a todos, Raúl Sánchez, pero lo haremos, ubica a todos y todos a él. Es impresionante lo que ha hecho el axochiapense por estas hoy cálidas tierras, pero no imaginan los que aquí soportan las álgidas temperaturas en pocos meses, el reconocimiento que gracias a las redes, su amor por Morelos y su atención a la problemática de su tierra, le tienen por allá. Es impresionante. Eso lo sabemos en Morelos: Raúl Sánchez es sinónimo de luchador social en los Estados Unidos, que además de laborar duro y alimentar su gusto por el futbol, arbitrar largas jornadas, se toma tiemplo para tener contacto permanente con Morelos y sus habitantes. Incansable. Tipazo. Generoso. Grandote, para acabar temprano.

Y lo que siga…

Es una agenda veloz, certera, perdimos la costumbre en la poltrona de la comodidad del flojo. Ese día a horas de llegar por la casi madrugada anterior, el fuerte del trío se nos quería echar cual mula de seises. A caminar por avenida Lake, era una fiesta en espacios determinados, pero fuera de los morelenses, por allá nos encontramos con un grupo que se deleitaba con una especie de Reggae, con ejecutantes en su mayoría blancos, pero la sorpresa aguardaba adelante. Entre una centena de morenos diferentes, que ejecutaban unos movimientos. Como solo en África se ve, con ritmos circulares de cadera y manos, dos chinelos de Morelos se sumaron, uno de ellos llevando gente a acercarse y el otro sin perder detalle de los Somalíes. De pronto nuestro Chinelo era uno más, exacto como los demás, la fusión perfecta de dos razas geográficamente distantes, con el corazón instalado en el mismo lugar, pero seguro, segurito, su mente vía sus ojos cerrados en el vientre materno a punto de recibir la luz de la vida. Alto impacto, amor, confianza, hermandad, increíble, vivencia inolvidable.

Con el sabor de la emoción somalíe—chinelo, Raúl nos llevó a conocer un viaje por autobús al Downtown y siguió la caminata. De pronto un sonido de trombón y la vuelta obligada a la cartelera del bonito e imponente Teatro: Woddy Allen y The New Orleans Jazz Band. A las siete de la noche. Faltaban dos minutos. Para luego la búsqueda de un hotel en esa hermosa zona al día siguiente. ¿Algún día conocería aunque de lejos a Allen y sus trabajos singulares en el cine, y ahora en su faceta de músico con mala fama de la crítica? Seguro nunca. Es un regalo Javixx, es un regalo, insistía emocionado el Danny. El revendedor, la atención educadísima del personal del teatro, una breve escapada para una coca doble con hielo y un whisky con soda también generoso y el regreso para correr a gayola. No, es por aquí, con una sonrisa susurro una linda señora. Y más adelante, otro poco. Ahí, ahí, en la tercera fila. Excuse me, excuse me y con todo y bebidas con Woddy Allen y los músicos muy cerca. No hay videos, no fotos, cero imágenes, pero sacaban furtivamente algunos de la audiencia su cámara o celular y flash!!!. Bueno, ahí les vamos. Llamada decente de atención, otro lapso y de pronto iba a hablar el controvertido veterano director, y zassss!!!!, otro piquete al aparato.

        Transcurrió, y sin ser el gran crítico de música del principal diario escrito de Minneapolis, el Star Tribune Jon Bream, nos gustó mucho Allen y su clarinete, pero era obvio que lo arropaban profesionales en el trombón y la trompeta, en el banjo –parecía el que dirigía— y en el piano, igual el contrabajo y la batería. Seis músicos profesionales y un amateur. Woddy Allen, reconocido cineasta mundial de los últimos cuarenta, cincuenta años y siete músicos. O The New Orleans Jazz Band con un bueno, entonado, aprobado, emotivo, dignísimo, serio, cruzado de piernas y de pronto bromista Woody Allen, ni más ni menos.

Esta fusión no la queremos dejar pasar por hacernos ceremoniosos, para un par de morelenses que estamos aquí para acompañar a nuestros paisanos, a Raúl Sánchez que hace mucho quería al que escribe por aquí, por los tantos años de amistad y hermandad, porque busca afanosamente que de por allá se ocupen un tantito de los miles de acá, y seguro este viaje será productivo en el ánimo constructivo. Y falta un ícono de la radiodifusión mexicana, el tremendo personaje Mike Castillo Hernández, con orgullo compañero desde la secundaria federal Froylán Parroquín García en Cuernavaca y el atentó, culto y él se llama cocinero pero va mucho más allá, Lorenzo, y otro triunfador de Tenango, municipio de Jantetelco, dueño de la cadena El Primo, no solo en este estado sino en otros cercanos.

Ya lo haremos. Desea el que redacta estas líneas transcribir la entrada de la nota del periodista Jon Bream del Star Tribune, sobre la presentación de Woddy Allen, para lo que nos dedicamos a esto, una enigmática joya. Los que dominan el inglés ya nos dirán exactamente qué dice, un servidor sintió el talento con ácido vertido por el crítico colega, pero mejor lo colocamos acá abajito:

In his long overdue Twin Cities debut. Woddy Allen wasn’t funny. Not reality. That’s OK, though

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