ADIÓS A UN GRANDE.

ADIÓS A UN GRANDE.>>

Por Julio Aguirre.>>

(Con el permiso de autor)>>

           Ha partido el Papa Francisco, y con él se cierra un capítulo luminoso en la historia espiritual de nuestro tiempo. Su muerte no es solo la de un líder de una iglesia; es la despedida de un siervo humilde que, con palabras y gestos, nos recordó que la esencia  del cristianismo no es el poder, sino la compasión.

            Jesús de Nazaret fue, en muchos sentidos, el primer gran pensador de la igualdad en Occidente. En un mundo dividido por el linaje, la riqueza y el privilegio, él se sentó a la mesa con los pobres, abrazó a los impuros. Su revolución fue moral: nos enseñó que todo ser humano tiene una dignidad sagrada, no por lo que pos4ee, sino por lo que es.

            Jorge Mario  Bergoglio entendió este mensaje desde las  entrañas. Como Papa Francisco, caminó cvon los últimos, habló en el lenguaje de los que sufren, e incomodó a los poderosos con su verdad serena. Fue un pastor que prefirió que prefirió el barro de la calle al mármol de los palacios, un filósofo del encuentro en tiempos de muros, y un testigo valiente de la fraternidad universal.

              Nos deja un legado inmenso: el llamado a una  iglesia que escuche más que condene, a un mundo que mire al migrante como hermano y al planeta como casa común. Nos  deja también el eco de su sonrisa serena, el ejemplo de su austeridad, y la memoria  viva de un hombre que quiso ser puente entre Dios y los olvidados.

                Hoy el mundo lo llora, pero también lo honra. Porque los grandes no mueren, se siembran en la conciencia de los pueblos. Y Francisco ya habita para siempre en el alma de aquellos que siguen creyendo en la ternura es una forma de resistencia, y que el amor puede –pesar de todo—cambiarlo todo.

              Descansa en paz, querido Papa. Caminaste con Jesús, y eso es lo único que realmente importa.

 

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