EL DOMINGO.>> DEDICADO A LA IGLESIA CATÓLICA.

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DEDICADO A LA IGLESIA CATÓLICA.>>

“El Tiempo de la Cosecha”.>>

 

           Las dos pequeñas parábolas que nos cuenta Jesús son una especie de “variantes” de la parábola del sembrador contada antes. El acento sigue estando en la acción de sembrar y el fruto de esa acción. Jesús dirige su enseñanza a todos, pero, vuelta a contar en medio de la comunidad, los destinatarios son todos aquellos que realizan la tarea de sembrar la semilla, de transmitir la fe, de anunciar el Evangelio: los pares cristiano ante sus hijos, los catequistas frente a los niños, los evangelizadores ante quienes escuchan su mensaje, los evangelizadores ante quienes escuchan su mensaje, los predicadores ante su comunidad dominical, etcétera.

               Las parábolas recuperan actualidad ante las situaciones que enfrentamos: grandes segmentos de la población, incluidas nuestras propias  familias, permanecen indiferentes a la fe, ajenos a cualquier religión y desinteresados por lo espiritual. Ante ese panorama, crece el desánimo y pesimismo: ¿cuánto tiempo más podemos mantener la fe? ¿Vale la pena insistir? ¿Tiene sentido hablar de Dios, si a nadie le importa? ¿Dios tendrá todavía lugar entre mi gente? ¿Y si renuncio yo también?

             Dios sigue ofreciéndonos su salvación y proponiéndonos   reinar entre nosotros. Con sus parábolas,  Jesús nos recuerda el poder de la Palabra de Dios y la dinámica de la fe: hay cosas que nos toca hacer, pero lo importante depende de Dios. El que sembró no se da cuenta cómo pasará el tiempo sino que se perciba gran cosa, pero la semilla tiene poder suficiente para brotar, crecer y producir fruto. Eso si, hay tiempo de por medio.

              Si pretendemos ve los frutos inmediatamente, tendremos problemas. Mejor confiemos en el poder de la fe sembrada en los hijos, en los pequeños del catecismo, en los jóvenes, en los que escuchan la homilía cada domingo, en los que oyeron nuestro anuncio de fe. Hay un proceso interno, que toma su tiempo y que no depende de nosotros. ¡Confiemos! Llegará el momento  en que el fruto estará maduro y habrá resultados; quizá hasta podremos verlos y alegrarnos de ellos. Sembremos en los nuestros la semilla de la fe, asegurándonos de que escuchen la Palabra de Dios; cultivemos la certeza del creyente, pues sin duda habrá  frutos, ya que la Palabra, la gracia y el Reino son de Dios.

 

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