- DIARIO DIGITAL: PROFESOR IGNACIO CORTÉS
- MORALES Y SU COLUMNA
- “POR LA LIBRE”
- (LUNES 23 DE ENERO/2023)>>
La comandante Por Ignacio Cortés Morales>>
Entrega 23 Publicación dominical>>
Droga en el espectáculo Capítulo IX del 22-01-23 Mauricio Degasa dio tres pasos de costado, casi ensayados, teatrales; al tiempo se apagaron las luces, la instancia quedó en penumbra unos instantes, hasta que se iluminó el área de los tres policías que ya tenían las pistolas en la mano; fueron atrás del escritorio Nora y Ruperto; Enrique se protegió atrás del sillón; el empresario prácticamente desapareció; además la prioridad de los policías era lo inmediato, ya después vendría la misión, cumplirla. Pasaron los minutos, tres o cuatro, la tensión seguía ahí, acostumbrándose un poco a la oscuridad, la jefa, daba instrucciones con la mano, y por la parte de la derecha fue rodeando el escritorio para llegar al lugar en el que se encontraba Mauricio antes de que se fuera la energía eléctrica, y no dio con él, se lo había tragado la tierra; en sus narices se les había escapado; quisieron prender la luz pero nada, no había manera; todo se manejaba de manera especial, a control remoto. Mauricio así lo planeó todo, pensaron los policías, y así era; nada se manejaba sin control y era único; lo tenía el empresario, quien, aparentemente, ya no estaba en el lugar, pensó Nora y sus amigos, quienes aguardaban para actuar, sin correr riesgos innecesarios. De momento un haz de luz sobre Mauricio; la comandante se acercó y la luz desapareció; con ella, Degasa, pero ahora estaba en otro lugar. Nora se dio cuenta del juego, eran efectos visuales, se proyectaba, porque, además, ahora de negro, ahora con traje azul, en la playa con bermudas, en la montaña, escalando, solo, acompañado con tres, cuatro mujeres, todas ellas hermosísimas. De pronto, una, otra, otra luces, dos al mismo tiempo, tres, más, ninguna, diez, 20, la habitación llena de figuras del empresario, incluso en el lugar de los policías, ellos eran la pantalla o el espacio. Nuevamente la oscuridad, la comandante ya estaba al frente del escritorio, como al principio, esperando y se iluminó el lugar de Mauricio, sentado en el cómodo sillón empresarial, sonriendo, con el traje beige, el que tenía. Sin prisas. – Señorita comandante, lo vio, es el nuevo juego de luces que tenemos, ¿qué le pareció?. De alguna manera ya lo hemos empleado, pero nunca como ahora, porque fue perfeccionado por técnicos mexicanos, nuestros, de esta empresa; es una aportación para el mundo, y ya estamos con otro más para que se esté en toda la sala, el auditorio, el cabaret, lo que sea, y con ajustes. Me siento orgulloso de mis trabajadores, ¿usted no?, son mexicanos; de nuestra empresa para el mundo, y todavía nos critican y hasta nos persiguen, como usted y sus jóvenes, pero estamos libres de culpa. Nada del mundo tenebroso es para nosotros, no lo necesitamos. Mi padre me enseñó a trabajar fuerte, de frente. Señorita, tenemos tanto dinero que no sé cuánto, por qué lo íbamos a arriesgar por algo más; incluso, el doble es poco para poner en riesgo nuestra tranquilidad, la libertad. Cada minuto estamos ganado millones alrededor del mundo. ¿Qué es un millón de dólares?. La verdad no lo sé, no sé qué compra, para qué sirve. Algo ha de comprar, hasta voluntades, por algo se le aprecia tanto, pero, para mí, todo es relativo, como lo diría Einstein. – Después de jugar al gato y al ratón, ¿podemos irnos?. Supongo que es usted, no una imagen, sino usted. Donde vamos tendrá tiempo de filosofar y quizá encuentra la respuesta sobre lo que significa un millón de dólares que serviría para paliar el hambre de muchos, para abrir una empresa y generar empleos, pero a usted le divierte la nimiedad y lo entiendo; tiene tanto que algo más, le es igual; ¿qué lugar no conoce?. Quizá muchos, pero no hay nada que usted no pueda conocer hasta en este instante; o traje o coche o casa, o mujer que no pueda comprar … – Eso no, señorita. Por ejemplo, no podría tenerla a usted ni siquiera para besarla, ¿o me equivoco?. Usted es especial; muy hermosa, pero me deja la impresión de que es de nadie, más que de su profesión. Por usted sí daría mucho, pero nada la convencería, y el dinero menos; es usted de principios que le vienen, le son y le serán. Le felicito, en medio de tanta porquería, surge usted. En este momento puedo sacar la chequera, ponga la cantidad que quiera por un beso, por uno apasionado, y no le convencería. Usted es distinta. A usted, admirarla y nada más, y ya es mucho, señorita comandante Nora Rodríguez. El empresario se puso de pie, rodeó el escritorio y quedó frente a ella, quien no se movió; sus compañeros quisieron intervenir pero la comandante, con un además, los contuvo. Él acarició el aire, sintiendo que era su rostro, “Nora, pon la cantidad que quieras, es en serio, por un beso nada más. No te volveré a molestar, te lo aseguro. Ese instante será suficiente para pasar la larga temporada que me espera en la prisión, según tú. Vamos, ¿Un millón de dólares?, ¿dos, tres, diez?. Mucho más que lo que se ofreció por bailar por Soledad en la película”. Nunca se atrevió a tocarle aquel atractivo hombre, seguro de sí, alto, atlético, fuerte, firme, con todo el dinero del mundo, con el mundo mismo, pero la Comandante siguió en su papel, serena, sin siquiera cruzar los brazos en el pecho, igual, segura de sí misma, sin necesidad de defensas; le bastaba su convicción y, de ser necesaria, su rapidez y agilidad para contrarrestar el ataque externo, con todo y que sabía que Mauricio era campeón nacional de artes marciales, pero Nora era aguerrida, tenía olfato y precisión en su accionar, por eso estaba ahí, después de decenas de situaciones tan difíciles, mucho más que ésta. Recordó al señor Presidente, “es un juego de niños, es un niño de pecho a comparación de otros”. – Señor Mauricio, ¿usted no se cansa de jugar. Cualquiera de nosotros le hubiera soltado un tiro. – Ni usted ni sus compañeros son criminales, son policías, excelentes, es la fama que tienen, de incorruptibles. Cuando sea grande quiero ser como ustedes para sentirme orgulloso de mí. – Será en la otra vida, si es que la hay, porque usted tiene el camino podrido; las manos nunca se limpiarán de la sangre derramada, como Lady Macbeth, el Retrato de Dorian Grey se queda pequeño a todas las bajezas que ha ocasionado con decenas de seres humanos, la avaricia le es mayor a la de Sylock. ¿A cuántos les ha cobrado la libra de carne?. Ellos no tuvieron a Porcia. ¿A cuántos les dio la muerte de Sócrates, la cicuta de mil maneras?. Es usted el cíclope. ¿A cuántas Helenas arrebató del lado de Menelao, en su papel de Paris y cuántas guerras ocasionó por un gusto de niño rico, gusto del que se hartó enseguida?. – Cada vez le admiro más, señorita comandante. Usted lee más que todos los diputados de Morelos juntos. Le felicito. – Basta de pláticas, vámonos. – Señorita, jóvenes, sólo cinco minutos, el momento estelar de la tarde. Su admirador secreto. Ya vio que no me voy a ir. Sólo estamos jugando un poco. ¿Qué a la vida no se le puede tomar con humor?. Es más agradable, ahí la obra de Tennesse Williams, The Lady of Larkspur Lotion y me sé otras. – Cuando sea el concurso literario o en una tertulia, ¿le parece?. Ahora es la hora de irnos. Nos esperan cuatro paredes y un techo, diría Joan Manuel Serrat. – Sólo un segundo, por favor. Justo en ese momento se volvieron a apagar las luces, “no se apure, señorita, sigo en mi sillón de escritorio. ¿Lista para saber quién es su admirador secreto?, Siéntese, por favor, no sea que se vaya a caer por lo que verá. No es un galán, ni mucho menos así que por ahí no va el asunto”. Se abrió una puerta, con el mismo efecto del teatro, alguien dio un paso, pero sin entrar. Un haz de luz a unos pasos de la entrada, arriba, al centro. Pisadas firmes, teatrales, y se quedó a centímetros de la luz. En el círculo que formaba el haz, sólo la pierna derecha metió. Iba con traje café. La comandante empezó a descifrar el misterio y a descubrir por qué Mauricio Degasa y Pimentel estaba tan sereno. Tenía los ases en la mano, todos, y del lado de la policía, dos pares, de tres y cinco. Entró en el círculo y Nora lo confirmó, Marcos Degasa en persona, impecablemente vestido, sonriente. En ese momento se iluminó la habitación. Caminó y saludó a la Comandante, “señorita, buenas tardes. Pero, por favor, sentemos. Primo, me serviré una copa. A los señores no les ofrezco, están trabajando. Veo que ti tienes la tuya. ¿Desde cuándo no nos vemos?, ¿un poco más de dos semanas?. Siempre un gusto saludarle”. – Yo lo hacía derrochando la fortuna de su primo en el otro lado del mundo, pero mire, sorpresas que da la vida; aquí está, aquí se encuentra. De los arrepentidos quiere Dios. – Señorita, jamás me arrepentí. Yo estoy con mi primo hasta el final de los días. La empresa va a dar mucho más y yo estaré al lado de Mauricio para contarlo, Le invitamos a usted y a sus compañeros a que nos acompañen. Se puede hacer una serie con lo que usted sabe, más lo que tengan nuestros escritores. – Eso se lo dije, primo querido, que se deje de bala y que se venga con nosotros, igual que sus compañeros. Tranquilos, sin peligros de ninguna especie, sin que haya dificultades y ganando mucho más que lo que ahora se llevan. Es más, sumen los sueldos de los tres y aquí van a ganar varias veces más, a cambio de los derechos de la serie. – Va a tener que esperar porque el señor Mauricio está detenido. – Señorita Comandante, bajo ¿qué pruebas?. – Los cuadernos y memorias que me dio. Costó trabajo pero se descifraron y tenemos de sobra elementos para que se vaya a la cárcel. – ¿De verdad me creyó?. No señorita. El cariño que le tengo a mi primo, el agradecimiento, son infinitos. Siempre que tuvo oportunidad, me protegió. Lo va a detener y yo me presentaré para decir que los cuadernos y memorias son falsos. Será inútil que se lo lleve. Estará comiendo en casa. Es más, les invitamos. Los abogados están listos para adelantarse. Antes de que lleguemos, ya estará el amparo, ni siquiera se pisará la comandancia. – Vamos, platiquemos, seamos razonables. En media hora tengo la conferencia de prensa para dar a conocer los nuevos contratos de mis artistas y el estado de salud de los que tenían problemas. Por fortuna todo está caminando, como le hubiera gustado a mi padre, que nos enseñó tantos principios. – Creo que es inútil, terminaríamos haciendo el ridículo. Nos vemos otro día, pero seguiremos investigando. En cuanto a usted, Marcos, es como la joven golpeada por su marido, en algún momento a su primo se le pasará la mano o cuando ya no le sea útil lo asesinará. Usted es el que más peligro corre de cuantos estamos aquí. Está a tiempo de salvar la vida. Reflexione. No sé si lo vuelva a ver. – Si usted gusta, se lo puede llevar. Dale tu número para que te siga a todos lados. A mi primo nadie lo toca. Primero me muero yo, Mauricio Degasa y Pimentel, que mi querido primo. Lo quiero más que Romeo a Mercucio.