A lo largo de la vida siempre hay pequeños momentos que nos definen y nos convierten en lo que somos ahora. Estos episodios siempre se nos presentan para reflexionar sobre lo que hemos sido, donde estamos y hacia donde vamos. Es como si de repente estuviéramos en una casa donde sólo hay oscuridad, sabemos donde están los muebles, y ya no nos tropezamos. Podemos llegar a caminar como si la conociéramos de toda la vida. Sin embargo, puede que llegue un momento en que encontremos el apagador y encendamos la luz. ¡Entonces si! vemos los muebles, las formas, los colores, la armonía de la casa, etc. Lo que la oscuridad nos esconde.
Hoy voy a compartir con ustedes sobre un episodio en mi vida que me dejó una profunda huella. Hace años asistí a una misa en la que tocaba el coro de mi esposa en Acatlipa, Morelos. Todos estábamos apurados porque llegamos muy quemados de tiempo, pero al fin pudimos instalar el sonido y afinar las guitarras. El Padre era un hombre joven y se veía un hombre tranquilo con una serenidad que invitaba, al mismo tiempo tenía de una profundidad que llamaba la atención.
La quinceañera llegó a tiempo, la misa empezó igual. No recuerdo las lecturas y pareciera que iba a ser una misa corta como la de todos los sábados temprano. Sin embargo el sermón se puso bueno. Iniciando el Padre preguntó a la quinceañera:
“—¿Cuanto vales?”.
La quinceañera guardó silencio, volteó como para pedir ayuda, pero todos estaban en silencio también. Entonces le contestó de manera tímida:
“—Valgo mucho”.
El Padre le contestó que aunque la respuesta tenía razón, todavía faltaba algo más. Se volteó hacia los asistentes y les hizo la misma pregunta:
“—¿Cuanto vale la quinceañera?”.
La Marina contestó:
“—Vale mucho—Repitió nuevamente aunque con duda”.
Entonces se levantó la mamá de la quinceañera y le dijo al Padre:
“—Ella lo vale todo”.
¡Exacto! exclamó el Padre, siguió diciendo estamos aquí porque lo vales todo. Dios envió a su hijo porque lo valemos todo. Vales el trabajo de tus padres, vales la alegría de tus amigos, vales el sacrificio de los que te quieren, vales las generaciones que de antecedieron, y así dio muchos ejemplos.
Con esto les digo que nosotros lo valemos todo, si le preguntaremos a nuestros padres si cambiarían su vida nos dirían que la vivirían exactamente igual. Por eso no podemos dejarnos vencer por la adversidad y vivir para lo que ellos se han sacrificado: Que seamos felices y libres.
Gabriel.