Por Gerardo Fernández Casanova
Primero una aclaración. La semana pasada utilicé el término “despropósito” y para algunos amables lectores pareció confuso. En términos convencionales, dicho término es sinónimo de la, muy clara y contundente pero grosera, palabra “pendejada” que prefiero no emplear por simple decoro. Así, quien comete tales acciones es un “despropósitofactor” y el que lo “desdespropósitofactorizare” un gran “desdespropósitofactorizador” será. ¿Qué tal? Viene a cuento la aclaración ante el cúmulo de despropósitos (DPP para efectos de economía literal) que nos agobia, particularmente los cometidos en el rango más alto de Los Pinos.
Una perla de tales DPP brilló en Guadalajara en el acto inaugural del Tianguis Turístico y corrió a cargo de EPN (PN de Peña Nieto, no de lo que está usted pensando) al decir que “tomando versiones de por ahí y por allá, parece que hay mal humor, desánimo entre la gente, un mal humor social” para luego, cual suele hacer, soltar la más que sobada retahíla de cosas buenas que, según él, suceden, al efecto de patentizar los avances que México viene registrando en su administración presidencial, en el renglón turístico, para el caso. Es un eufemístico DPP llamar “mal humor social” al tremendo encabronamiento (luego buscaré un sinónimo aplicable) de la gente que carece de los mínimos indispensables de subsistencia, ya no se diga para hacer turismo y “sentirse orgullosos” de las riquezas del país.
Otra aclaración para mi artículo de la semana pasada referido a la lucha contra la corrupción. Omití, por DPP a mi cargo, la mención del periodismo de investigación y denuncia como un insustituible instrumento de combate a la corrupción, mucho más efectivo que mil declaraciones voluntarias a condición, claro está, de que los delitos denunciados y comprobados no queden impunes. Destaco la valentía de mujeres periodistas que, encabezadas por Carmen Aristegui, hacen gala del ejercicio de la prensa de investigación; no es de gratis que sean objeto de la represión y la difamación desde las alturas de un poder corrupto como el que estamos padeciendo, con todo y la manoseada celebración del Día de la Libertad de Prensa. ¡Libertad de prensa! ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre! Se persigue y se reprime el ejercicio honesto de tan digna profesión, pero se da rienda suelta a la empresa periodística convertida en incontrolable poder político al servicio del gran capital, capaz de imponer conductas suicidas en la sociedad, como lo es la que lleva a votar a favor de quienes la dañan. No es concebible la vigencia del régimen depredador neoliberal sin el innegable ingrediente de la propaganda falaz y machacona que lo promociona o, en sentido contrario, lo denuesta cuando de gobiernos progresistas se trata; Argentina, Brasil y Venezuela son muestra de ello.
Regresando a EPN y sus DPP (¡Coño, que siglerío!) resulta que el sujeto sigue sin entender que no entiende, como se lo dijeron desde 2014. Ciertamente, a mal entendedor ni con todas las palabras de diccionario alcanzaría. Entre sus muchos y muy graves DPP está el de su agenda diaria. Como un servicio a mis amables lectores me doy a la nada grata tarea de leer, escuchar y hasta ver la información de la “fuente” de la presidencia. Entre giras y viajes, inauguraciones y reuniones temáticas prefabricadas, al presidente no le queda tiempo para gobernar, ejercicio que queda delegado en la llamada Oficina de la Presidencia que ocupa las secretarías técnicas de los gabinetes especializados, por cuyo conducto se practica la transmisión de la directriz presidencial. No es de extrañar que el resultado sea la descoordinación por la falta del mando del presidente. Cada secretaría o dependencia gubernamental se desempeña a su libre saber y entender, con frecuencia contradictorio o inconexo con el conjunto gubernamental.
De esta manera se juntan el hambre con las ganas de comer. A un gobierno corrupto se le agrega la condición de incapaz. Mezcla ciertamente explosiva. ¡Hasta cuándo seguirá tanto DPP!
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