TERTULIA POLÍTICA, Por Pedro Martínez Serrano
Desde que asumió la gubernatura del Estado, el señor Graco Ramírez ha hecho mucho en Morelos, especialmente abultar su patrimonio personal, el de su esposa, la señora Elena Cepeda y el de sus hijos e hijastros, en particular el de su preferido, el de su consentido, el señorito Rodrigo Gayosso, ese muchacho atrabancado, arrebatado, pero también rencoroso y vengativo.
El señor Ramírez, además de abultar de manera escandalosa su fortuna personal y la de sus amigos, ha hecho más, por y en Morelos, lo mismo daño, muchísimo daño a las instituciones, que a la seguridad, que hoy se ausentó del Estado, a pesar de las versiones goebelianas de que aquí no pasa nada o las reiteradas difamaciones y descalificaciones con las que trabaja su comisionado estatal de seguridad, Jesús Alberto Capella Ibarra.
A partir del 1 de octubre de 2012, cuando asumió la titularidad del Ejecutivo estatal, Graco se ha dedicado a lo suyo, a atender sus negocios personales, a favorecer a sus amigos y atarragar de billetes los bolsillos de sus hijos e hijastros, con cuidado especial a Rodrigo, pero también a convertir el Estado; el Ejecutivo, el cargo que asaltó, en un estercolero con el que ensucia todo lo que toca, pero también con el que pretende ensuciar a todos los que hacen gobierno en cualquiera de los tres niveles o en instituciones públicas y académicas.
Graco vive feliz difamando, culpando a otros de lo que ha sido incapaz de resolver, pero también prendiendo infiernos en donde no los hay; su estilo personal, muy personal, es el que responde al principio de que primero él, luego él y al último él y, si algo queda, que sea para su familia y sus cómplices.
En ese estilo ramplón, el señor de Tabasco atiborra de estiércol todo lo que se cruza en su camino o siente que afecta sus intereses, es profundamente irresponsable, va por la vida difamando, acusando sin probar y, su acusación estelar es la que embarra a quienes no piensan como él o lo cuestionan, con grupos del crimen organizado.
Hoy, en el ojo del huracán, perseguido por las raterías personales y los abusos de poder en que ha incurrido desde el primer día de su gobierno, eso sí, solapado y encubierto desde Los Pinos, Graco Ramírez camina con un amparo bajo el brazo, para frenar la acción de la justicia, que tarde o temprano lo alcanzará, de eso nadie debe dudar. Graco terminará en la cárcel; millonario sí, pero solo y apestado; arrinconado en una cárcel lejana a Morelos, porque aquí, son muchos los odios en su contra.
Y, aunque uno a uno los casos en que se ha encaprichado se le han caído, el más reciente de ellos, la rudísima difamación, que costó millones de pesos echados a los perros que ladran a su tonada, fue el del presidente municipal de Tlaquiltenango, Enrique Alonso, quien probó su inocencia de las acusaciones que le lanzó desde sus periódicos preferidos, Morelos Ladra, como lo llaman entre la prensa local y; a nivel nacional, el ahora desprestigiado Reforma y Milenio, también chorreante de servilismo.
Es más, el joven alcalde echó abajo la imposición del Mando Único, lo que podría pasar en cada uno de los municipios en los que impuso esa figura amorfa y que no sirve más que para proteger criminales, amigos y patrones de Alberto Capella Ibarra.
Aprovechado de que la hacienda estatal está bajo su mando y complacencia, Graco intimida y obliga a todos quienes reciben partidas en esa oficina, a hacer lo que él dice y ordena, para cobrar revancha en contra de quienes cree sus enemigos, por el único delito de exigir seriedad en los tratos que acostumbra hacer y no cumplir.
Ejemplo a la mano es la orquestada negativa de los presidentes municipales, a trasferir a la máxima casa de estudios el 5 por ciento del impuesto Pro Universidad, mismo que cobran en cada uno de los ingresos que reciben en sus respectivas tesorerías, pero que no están dispuestos a trasferir, por una sencilla razón, el rector Alejandro Vera Jímenez exhibió y arrodilló a Graco.
Y en ese mismo riel de distribución de conflictos, como lo hizo en la legislatura anterior, el gobernador y o sus imbéciles operadores, abanderados por el escurridizo y grisáceo Matías Quiroz Medina, ha tratado de que los problemas se trasladen y asalten el Congreso del Estado. No lo han logrado, lo intentos se han frenado al vuelo.
Se quiera o no reconocer, para mantener el orden en el Congreso, el único a nivel nacional con once representaciones partidistas y, con todo y ello, con el 99 por ciento de asuntos votados por unanimidad, ha tenido que ver la mano del diputado presidente de la mesa directiva, Francisco Alejandro Moreno Merino, siempre atenta, serena y caballerosa, pero también enérgica cuando se requiere.
Dos temas que lo muestran:
Cuando el rector de la UAEM fue aconsejado para que trasladara su plantón a la sede del Congreso del Estado, me deslizaron la versión de que el diputado Moreno Merino, también catedrático universitario, se comunicó con el doctor Vera Jiménez y le recordó, que el edificio de Matamoros no era una plaza y por tanto no permitiría que se plantarán ahí: Si quieres estar aquí, que sea en la banqueta, pero no en el acceso al edificio, le pidió y le ofreció incluso seguridad, pero también respeto al Poder Legislativo. El asunto se frustró.
Una más:
En el caso Temixco, mismo que se atiza desde la dirigencia del PRD en Morelos, a cargo de Rodrigo Gayosso, que quiere decir Graco Ramírez, también se mandó a los manifestantes a plantarse en el acceso principal del Congreso del Estado. La intervención del diputado Moreno Merino fue la misma, atendió el asunto, ofreció car cause al mismo, integró una comisión y los retiró del lugar.
Así las cosas, me parece que en lo que resta de la actual legislatura, Graco no conseguirá convertir en basurero al Congreso del Estado, como mantuvo a la legislatura anterior, a la que mantuvo sometida a caprichos y arrebatos, además de aprobaciones bajo sospecha como la del millonario crédito que hoy lo tiene con un piue en la cárcel.