Por Gerardo Fernández Casanova
¡Ya chole! Al vertiginoso ritmo de un escándalo por semana vamos a acabar acostumbrándonos, si no es que ya lo estamos. Esta semana le tocó al “joesú”, ex gobernador de Coahuila y ex presidente del PRI, Humberto Moreira, que está siendo procesado por causa de sus torpezas, pero no en la cárcel de Cananea, sino en un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo, apenas una semana. Lo agarraron los gendarmes con acento madrileño y le mostraron las facturas y los chismes de lavadero; que si de dónde tanta lana y que quién pompó la pocilga catalana y tantas otras cosas que se le toleraron aquí. Pero ya alista las maletas (y también las petacas) Súper AC para acudir a la exoneración en el interesante conflicto; con caireles en la frente y su cara de yo no fui, cual virginal androide, sonando la pandereta y las castañuelas, mostrará al mundo entero la muy cabal justicia mexicana que, atenta a la modernidad neoliberal, premia la capacidad emprendedora de los que hacen negocios sin detenerse en las minucias del origen del dinero y, menos aún, de su destino.
Moreira cumplió sin lugar a dudas. Endeudó al estado de Coahuila a más no poder; dispuso de cuantiosos recursos y, entre otras linduras, los volcó al proyecto presidencial del entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, quien lo hizo presidente del PRI para manejar el proceso de la nominación de candidato. Vino el destape de las cloacas, por un lado la del PRI con EPN a la cabeza y, por el otro, la de la tesorería de Coahuila que mostró la corrupta conducta de su ex gobernador. Ni modo, se vio obligado a renunciar para no dañar a su candidato; pero no sin pasar la factura: impunidad para él y la gubernatura del estado para su hermano. Así todos quedaron contentos, hasta para estudiar un doctorado (sería en transas) en Barcelona, lejos de suponer alguna acción justiciera. Finalmente el sueño se fracturó.
Hablando de fracturas, la hidráulica para extraer petróleo y gas también se fracturó estrepitosamente, no por sus perniciosos efectos ambientales que tantas protestas provocó, sino porque sólo es rentable con precios arriba de 60 dólares el barril; su caída a menos de 30 ha creado un boquete de varios cientos de miles de millones de dólares (billones en inglés) y un endeudamiento impagable suficiente para crear un nuevo crack en las finanzas gringas y, por consecuencia, en las del mundo. Barril sin fondo en el que, no obstante oposiciones y advertencias, se hunden parte de los exiguos recursos de inversión de PEMEX. De ser cierto que los sauditas provocaron el desplome de los precios para provocar tal quiebra del fracking, alabado sea, aunque de camino haya contribuido al destroncamiento de las economías emergentes fincadas en el alto precio de la energía, particularmente las de Rusia, Venezuela y Brasil, casualmente poco simpáticas a los intereses hegemónicos yanquis. Como que ya va siendo la hora para que los precios del petróleo retomen un nivel comercialmente conveniente.
Por cierto, en esta mi tozuda condición de iluso, quise interpretar que el periplo de Peña Nieto por las monarquías petroleras y proyanquis de Medio Oriente, obedecía a algún intento por proveer a la recuperación de los precios del combustible. Craso y acostumbrado error; ni siquiera en lo “oscurito” se ventiló el tema. La gira sólo se destinó a mendigar inversiones de reyes, emires y sultanes para apuntalar la muy endeble economía mexicana, ahora que el prestigio de México vuelve a estar por las nubes en cuanto a facilidades a la inversión extranjera: facilidades para delinquir con impunidad, explotar a la mano de obra sin freno y disponer de la tierra y sus recursos con la más amplia de las libertades. Por lo que toca a los precios del petróleo, pues que sea Washington quien los arregle a su conveniencia y punto.
México, al igual que Moreira y el fracking petrolero, está fracturado. Ya es hora de una ortopedia de fondo.
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