Por Javier Jaramillo Frikas
La designación de Rodolfo Becerril Straffon como presidente del comité estatal del Partido Revolucionario Institucional, anima a la militancia de este instituto porque no llega con el impulso de ninguna de las tantas fracciones internas, todas ellas con su fuerza. El último PRI en la extensión de su historia y hechos, buenos y malos, lo vivieron con Antonio Riva Palacio López, tras ello han estado al frente muchas y muchos, pero nunca con el respaldo de un priista de relevancia como lo era, sin duda, don Antonio. Becerril, por cierto, si carga alguna tuviera –así sea de la malediciencia natural de sus compañeros de partido– sería el mismo Riva Palacio que, no hace mucho falleció llevándose con él al último priista de cepa hecho a la antigua, vertebrado pues y bien dejando, por ahí regados personajes que mantienen con vida a su partido.
Y cuando mencionamos que el último PRI tiene 20 años que no apareció, no es referirse destructiva ni insanamente con sus dirigencias, es que vivieron circunstancias difíciles, por ejemplo el desconocimiento de las entrañas del partido que lo postulo como es el caso de Jorge Carrillo Olea, que nunca lo entendió y menos se ocupó. Eso hizo posible que cuando la carga social se vino encima, los priistas se hicieron al costado, incluso se sumaron exigiendo su salida en 1988. O a la derrota en el 2000 que con un edificio vació de gente y recursos, prácticamente abandonado a su suerte, Samuel Palma César encaraba los cobros heredados desde temprana hora y sacaba adelante el compromiso con los escombros regados en cada uno de sus pisos. Palma César recurrió a lo que quedaba del PRI nacional, a sorteos y rifas y nunca se negaba a reconocer los adeudos, así él no los haya contraído. Eran las condiciones y había que asumirlas. O el desenfreno como partido de oposición, porque nunca se escuchó la voz de la experiencia –quedaba vivo y actuante Riva Palacio, nunca siquiera oído—aunque queda como excusa a los que hayan estado ahí, Maricela Sánchez Cortés y Guillermo del Valle preponderantemente que aunque negociando con los gobiernos no entraron en la estructura de ninguno de ellos.
Bajo esas condiciones viene una de las experiencias a las que debe apostar un libre Rodolfo Becerril Straffon: el proceso electoral intermedio del 2009 que el PRI ganó todas las diputaciones locales en disputa, los 18 distritos, quedando fuera los tres primeros plurinominales, el propio Guillermo, Samuel Palma y no recordamos el tercero. Estudioso, intelectual, político, amigo de figuras nacionales, ex diputado federal, ex senador relevante, Rodolfo tiene una gracia de pocos: soportar los últimos 14 años sin caer en tentaciones, lo que lo dibuja como un priista cuyas piezas están amarradas a su partido. Y seguramente vivió momentos complicados, incluso dolorosos con su propia gente tricolor. La tentación, seguro, estuvo presente, sin embargo el nuevo presidente priista se mantuvo. Hoy, que a nadie quepa duda, se la deben estar colgando y cobrando todos, pero veámoslo como tiene que ser: no trae carga, es experimentado, no tiene aspiraciones para competir la gubernatura aunque le sobren capacidades, y lo real, la pluriniominal lo coloca en medio de un camino a escoger: ganar todo o llegar cómodamente por la vía plurinominal al Congreso Local. Digamos que a Rodolfo le llega la dirigencia ansiosamente buscada en los últimos 25 años, de manera natural, sin rasgarse ninguna vestidura ni antesalas largas, solamente porque sus cargas no existen y esto lo anotamos con respeto absoluto a la figura de don Antonio Riva Palacio.
Naturalito, se diría en el argot.
Ahora, se tiene que establecer que en el PRI cuenta con grupos de poder, con influencia, que harán lo que siempre, ya sea política, presión. Lo que sea. Es parte de cualquier ejercicio partidista en el mundo. Ahí están los tradicionales, los emergentes que cobran fuerza y un voto duro que ha variado poco en los mismos años que el PRI anduvo de cabeza. La sociedad, mayoritariamente apartidista, tendrá el comportamiento mirando primero qué hacen los gobiernos, estatal, municipales, y van a tomar su decisión. Es importante tanto número como engranaje de cada partido, ya lo cobrarán o pagaran factura en la elección que viene pronto.
La primera lectura que envían los priistas, iniciando con los locales aceptando y el nacional operando, es que Rodolfo Becerril llega sin que haya oposición. Han dado un paso que ni ellos se imaginan, cuando se esperaban los episodios callejeros hasta con sangre y las discusiones estériles en restaurantes u oficinas. No han tenido un rasguño. ¿Ventaja? Lo sabremos en el camino, lo que si todos vemos al momento, es que no hay fracturas. Quién sabe qué venga en el camino..
Becerril y su reto:
Dar buenas cuentas a sus superiores en el CEN y una de ellas es complicada pero tiene que buscarla, como punto mayor: ganar todo aunque él se quede. Si no es así, estos 12 meses de tarea dura, tendrá que reconciliar a unos con otros y regresar a su partido a la vida normal, tras 20 años de bamboleo.
Vorágine
Jorge Messeguer Guillén al que conocemos desde que se activó en la política local, buena persona en aquellos años y días, dejó la secretaría general de gobierno para buscar ser candidato a la presidencia de Cuernavaca, por el PRD. En un breve resumen de su estadía en la primera posición burocrática importante del gobierno estatal, Jorge rinde malas cuentas: contestatario no solo con sus opositores sino al interior de su partido, con un error que lo ayudará en el futuro al ubicar a Jordy, su hijo, como candidato posteriormente ganador a diputado, pero sin la menor noción de esta tarea e inoportuno protagonismo en la sala legislativa, y algo todavía más complicado: una mal calibrada, pero obligada salida, por la puerta trasera. El tema de la inseguridad no era privativo de él, es general, lo vive hasta el más avezado. A la vista lleva una carga mayor a su resistencia política, incluso asuntos vecinos le van a pesar. El precio de llegar a posiciones vitales del gobierno sin la mínima experiencia cobra factura, Jorge infortunadamente lo vivió. De todos modos, que la juegue por Cuernavaca y que le vaya bien.
Vaya cosa especial como anécdota: hará unos 10 años al columnista le llamaron Jorge Messeguer y Manuel Martínez Garrigoz para una entrevista en un programa de televisión conducido por ambos. Y fueron bastante generosos, por cierto. Los dos se dedicaban y dedican a la política, Manuel ya fue presidente municipal tras una larga lucha y Jorge busca serlo.