Por Mario Alejandro Garcia Salgado
MITOS, LEYENDAS Y TRADICIONES DEL “Cuernavaca de mis Recuerdos”.
CHAPULTEPEC.- (copiado tal cual de un libro para no perder la esencia del historiador).- A tres kilómetros del centro de la ciudad, al oriente se encuentra el pueblo de Chapultepec, perteneciente al municipio de Cuernavaca, y de hecho ya dentro del perímetro de la ciudad, nos lleva hasta el lugar la avenida que entronca con la carretera a Cuautla. Existen allí unos manantiales de agua bastante fría que fueron utilizados desde tiempo inmemorial, pues ya en 1642, Hipólito de Santoyo, arrendatario del trapiche de Tlaltenango, propiedad de los descendientes de Hernán Cortés, al trasladar la maquinaría de Tlaltenango a Atlacomulco, construyó un acueducto para llevar el agua de Chapultepec hasta las ruedas hidráulicas de Atlacomulco.
Este ingenio se convirtió en el más grande y poderoso de la Nueva España y se ufanaba de la obra arquitectónica de su gran acueducto de 2,032 varas y, de éstas, 400 estaban sobre arquerías y pilastrones, además de tener más de 1000 varas de zanjas abiertas sobre el borde de los cerros. Así Atlacomulco, gozaba de 58 surcos de riego de los manantiales de Chapultepec.
A principios del siglo, el señor Eugenio J. Cañas construyó un canal de derivación para la presa que había de mover la turbina de la Planta de Luz del guila de Chapultepec.
En tiempos del Gobierno del señor Vicente Estrada Cajigal, la Dirección de Obras Públicas construyó una alberca, vestidores y jardinería, convirtiéndose en balneario.
Estos manantiales están rodeados de ahuehuetes, amates amarillos y fresnos; y en 1931, a iniciativa del señor Arcadio Varela, se convirtió en parque recreativo; en esta tarea el señor Varela fue apoyado por el ingeniero Miguel A. de Quevedo, presidente de la Sociedad Forestal Mexicana y el parque quedó convertido en un hermoso lugar lleno de árboles y cascadas.
Don Arcadio utilizó armazones de coches viejos cubiertos de tierra y piedras para hacer puentes rústicos sobre los arroyos y durante muchos años fue un lugar de esparcimiento para los niños y habitantes de Cuernavaca.
En 1991, durante la administración del licenciado Emilio Riva Palacio, por medio de un decreto federal, la barranca de Chapultepec quedó adjudicada al gobierno del Estado el cual tomó posesión del lugar y en el año de 1968 se iniciaron los trabajos de transformación de la barranca y la construcción de un centro turístico y de diversiones.
En su informe de mayo de 1969 Don Emilio Riva Palacio dijo que se habían hecho Las obras siguientes: entrada principal que alojaba las taquillas y oficinas de la administración, alumbrado mercurial, locales para exposición y venta de artesanías, para floricultores y viveristas: ferrocarril escénico con una estación terminal y otra intermedia, se pavimentó el andador principal, juegos mecánicos, zoológico, canal de canotaje, zona de pesca, gruta, pirámide, teatro al aire libre con tribunas para 850 personas, dos albercas y dos chapoteaderos con sistema de calefacción y purificación de agua, estacionamiento y locales comerciales con prohibición terminante para la venta e introducción de bebidas alcohólicas. Finalmente el parque recreativo Chapultepec tuvo un costo de $13,830.000.00 pesos.
Durante la administración del ingeniero Felipe Rivera Crespo ya pagado el fideicomiso, el parque pasó a poder del I.M.P.I.
A principios de la administración del doctor Lauro Ortega Martínez fue clausurado el lugar, arguyendo que sólo se hacían reparaciones, permaneció así durante todo su sexenio hasta que quedó casi destruido; continuando en poder del DIF.
Actualmente el parque ha sido acondicionado, ampliado y concesionado a una empresa particular que se llama Jungla Mágica. Este parque fue reinaugurado en agosto de 1990 y cuenta con una enorme jaula de aves y un delfinario, hay laberintos, juegos de video, la cabaña encantada, la telaraña, un planetario y un lago natural con lanchas, restaurantes y juegos infantiles.
HASTA AQUÍ EL RELATO DEL ESCRITOR, ¿Pero qué recuerda la gente? Afirman que para llegar a la entrada de Chapultepec había una pequeña bajadita y ya cerca de la entrada era la terminal de los autobuses conocidos hasta ahora como “chapulines”; había una ex planada.
Nos cuenta el amigo periodista Juan Sánchez Flores que en esa ex planada había bailes, mismos que eran amenizados por varias orquestas y conjuntos locales y era visitado por decenas de parejas que gustaban, aparte de bailar, ir de paseo y caminar a la rivera de los canales con agua cristalina, muy fría y corrediza hasta la fecha.
Para muchas mujeres, los tres canales, que parecían formados, servían no solo para darse un chapuzon, sino para lavar ropa; y mientras las mujeres lavaban, sus hijos o sus acompañantes se dedicaban a bañarse. Las mujeres metían medio cuerpo en las aguas frías, casi heladas para lavar. (Hoy en día, esas mujeres padecen reumatismo), pero así era la vida.
Cerca de la entrada había un restaurant muy amplio (lo que es ahora las oficinas). Una vez, el periódico “Avance de Morelos”, cuyo director era el finado periodista Alfonso García Bueno y el gerente del mismo, el fotógrafo Luis Díaz López, festejaron allí un aniversario del periódico, teniendo como invitado especial al señor gobernador y a su gabinete; todos amigos del periódico y de los trabajadores del mismo.
Cerca de esas oficinas, a unos pasos había el lago, grande y muy bonito y cerca de la orilla había un tronco seco hundido y en donde varios chamacos (chiquillos) se lanzaban al fondo del lago para sacar monedas que la gente les tiraba al agua fría. HASTA AQUÍ LOS POCOS COMENTARIOS DE LA GENTE QUE CONOCIO CHAPULTEPEC EN AQUELLOS AÑOS.
Otro fragmento del libro: A cuatro kilómetros de Cuernavaca se encuentra el pueblo de Chapultepec. Una calzada conduce al turista a aquel sitio amenísimo. Todo el trayecto está cubierto, a uno y a otro lado de la carretera, con el follaje espeso de los árboles que allí crecen.
Se llega al caserío, y las modestas habitaciones de sus habitantes, la mayoría de raza indígena, se asoma entre huertos y jardines, en donde se desarrollan la palmera, el mango, el guayabo, la piña-nona y otras frutas ricas.
Un manantial de agua pura y cristalina, brota en medio de rocas, y forma enseguida un pequeño lago. De allí sale una mansa corriente para fecundar tierras de promisión. El musgo y las lianas y multitud de plantas acuáticas crecen lujuriosas, dando más amenidad al sitio.
Cerca del lago hay un ahuehuete que quiere, como los sauces llorones, acariciar el agua con sus ramas. Las aves que moran en los copajes se bañan con el rocío de la bruma. El turista pueda bajar al río, penetrar por aquellos bosquecillos y sumergirse en el agua que convida a gozar de sus encantos y de su caria.
Y termina el escritor con este gran pensamiento nacido desde la profundidad de su ser: “¡Qué sublime es el panorama que se descubre ante los ojos! Allá están los volcanes como inmensas pirámides que con sus cúspides pretenden llegar hasta el cielo; los poéticos caseríos, enlazados unos con otros hasta formar una guirnalda ondulante de villorrios; las campiñas donde nacen las flores silvestres sin más besos que los del sol, ni más admiradores que los sencillos campesinos que por allí moran, o los viandantes que ávidos de contemplar las bellezas Naturales, llegan hasta ellos para pasar instantes de felicidad inolvidables. Cuernavaca vista desde las alturas, es un jardín amenísimo besado por el sol. ¡Sol de Cuernavaca, no te ocultes; espera que se acaben de abrir las flores de Castilla y los rosales Blancos…!