La Tregua

Javier_JaramilloPor Javier Jaramillo Frikas

La Tregua

 

¿Dónde deben quedar escritas esta serie de inquietudes? ¿En un manifiesto o en la columna con más de 30 años de edad, también nacida en Morelos? Es ya lo de menos. Hay que asentar y asumir la responsabilidad. No es una columna pero si, así, así mero, piensa un servidor.

Comparezco y Expongo

Hasta lo posible dejamos a un lado la anécdota y el género periodístico para dar paso desde el recuerdo fácil de comprobar  hasta la también sencilla probatoria que La Sociedad de Morelos, es madura, tanto por golpes dolorosos de grupos criminales como por gobiernos fallidos. Tras el proceso electoral que cada quien califique como lo desee, las debilidades institucionales, el desgaste que hace entrar en agonía, aquí, al sistema de Partidos Políticos, bien caería UNA TREGUA que permita priorizar los puntos que hagan posible un trabajo que se ve lejos, pero se puede con decisión: La verdadera restauración del TEJIDO SOCIAL.

El Tejido Social, parte central del discurso político y de todos los gobernantes, su reconstrucción nunca falta en la oratoria. Pero entremos en lo que nos toca: Morelos, sus 33 municipios, los casi 2 millones que aquí vivimos y la realidad del cero avance en más de 20 años, el endeudamiento de la deuda pública en el caso de las administraciones y lo seriamente grave y enumeramos en un listado con mayúsculas:

LA IDENTIDAD DESGARRADA

LOS ESPACIOS PERDIDOS

LA PÉRDIDA DEL SENTIDO DE PERTENENCIA

LA DESPERSONALIZACIÓN SOCIAL

EL CRIMEN ORGANIZADO

EL FRACASO DE LOS GOBIERNOS EN SUS TRES NIVELES

Todos los puntos cierran la palabra: DESGARRAMIENTO DEL TEJIDO SOCIAL

Sin orden y al golpe de máquina entremos en propuestas que, lo rogamos, simplemente revisémoslas y ojalá sirvan a quien sea, pero son tañidos de campanas que llaman con urgencia.

Los gobiernos, federal, el estatal, los municipales que se van y los que llegan están ahí porque existen leyes y han sido decisiones de todos nosotros los ciudadanos, de la mayoría, por ello están ahí. Son legales. Si funcionan o no, es necesario que conozcan proclamas, intenciones, ideas, reclamos, pero sobre todo que apoyen con lo elemental en la recuperación de los valores emocionales, de pertenencia, de identidad. Y ponemos el primer ejemplo:

¿Cómo recuperar ESPACIOS PERDIDOS?

Lo ilustramos con los parques de Cuernavaca, que es lo mismo que en Cuautla, Jojutla, Temixco, Zapata y Anexas.

Las últimas generaciones se han privado de disfrutar o siquiera conocen el Melchor Ocampo, el Porfirio Díaz, El Revolución, Chapultepec, el Jardín de San Juan. Reducido el número de habitantes, en los años 60, 70 y hasta los 90, era común la organización de familias con sus bebidas y alimentos para pasar unas horas agradables contando con la naturaleza que aunque distraída no nos abandona. Hoy, ayer y antier, la idea de los cabezas de familia no es planear el fin de semana popular sino la lista larga de precauciones a jóvenes y adolescentes en sus idas y regresos de las escuelas, en sus salidas y estancias en bares, y con razones de sobra por el incremento de la violencia, las llamadas constantes en horas pasadas o madrugadas con los padres despiertos e inquietos y los muchachos molestos por tanto cuidado. Para los niños quizá un Mc Donald’s o cualquier espacio comercial con juegos, pero lamentablemente nunca los hemos enterado que esos ESPACIOS SON SUYOS, de igual forma que eran nuestros. No existen condiciones. Hay que generarlas.

Que en El Melchor alquilaba la Familia Puente que vivían en la calle de Guerrero (en la propiedad de los Mitre), triciclos y bicicletas pequeñas, en tanto sus padres se comían sus tacos de arroz con huevo duro, de chicharrón en salsa o de queso y jamón y se tomaban su refresco. El regreso era con los chavos somnolientos y los adultos contentos de recrearse con sus hijos. Lo vivimos infinidad de ocasiones. Que el Porfirio también majestuoso era escenario de las conversaciones de amores juveniles sin ser molestados. Ya agarrados de la mano o en tremendo faje, hablando claro y con respeto. Hoy no lo conocen. Estos dos parques tienen que regresar con sus dueños, con el esquema de la administración de los gobiernos municipales o estatales, el añadido de seguridad con ocho, diez policías, tres patrullas, presencia pues. Los dueños son usted, yo, El Cancún, los Mojica, los Salgado, los Porcayo, los Hernández, los Ramírez, los Sánchez, los López, los Mendieta, los Serrano, los Lara, los Corripio, los Osorio, los Abreu, los Barud, los Yáñez, los Valáguez, los Salazar, los Gayosso, los Ludwig, los Takayanagui, los Abe, los Meade, los Carter, los Blanco, los Zamilpa, los Barenque, los Nava, los Martínez. Todos, sin que falte una sola familia. De todos, desde La Barona a Altavista, de Reforma a Club de Golf, de Rancho Cortés a Tabachines, de Tetela a Chipitlán, de Ahuatepec y Ocotepec a Lagunilla y Chulavista, de La Carolina a Amatitlán y de Zarco a Los Arcos. Todos. Cada quien en su actividad hará lo que deba, pero estos programas de hacerse, elemental es el respeto a la persona, al espacio, a la familia y en sus actividades personales, cada cual hace lo que tiene  que hacer.                                                                                                                                  De ahí que las cargas partidistas o políticas deben guardarlas bajo llave si existe la intención de iniciar con LA SUTURA DEL TEJIDO SOCIAL DESGARRADO.

Chapultepec es igual. Que lo hagan accesible a sus dueños y que pongan vigilancia, que regrese con su colorido humano, aunque Chucho, el changuito que donó el inolvidable don Pepe Gutiérrez lleve muertos decenas de años y su árbol ahí está. Verde. Verde, macizo, macizo. ¿Recuerdan La Hora del Pueblo de don Pepe? ¿Alguien se anima? Esos espacios faltan.

¿Cómo disfrutarían los amantes del Ajedrez que les ampliaran el espacio para su científico juego? O los aficionados del Dominó condenados a en hora de día reunirse en la casa de tal o cual amigo, para vivir, platicar, fumarse un cigarrillo y matarle la mula de seises al adversario amigo. Queremos imaginar a los dominadores llegar con su silla replegable, el responsable de la mesita también, sus ceniceros portátiles y su bolsa de desechos para terminada la jugada, levantar y dejar tan limpia como estaba la Plaza de Armas, o El Porfirio, El Melchor, el Jardín de San Juan (de los poquitos que tienen uso popular con amantes de la música algún día de la semana). O los enamorados del Danzón, con mejor sonido, mayor espacio y que disfruten paso a paso. O de la de moda salsa, que encantan con sus movimientos y cada vez es más popular en todos los niveles sociales. Tienen ya muchos grupos, pero también la ida del sol, les atemoriza, que el gobierno tenga ahí a policías pacientes y atentos, es esa su parte. Y sumar a los grupos de cumbia, de huaracha, de norteñas, La Quebradita y obviamente los grupos folclóricos y autóctonos, necesitados de ampliar sus espacios.

Elemental la integración a partir de ellos, de los grupos de SKATES (de patineta) y los seguidores del Graffiti que les colocan un sello delictivo y jamás han brindado un espacio. Que sea desde la sociedad con el apoyo de los gobiernos.

¿No comparten que se pueda esta recuperación? Aquí es obligada LA TOLERANCIA de la sociedad y el gobierno. En esta batalla que tiene que ser coordinada por el bien de todos, será común que en una Gran Kermesse en El Porfirio, El Melchor o La Plaza, en el propio Chapultepec, llegue con su familia Graco Ramírez, el gobernador, y se cruce y salude con la familia Becerril Straffon, o que los Gómez Borbolla conozcan quién es Patty, de los Patios de la Estación, o que los Adame de El Empleado se encuentren con los Ramírez de San Antón. Todos cabemos, tolerando. No necesariamente socializando, en la recuperación de Los Espacios Perdidos, La Identidad Ausente por la llegada de la delincuencia y agregando a quienes tienen cinco o más y menos años a este conglomerado.

Así entendemos la Reconstrucción del Tejido Social. No a partir de los gobiernos. No funciona. Sería si estos –los gobiernos—coadyuvan con su obligación de brindar seguridad al ciudadano, y claro la gran masa, no infringiendo reglamentos ni leyes. Se lee bonito, utópico pensarán, pero mayor mal sería no tener este tipo de intenciones que rayan en el anhelo y tocan la realidad si se deja a un lado cargas que nada tienen que ver directamente con la mayoría de sectores de la Sociedad Lastimada.

Que lo hagan los que gusten, que sea en colectivo, de manera individual, pero si el sentimiento emerge como es el caso, y nos atrapa la cruda realidad que estamos la sociedad encerrada por realidades y también por pasivos, hay que intentarlo. Si no mencionamos a las instituciones de gobierno más en lo que son parte de sus obligaciones, y que se den la oportunidad de cumplir elementalmente, es que este tipo de ideas jamás interesan a legisladores o funcionarios, tampoco las cumplen los políticos. Por ello la necesidad que LA RECUPERACIÓN venga a partir de LA SOCIEDAD MISMA y con el orden y respeto a las leyes, que hagan las cosas. ¿Se imaginan a alguna autoridad negando el permiso de entrar a MI PLAZA, a MI PARQUE, para llevar el cáñamo del hilo que ayude a zurcir una parte del tejido desgarrada? Lo hacemos sin ellos, pero siempre será mejor con la coordinación de instituciones. Conviene a todos. Sin duda.

Esta vez, yo, Javier Jaramillo Frikas, en mi condición de ciudadano morelense preocupado por heredar a las futuras generaciones mejores condiciones de vida y a las actuales, auxiliar en el encauce de sus mismas y buenas formas de vivir, publico estas letras, y que se interpreten como cada quien guste. Soy responsable de este especie de manifiesto –proclama, sueño, utopía, posibilidad, lo que le quede, ojalá—como lo he sido de cada una de las líneas que durante más de 35 años ha sido mi oficio de escribidor. 

Si le sirven a quien sea, muy bueno. De todas formas, algo tenemos qué hacer y si es construyendo, mejor. Porque igual que a muchos de ustedes, me gustaría regresar al Morelos que tanto amamos y por ello no nos vamos a ir. En Cuernavaca y los municipios restantes, cada lugar tiene sus sitios comunes que han sido arrebatados, que han lastimado su identidad, que pueden regresar al lugar común como en los otros años, los inolvidables. Del gobierno es su obligación, pero depende que la sociedad lo desee. Ya si aquellos no entienden, a saber dónde vamos a llegar.

Pero como pregona el famoso vendedor de botanas en El Miraval y El Centenario: ¡Esto Urge!.

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