Ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos…

Javier_JaramilloPor Javier Jaramillo Frikas

Ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos…

Cuando faltan tres semanas con cuatro días para una elección, los implicados en estas tareas, candidatos, asesores, cuartos de guerra y sus patrocinadores políticos, conocen qué sucederá. Los gestos, anuncios, miradas, palabras, gritos, nervios y la velocidad mediática fallida, indican que Jorge Messeguer Guillén, tras 30 meses y unas semanas en campaña, sabe improbable que gane la contienda. Aunque la política ha estado en un estado catatónico en nuestra entidad varios lustros y décadas, el medio conocimiento y la práctica del sentido común ilustran que desde las promesas de clases de inglés a choferes, el apoyo al turismo, al comercio, el conocimiento del tema importante de la seguridad que dos años manejé, dice el candidato del PRD en Cuernavaca, hechos estos anuncios en los últimos dos días, es la última carta de un hombre que ni en la función pública y menos en la búsqueda de la presidencia de la capital de Morelos, demostró talento, conocimiento y tamaños.

Ahora el tiempo se mide por días, perdidos los 30 meses de intensa campaña desde un cargo público. En este momento faltan siete días para que solo sean dos semanas y cuatro días, el siguiente miércoles una semana y esos cuatro días y ahí, mero ahí, se acabó se toca la campana oficial de la autoridad electoral, que a modo o no se encuentran con funcionarios estatales y partidos que ahí los colocaron, con la intensa lupa social. Lo que no hayan logrado en tanto tiempo, ni robando lo van a lograr. Hoy, el enemigo veloz, contundente, certero y que tendrá un reflejo el siete de junio venidero, es el tiempo.

 

Ay cuanto tiempo perdí, ay cuanto tiempo…: Renato Leduc en su soneto Tiempo y destiempo

 

Lo que no hayan hecho, todos los que juegan una posición, hasta hace dos meses, o un tanto menos, imposible de lograrlo en 20 días. Las elecciones aun en tiempo de crisis se ganan con estructura primero, luego con dinero. Esto último lo tienen los apoyadores de Messeguer, pero su estructura es endeble, lo reafirma el constante cambio de discurso. En las últimas semanas, echaron todos los verbos al aire, en los días anteriores, los mensajes sin receptor, suenan a desesperación. Jorge Messeguer Guillén siempre tuvo buena calificación como ciudadano, con una función como legislador local. Y ya. En tareas de jefe de gabinete fue rebasado por la cruda realidad más allá de las difíciles condiciones de la entidad morelense, sino por un equipo ni siquiera mediano que lo respaldara. Con él al frente, el gobernador Graco Ramírez se quedó solo haciendo las funciones del raquítico equipo. Solo esto último lo colocó en una posición débil frente a una sociedad lacerada por los gobiernos anteriores en gran parte, y por una mala condición de gobernantes ahora. Sin el compromiso que implica trabajar por los ciudadanos, palabras, actos individuales encima de otras instituciones y poderes débiles, sobre todo el legislativo, que si lo revisan, seguro reprueban.

Una a otra, las últimas legislaturas le han ganado a la anterior el mérito de ser la peor, la menos productiva, el privilegio ingrato de su carencia de voluntad, la evidente falta de la menor noción del parlamentarismo y, con ello, la suma para calificar sin tanta vuelta  a los poderes del estado que conforman el gobierno, como fallidos. No es esta una revelación, el tiempo, el imparable tiempo que corre de prisa, no les ha permitido iniciar un gobierno. Y si se tratara de conspirar para dañar la imagen del gobernador, ninguno de los que han fallado, ni juntos siquiera, contarían con el talento y la perversidad de poner una carrera política en riesgo desde las filas de oposición no obstante de la clara relación añeja con los gobiernos federales que gusten, digamos los últimos seis o siete, uno de los recursos más usados y probados por Graco Ramírez. Sus empleados de rango, en unos cuantos meses lo hicieron débil ante la sociedad, más allá que en el terreno federal tenga el saludo y seguramente la atención de sus homólogos y el mismo gabinete federal.

A Graco, como a los últimos mandatarios les ha quedado grande el pequeño territorio que han debido gobernar. Si bien no existen escuelas para gobernadores como decía don Antonio Riva Palacio cuando se complicaban los asuntos, sí existe una carrera política y Graco la ha hecho, es un parlamentario con más razones y habilidades de cabildero, y ante los hechos al frente de Morelos, se aplica el dicho aquel que no es lo mismo gritar desde el graderío a los peleadores, que subirse al ring a enseñarles cómo se aplica un plan de pelea. Él es un gladiador desde la comodidad de la silla o el palco, talentoso incluso en tareas de echar abajo andamiajes que hacían el mismo o menor daño como en el que fue jefe de porra: la caída de Jorge Carrillo Olea.

Difícil separar la torpeza del empleado, amigo y Alter Ego Messeguer de los resultados del mandatario de Morelos. Pero las estrategias diversas de posicionamiento, con todas las ventajas que da el poder y el dinero que guarda el gobierno producto del pueblo, sin revisión de ningún ente regulador que funcione, han sido infructuosas. A Jorge Messeguer ya lo conoce la gente, y no para bien, pero que se lo pregunten a él, para ser más claros, que resultados prevé el 7 de junio, en poquísimas semanas. La petición de un debate al Instituto Electoral –o como se llame el referee— es un acto desesperado. La denostación de Cuernavaca en total descuido y su transformación de vestimenta que lo convierte, en el único, que puede salvarlo, es otra versión de impotencia. Sumado al nuevo discurso de respeto a los demás que su equipo busca multiplicar sin éxito en las redes, es otro diagnóstico que el cuerpo anda mal y se acaba el tiempo para meterlo en terapia intensiva. Y por si falta un elemento más que manifieste la gravedad del caso, la algarabía –aunque se quede en los medios que no trascienden—incorporaciones de sus odiados priistas, que ni en ese partido y en sus cuadras los conocen. Hay más, pero entremos en las conclusiones.

 

Y hoy, que de amores, ya no tengo tiempo/ amor de aquellos tiempos cuanto añoro/ La dicha inicua, de perder el tiempo…, legó el maestro Leduc en su soneto.

 

La falta de vertebración, los gritos de triunfo antes de tiempo –como funcionario–, el rechazo natural de una sociedad que reprueba la administración donde fue Messeguer hombre clave, el del cargo más importante no electoral, ha ido bizarramente, en contra de la ruta trazada seguramente con ocurrencias. Ellos, el gobernador y su gabinete nunca habían tenido una empresa tan complicada como es hacerlo con los morelenses. Celebraron un sinfín de fiestas de triunfo desde la llegada, siguió el evento feliz los dos primeros años, pero hoy a menos de tres años del arranque, la sociedad en un amplio sector les ha entregado un boceto de la calificación que les imponen. El siete de junio, en tres semanas con cuatro días, presenta el documento oficial, el que valida la segunda mitad y última de una administración que si se aplica el rigor de una base social que en 1998 Graco Ramírez era parte importante en la estrategia y relación con el gobierno federal opuesto al del Estado que en sus tantos descuidos –hablamos del de Jorge Carrillo Olea— el principio del fin lo aplicó con el mismo modelo de Graco: llenó de desconocidos la administración, no tuvo identidad, fue desde grosero hasta humillante con gente de poblaciones históricas, y cuando buscó la rectificación incluyendo a políticos locales, era demasiado tarde. Le ganaron a los que les echaba un vaso de agua desde su oficina. Ya le colocaban clavos al cajón del despido.

Los mismos métodos que auguran que este gobierno podrá ser insostenible.

Pero Jorge Carrillo, con toda su necedad, se fue y camina por las calles, va al súper, al cine y recibe a gente en su casa. Es libre. Se iba y venía, lentamente y quizá, el perdón de la sociedad. Proliferaron secuestros y huidas de gente reconocida y buena, no sabemos hoy su estado ante él, porque su policía estaba al frente del grupo mayor de los delincuentes. O no lo sabía o le restó importancia a los informes y reclamos y a la gente de poder no se le envía a la cárcel, los corren. Esta vez, irremediablemente, estamos ante una situación parecida, si hemos reconocido en este espacio que los grandes grupos delictivos fueron casi diseminados, los empleados de estos, son un mal que sigue haciendo daño y resurgen las bolsas con restos humanos en la misma capital y municipios del Estado. Entra el tema del comisionado Alberto Capella Ibarra, que si bien cuenta con historial de buen elemento y jefe de policías, tal vez los asuntos  de la política, la desesperación del Cuarto Grande del Poder ante la pequeñez del candidato oficial, lo tienten para criminalizar la elección. ¿Hay tiempo? Sin embargo siempre existe la posibilidad que una cabeza revuelta y con poder se exceda y, repetimos, Iguala nos queda a un paso.

Tal vez en estos instantes, exista un sentimiento impotente al enviar por la llamada Joya de la Corona más al dictado del corazón, el sentimiento y la gratitud, al siempre servicial y atento Jorge Messeguer, que alguna otra carta, ya del PRD, ya de la sociedad, que presentara mayores blasones y posibilidades. Su nulo crecimiento como secretario de Gobierno, el abierto desaseo al hacer campaña a su arribo a esa secretaría en el 2012, hoy cobra factura. Y si en ese camino, nos preguntamos y compartimos, ¿nadie pudo ayudar al gobernador para hacer el cambio prudente, ese que le quitara el embrollo de ahora con su débil candidato?

La actualidad sirve para que la certeza de un viable triunfo, con tantas empresas contratadas para la medición de la simpatía y enconos, ya el que estuviese seguro lo proclamaría y podría tener un efecto. El PRD no lo ha hecho y manejan sus cifras entre su equipo con seguridad. En el PRI, son cuidadosos, vienen de tropiezos serios como en la elección a gobernador que cometieron graves equivocaciones y desde el Centro del Poder en la Ciudad de México, hubo acciones de altos priistas que abonaron para que Morelos viva lo que vive. Quizá con Amado Orihuela las cosas estarían peor, tal vez estaría fuera. Su estatura no llegaba a mediana. Pero eso algún día no faltará quien detalle cómo se tejió esa operación.

Se acabó el tiempo. Quién va a ganar ya no es asunto de percepción, es de construcción del equipo electoral, el siete de junio es la puntuación, pero han pasado doce asaltos, el límite, y no se observa estamina en Messeguer. Se ha sobregirado la soberbia, el poder genera cambios en los que apenas lo han rozado, estar en él puede llegar a la locura. Soberbia, ausencia de humildad, falta de respeto de una administración a la sociedad. Se acabó el tiempo. El que logró la tarea puede solamente cuidar el suspiro final, y nos remontamos ala víspera de la caída deJorge Carrillo Olea, cuando musicalmente infiltrado, en esta columna que se publicaba en un diario local (Diario de Morelos, la pueden buscar entre marzo y abril de 1998), iniciamos con la primera parte de una canción llamada Por Volverte a ver, que interpreta el gran cantante español Dyango, con autoría de su paisano Amado Jaén:

 

Nos faltaron las palabras, y sabernos perdonar/ Qué fácil era haber dicho, lo siento / Pero nos sobraba orgullo y nos faltaba humildad/ que cuando uno se atreve/ es tarde ya… tarde ya… tarde ya…

 

Sí, es tarde ya…
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