Por Javier Jaramillo Frikas
Adicciones y la ausencia del Estado
(Un pretexto llamado Luigi Antonio “N”)
Javier Jaramillo Frikas
Siempre en el tintero están los temas que son atractivos en su momento y en horas dejan de serlo. Esta columna ha sido esporádica y lo decimos con claridad: la política es raquítica, Morelos no necesita de más malas noticias, ya con cuidarse por calles y pueblos, basta como para agregar dolores a la sociedad. Cada día revisamos algún diario local y en el marasmo de los intereses de la política –lógicamente plasmados— llega uno a encontrarse con asuntos de la cruda realidad que fotografía las carencias y necesidades de la población y la apatía e irresponsabilidad de los gobiernos. Uno de estos son las adicciones y los elementos que en su entorno confluyen, desde la ayuda obligada como un servicio hasta los crímenes de todo tipo que grupos, clínicas o corrientes cometen con sus agremiados, a partir de una de las acciones más grandes de la historia, Los Alcohólicos Anónimos que, en su esencia desde 1935, no tenían falla, hoy con tergiversaciones lamentables, fallidas y en algunos casos de verdadera ayuda en la rehabilitación de miles o millones de seres humanos necesitados.
Aquí el caso de Luigi Antonio “N”, un joven enfermo de adicción a la heroína que se metió, drogado, a un negocio de teléfonos celulares, no se llevó nada y calcularon el daño en 500 pesos. En tanto le iniciaban su juicio, fue recluido en el penal de Atlacholoaya. Ahí, dice, solicitó lo internaran en área de máxima seguridad para quitarse de encima la maldita droga. La ciencia y la medicina dicen que esta y otras adicciones son una enfermedad. Puntualizamos, que ningún penal tiene un menú para los recién llegados o les ofrezcan opciones, a no ser que ya suceda, lo que sería un acontecimiento extraordinario. Según la nota que leemos sobre el desarrollo de su audiencia en la sala de juicios orales, su madre no llegó con esa cantidad por el accidente de la abuela del indiciado. Leemos que el muchacho fue tan elocuente que tanto el juez, la defensa, los fiscales y público presente, completó la cantidad a pagar por su liberación, con una sola condición: que se internara en una clínica de rehabilitación.
¿La panacea? ¿Ahí todo lo alivian? No es un tema fácil porque existen miles de opiniones respetables y algunas respetadas basadas en dolorosas y rigurosas experiencias, pero a partir de AA en los años 30 y en los 40 que llega a México, se han dado movimientos naturales que derivó que a mediados de los 70, el licenciado Guillermo Magaña, hijo del general Gildardo Magaña –sucesor ante la muerte de Emiliano Zapata al frente del Ejército Libertador del Sur—creara ante la negativa de los Servicios Generales de AA en México y Nueva York—en el mundo, pues—un grupo llamado La Granja, en un terreno en la curva de Temixco propiedad de la señora Feuss. Sería finales de 1976. Magaña, hombre preparado pero declarado alcohólico había fundado el Grupo Condesa y Cuauhtémoc en la ciudad de México y tenía ambiciosas ideas en su proyecto. Morelos, Temixco, tuvo al primer grupo de los hoy denominados Anexos en el mundo. A partir de ahí y con el fallecimiento de Guillermo allá por 1990, los pioneros hicieron su propia corriente y otros negocios y lo que partía de una loable intención, se convirtió en multi negocios.
En tanto, los grupos tradicionales, de una hora y media, nunca se han salido de su contexto básico, aunque a partir de estos surgen otras corrientes de poca ayuda como Fuera de Serie, Liberales y una epidemia que dicen funciona pero pocos de sus miembros lo abren al público, de nombre Los 45, donde los iniciales retiros fueron descritos por testigos presenciales como actos de anarquía y abusos y que hoy, afirman, se han tornado en visitas que revive expectativas y rehabilita vidas no solo en adicciones extremas como el alcoholismo o las drogas duras tipo heroína, sino atiende cocainómanos y la innovación: co dependencias y enfermedades emocionales. Todo parte del programa fundado en 1935, con pocos cambios, pero se cuelan personajes que han hecho millones de pesos y les exponemos un caso, bajo el origen de un hecho noticioso: de un joven acusado de no robarse nada, con una multa de 500 pesos, que el no poder pagarlo lo lleva al penal y lo liberan en una historia dramática, real, y socialmente sus benefactores lo condenan a buscar remedio a sus males en una clínica, habrán de decirle dónde, a qué hora y cómo llegar.
Mencionamos un caso especial que ha hecho furor en los llamados Anexos—Clínicas: el de un grupo originalmente llamado Cuernavaca, fundado en los años 80, luego transformado en Ave Fénix y con la llegada de una persona atribulada por problemas de enfermedades graves en su familia, busco el remanso en ese lugar, sin tener a la vista problemas de alcohol o drogas. Se llama Raymundo Leal y de su auto—internamiento, siendo empresario, se hizo la luz y sacó un programa de rehabilitación en penales llamado igual al grupo, anexo o clínica que se apropió y privatizó: Ave Fénix. Lo contrataron varios gobiernos, el de su natal Chihuahua y el de su adopción, Morelos, con contratos millonarios: preparaba a los reos próximos a la libertad a reinsertarse socialmente, función que corresponde al Estado y este nunca hizo. Raymundo es millonario, no rico, basado en los principios de gente modesta que dejó un programa casi perfecto como son los estadounidenses Bill Wilson y el Doctor Bob Smith.
¿A qué clínica envían a Luigi Antonio “N”?
Reciente leímos que el gobierno que encabeza Graco Ramírez tocaba el tema, ojalá que en el área correspondiente nos compartan si ya existe un centro o qué harán. Es una tarea de Estado, de Salud Pública, responsabilidad de las autoridades. Ellos, vía Salud, revisan clínicas o anexos y generan movimientos, creemos que existen complicidades porque ninguna o en su mayoría, cuenta con los servicios básicos, ni médicos tienen ahí de planta. Cumplen una tarea de contención que debe tener seguimiento. Lo hacen teóricamente. En pocos sitios permiten que luchen contra la malilla –el síndrome de abstinencia—con dosis de lo que los tenga ahí, vitaminas, presencia médica. En otros, los de mayor rango en cobro –no en servicio o conocimiento porque lo manejan empresarialmente—tres semanas valen desde 50 mil pesos o en Oceánica que un mes oscila entre los 200 mil pesos. ¿Qué borrachito o adicto en muestras calles puede ir ahí? A estos los envía su familia, siempre, a anexos donde dejan una cuota menor y llevan su despensa semanal. Es impresionante el número de estos lugares. Otros, acuden a los grupos tradicionales y una gran cantidad, cientos en Morelos, son los que extienden su tema a lo emocional, espiritual y se brincan los 12 pasos de manera excepcional y un tanto extraña: antes de conocer lo que ahí los tiene, hacen la parte dura y dolorosa del proceso implantado por verdaderos genios como Bill y Bob: se reúnen en lugares conocidos como La Hacienda, pagan una cuota de recuperación, y sucede de todo, incluso regresan con mejoría o transformaciones contrarias evidentes. Se llega hasta el mesianismo. Programas imperfectos para gente enferma, funciona o no, pero particulares que nada ganan o se enriquecen, hacen la tarea del Estado. El Gobierno en sus tres niveles tiene la obligación de contar con centros profesionales en tratamiento de adicciones, y de regular que los que existen no sean sitios de rapiña o maldad colmo los hay. Mencionamos el caso del empresario Raymundo Leal. Hay muchos más.
Por ello la insistencia: ¿Tienen dónde enviar a jóvenes como Luigio Antonio “N”?
El programa Alcohólicos Anónimos ha salvado millones de vidas en su historia en cada rincón del mundo. Sus derivados, como lo que hizo Guillermo Magaña en los 70’s en Morelos y se extendió por el planeta, también. Otros clones han llegado a funcionar y ahí están. Hacen unos su pelea con sus propios recursos, les cuesta estar en un programa así y es solamente convencidos. Otros logran el negocio de su vida sin mucho esfuerzo y se creen iluminados aunque su conciencia se los impida internamente. Otros más, no tienen dónde hallar tranquilidad a su vida tormentosa, así no beban, no fumen ni se inyecten. Pues ya le han encontrado nombre y apellido a sus males: todo es emocional, todo es dependencia, todo es temor, no hay forma de escaparse llegando. Y se ayudan pero no existe regulación. Lo único cierto es que aunque niegan la existencia de un inicio con Bill y Bob y en sus entradas estén dos grandes letras AA, en sus paredes las fotos de los fundadores, poco caso hacen a lo que en 1935 funcionó y hasta finales del siglo anterior y hoy es vigente, que requiere alguna adecuación menor, porque los fundamentos son casi perfectos. Pero la aparición de Mesías, entorpece y tuerce el rumbo. De ahí la regulación por un gobierno que es irresponsable y canta discursos pero no hace nada por atacar un grave problema que mata más gente que las guerras: las adicciones. Si ya funcionan, abrimos el espacio para celebrarlo y exponerlo.
Sí, queremos saber a qué lugar enviarán a Luigi Antonio “N”.
¿Y el tema de la política? Ahí viene…