PERIODISTA GERARDO FERNANDEZ CASANOVA>>
MEZQUINDAD CONTRA DIGNIDAD>>
Gerardo Fernández Casanova>>
Es claro ya para todos que el 1 de julio se votará por uno de dos proyectos distintos de nación: el neoliberalismo tecnocrático y entreguista, con dos representantes: Meade y Anaya, contra el liberalismo nacionalista y popular que representa Andrés Manuel López Obrador. Ya la gente tiene claro que el primero sólo ha producido miseria y sufrimiento, con pérdida absoluta de soberanía; en tanto que apuesta al cambio que significa el segundo, basado en el hartazgo de lo que han hecho de México los tecnócratas, pero también en la esperanza y la confianza que inspira AMLO, por su honestidad y su dignidad.
Tanto Anaya como Meade han dado muestra clara de su indignidad y mezquindad en toda la campaña, incluso en sus respectivas trayectorias personales. Comienzo por Meade: presume de una carrera de 20 años de ejercicio público intachable, aunque en 11 de ellos sirvió a primer nivel a los dos regímenes más corruptos de la historia (incluido Santana); en tal caso de lo único que pudiera presumir es de mentiroso o de estúpido por no haber evitado los negocios corruptos que pasaron por sus impolutas manos. También es falaz al hablar de tener una posición firme ante USA, cuando es bien sabido que la hacienda pública mexicana está intervenida por el Tesoro de ese país, mediante el FMI y el BM, lo que incluye el nombramiento (o veto) del secretario de hacienda, como fue el caso de Gil Díaz con Fox, que no era de su partido ni de su equipo.
Una mayor muestra de la mezquindad de Meade es la manera fraudulenta y desaseada de conducir su propaganda electoral; destaco el caso de Néstora Salgado, ominosa e injustamente encarcelada por delitos inexistentes, cabal y plenamente liberada por 11 declaraciones judiciales, sin tener ni un solo pendiente con la justicia. En el debate del domingo pasado, el impoluto de la cara poluta, exhibió una tarjeta
con el contenido de la declaración de un testigo falso indicando que Néstora le exigió $5,000 por liberar a su hijo secuestrado, de lo cual se retrajo durante el juicio, aceptando ante el juez que fue coaccionado por la parte acusadora. Así mismo, la campaña de terror emprendida en contra de AMLO, con falsedades y dramatismos de mal teatro, reinventando con pésima factura “el peligro para México”. El hecho mismo de incorporar en su equipo al saltimbanqui (primero del PRI, luego del PAN y ahora nuevamente priísta) Javier Lozano, claramente identificado como golpeador de porra preparatoriana; el que amenazó a aquel coreano con el “coopelas o cuello”; el que se asume como héroe de la liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro; el que ha montado la más infame persecución contra Napoleón Gómez Urrutia, pasándose por el arco del triunfo las resoluciones judiciales a favor del perseguido; el que presentó eufórico un spot miserable atacando a AMLO por su edad; todo ello y más indican la falta de calidad moral del candidato Meade.
Cómo puede aspirar a dirigir el país alguien que se conduce con tal vileza y falta de respeto a la ley. Cómo puede hablar de honestidad e integridad quien actúa, o permite que actúen en su nombre, difamando e invitando al fraude electoral y la compra del voto. Simplemente es inaceptable y sólo muestra la índole corrupta que marcaría a su imposible presidencia.
De Anaya es poco lo que se puede decir, puesto que es mínima su historia pública. Aunque en esa escasa presencia dominan la traición y el gusto por el dinero fácil; al igual que Meade se solaza del lodazal de la guerra sucia en contra de AMLO. Se le reconoce inteligencia y capacidad discursiva, pero se desluce al dedicarlas a las mañas de la traición política, la malversación presupuestal (moches); la mentira demagógica, su desprecio a México al llevar a su familia a vivir en Atlanta USA y su clara disposición tecnocrática, todo ello indicativo de falta de ética.
De López Obrador podrán decirse muchas cosas, incluso ciertas, pero nadie ha podido poner en tela de juicio su honestidad (le buscan infructuosamente por todos lados) y menos aún de su dignidad, lo que le otorga suficiente autoridad moral para sustanciar su capacidad de liderazgo. Con eso tengo bastante para confirmar mi certeza de que será un gran presidente que transformará positivamente la realidad del país.
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