PERIODISTA GERARDO FERNANDEZ CASANOVA>>
TODO EL PODER AL CAMBIO>>
Gerardo Fernández Casanova>>
La historia nos ha hecho ser en extremo temerosos de entregar a alguien el poder concentrado. También ha sido la historia la que nos enseña que, en medio de un mundo hostil, la Nación requiere de una gran fortaleza en sus dirigentes y en sus instituciones. Por desgracia el país ha vivido los últimos años o décadas en un clima de corrupción, simulación y desprestigio, tanto de dirigentes como de instituciones, alcanzando grado de extrema gravedad. La violencia sin freno, la impudicia de la corrupción y la entrega de los bienes nacionales, la debilidad lacerante de la economía nacional, la creciente pérdida de la identidad patria en aras de un modernismo importado, la peor de las condiciones de dependencia del exterior, principalmente del poderoso vecino del norte, son algunas de las muestras de la descomposición del país que entregará Enrique Peña Nieto el próximo 1 de diciembre.
No va a resultar sencillo para López Obrador levantar al país de sus ruinas; todo parece indicar que va a llegar con un gran respaldo popular e, incluso con mayoría en el Congreso. Eso es lo deseable y tendremos que poner todo el ánimo para que así suceda, pero no basta. El país está aherrojado con mil candados de todo tipo, principalmente en lo relativo a la capacidad del estado para conducir el destino conforme a los intereses nacionales; la economía está atenazada por reglas y acuerdos internacionales que limitan al extremo la soberanía, mientras que los actores económicos de gran peso transnacional pondrán toda su influencia, que no es poca, para defender el estado de cosas que le ha sido benéfico, incluyendo las presiones de sus poderosos países de origen.
Al interior, la sociedad afectada por el autoritarismo corrupto ha logrado avanzar en acotar el poder presidencial y nos ha atiborrado de instituciones aparentemente autónomas, que no lo son, que sólo han disfrazado las formas y las consecuencias del mal gobierno, pero nada más. Esas instituciones diseñadas por la camarilla del poder actual, incluso conformadas por personas designadas por dicha camarilla, serán un posible trabuco duro de roer por un gobierno que privilegie la honestidad y que requiere de mucha agilidad para operar los cambios necesarios. Me quiero referir, a manera de ejemplo, a la fiscalía independiente, cuya simple enunciación es un verdadero triunfo de la sociedad ante un gobierno esencialmente corrupto y delincuente; pero que para uno que no lo sea se convierte en un posible lastre. AMLO se ha propuesto dirigir personalmente la lucha por recuperar la paz lo que, entre otras cosas, implica la total subordinación de las instancias que intervienen en la materia, particularmente el ministerio público; la condición de independencia en tal caso, mermaría la capacidad de cumplimiento del compromiso presidencial. Lo mismo ocurre con los organismos autónomos creados a la luz de las reformas estructurales, la energética y las de las telecomunicaciones, cuyas directrices no necesariamente serán coincidentes con las de quien tiene la responsabilidad exclusiva de gobernar. Este que es un importante éxito de la sociedad organizada, ha constituido involuntariamente (supongo) un contribuyente eficaz al afán neoliberal de reducir al estado a su mínima expresión, justo la necesaria para proteger sus particulares intereses.
Andrés Manuel ha formulado, motu propio, la revocación del mandato aparejado a las elecciones intermedias (atendió la recomendación de no hacerlo cada dos años por el desgaste que significaría para el país) con lo que no habría razón para temer la imposición de una dictadura o de un gobierno que traicionara los postulados por los que fue electo. También ha sido proclive a crear los instrumentos de la participación ciudadana, como son el
referéndum y el plebiscito, sin que se haya formulado todavía una propuesta concreta al respecto. Todo lo anterior ofrece la garantía de un gobierno democrático, con lo que no habría razón para escatimarle el poder y, por ejemplo, diferenciar el voto; por el contario, el voto deberá ser en cascada por MORENA, para construir una mayoría parlamentaria y ejecutiva a favor del cambio verdadero.
México ya despertó y no permitamos que el triunfo electoral nos baste para regresar al confort y la abulia. La verdadera lucha comienza el 2 de julio y será fragorosa y larga.
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